Las funerarias confían en que el Papa no cambie la costumbre “social, no religiosa” de incinerar
“¿Que si nos puede afectar que el Papa prohíba que la gente esparza las cenizas de sus seres querido o se las lleven a casa? La incineración es una costumbre social, más que una consecuencia de la religión”. Quien lo afirma es Francisco Enríquez, un hombre que lleva toda la vida dedicada a dar servicios funerarios, igual que ha hecho su familia desde antes de nacer él, y que es vocal en Andalucía de la Asociación Nacional de Servicios Funerarios (PANASEF).
Tras analizar la “prohibición” del Papa Francisco en torno al uso que le vaya a dar a las cenizas de las personas que su última voluntad sea ser incinerados tras su fallecimiento, Enríquez cree que la sociedad actual está muy por encima de temas religiosos, y que quien quiera que su familiar sea incinerado lo va a seguir haciendo, sin importarle o influirle lo que Roma diga sobre el tema. Otra cosa es lo que se hace posteriormente con las cenizas. Ahí, las empresas funerarias no se meten. Solo aconsejan.
No obstante, pone el acento en que “las empresas funerarias no entendemos de religión, solo de servicios”, pero sí entiende que “la incineración está basada en las costumbres de la gente, en la última voluntad de las personas, y no creemos que la mentalidad cambie ahora, aunque nosotros nos entramos a valorar nunca cuestiones religiosas, porque respetamos la diversidad ideológica, y creemos que cada familia debe tener libertad para elegir lo que cada uno quiera”.
“Tras mucho pensarlo, nuestra perspectiva es que no creemos que afecte al sector. En Sevilla tuvimos un caso, cuando se intentó obligar a que los funerales fuesen en parroquias, no en las capillas de los tanatorios, y la sociedad ha ido por otro lado y todo ha seguido igual”, explica.
Desde luego, para el sector no es algo baladí, sobre todo teniendo en cuenta el auge de las cremaciones, y que las empresas funerarias han realizado en los últimos 20 años una gran inversión para poder realizarlas. La inversión global ronda los 800 millones de euros, según se recoge en el informe elaborado por PANASEF sobre las instalaciones de hornos crematorios existentes en España.
Un documento en el que, por primera vez, se extraen datos sobre esta cuestión, se define el número de hornos crematorios existentes por comunidades autónomas y por provincias, se establecen gráficas comparativas entre hornos y número de fallecidos y se muestra una radiografía de la cremación en Europa.
Como dato, Andalucía, con 89 hornos, es la comunidad autónoma con más hornos de España (un 24,5% del total). Le sigue Cataluña, con 48 hornos y un 13,4%; la Comunidad Valenciana, con 33 hornos y el 9,21% y Madrid, con 28 crematorios que representan el 7,8% del total nacional. En el otro extremo, en La Rioja solo hay tres hornos; en Cantabria y Navarra, cuatro en cada uno y en Extremadura y Baleares, siete. Por provincias, Barcelona es la que tiene un mayor número de hornos crematorios. Le sigue Madrid, con 28 hornos, Sevilla, con 19 hornos y Valencia con 18. Por el contrario, las provincias con menos hornos crematorios son Ávila, Soria, Cuenca, Guadalajara, Melilla y Segovia con un horno crematorio en cada provincia.
Respeto al medio ambiente
Eso sí, donde ponen el acento las empresas del sector es en el respeto al medio ambiente que debe imperar a la hora de deshacerse de las cenizas. “Hay gente que nos las esparce por el campo, sino que las deja en el campo con urna y todo, y si esa urna no es biodegradable, se queda allí contaminando durante decenas de años”. Por eso, aunque las funerarias no se meten en cuál es la intención de las familias a la hora de esparcir o quedarse con las cenizas, “solemos preguntarles, por si quieren diseminarlas en algún sitio de la naturaleza, para que elijan un producto biodegradable, ya que hay urnas hoy día de materiales como arena, sal o papel, que no afectan en absoluto al medio ambiente”, de modo que se cumple con todo lo que marca la normativa ambiental en los ayuntamientos para culminar la eliminación de las cenizas.
Por el momento, por lo tanto, las funerarias están tranquilas, aunque el portavoz de la asociación recuerda que, de cara a su día a día, manejan otros problemas, como una Ley de servicios funerarios, “ya que hay es muy antigua, y a efectos prácticos no existe”, además de que han sufrido en sus carnes una especie de “IVA cultural” que ahora intentan revertir. Con el inicio de la crisis “estábamos en el tipo reducido, y nos han pasado al superior, del 8 al 21 por ciento”, y en ese porcentaje se mantiene, lo que afecta al consumidor final, ya que “el seguro de decesos cubre al cliente en función del capital del servicio que se haya acumulado, pero en ese capital, hoy día, puede ser que haya que dejarse 500 euros solo en impuestos, y eso hay que solucionarlo”.
Y eso que, vistos los datos, el “negocio” parece asegurado, como se dice en broma a veces sobre este sector, En el año 2015 fallecieron 422.276 personas, lo que supone una media de 1.156 fallecimientos diarios. Para atender estos servicios, las empresas funerarias disponen de 2.405 tanatorios y velatorios con más de 7.000 salas. Es un sector que actualmente ocupa a 11.305 trabajadores, 500 de ellos contratados durante el último año.