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Ibán Díaz, profesor: “El 15M tenía un espíritu de politización y de crítica que sigue bastante presente”

Díaz Parra (a la izquierda, con chaqueta de cuero), en una imagen más reciente en la Plaza de la Encarnación de Sevilla, donde fue la acampada y que, desde entonces, acoge frecuentemente concentraciones de protesta

Javier Ramajo

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Ibán Díaz (La Línea de la Concepción -Cádiz-, 1979) es profesor de Geografía Humana en la Universidad de Sevilla, pero vive en Argentina desde hace ocho años. Ha estudiado los procesos de gentrificación y turistificación en ciudades andaluzas y latinoamericanas, y también ha participado en los movimientos sociales de Sevilla desde hace dos décadas. Actualmente sigue haciendo activismo vecinal en su barrio cuando sus hijos le dejan, dice. Vivió el 15M en Sevilla y repasa para elDiario.es Andalucía cómo se desarrolló aquela movimiento ciudadano, que ahora cumple diez años.

¿Qué recuerda de aquellos días de movilización? ¿Cómo surgió todo?

Yo estaba muy metido en los movimientos sociales de la ciudad en aquella época, así que soy un tipo de participante bastante particular. La mayor parte que estaba por allá era prácticamente la primera vez que iba a una manifestación o a una acción de ese tipo. 

Por aquel entonces, organizabamos en mayo la semana de lucha social desde una plataforma que se llamaba Barrios en Lucha. Recibimos la convocatoria de la manifestación con desconfianza, algunos más que otros. De hecho, diría que la mayoría de la gente más militante no fue a la manifestación y se encontró de repente con la ocupación de la Plaza de la Encarnación. A partir de aquí, mucha gente del ambiente libertario o del movimiento vecinal siguió manteniendo la desconfianza y las distancias, como suele pasar cuando aparece cualquier cosa nueva. En el lado contrario, para mucha gente joven, esa era la primera vez que se hacía una manifestación o una acampada de protesta en Sevilla (obviamente no así). 

¿Cómo se afrontó esa “cosa nueva”?

Personas de perfil militante entendimos que la desconfianza de los veteranos era un error garrafal y, desde el primer día, nos metimos en la acampada, en las comisiones que se iban creando. Creo que la experiencia contribuyó en su medida a organizar aquello. Allí se encontraron gente jóven, algunos de los cuales (muy pocos realmente) siguen manteniendo una actividad política. También gente de mi generación (tengo 40 años) que estábamos muy activos políticamente justo en aquel momento y en los años anteriores. Y a estos se sumaron sorprendentemente gente más mayor que había sido militante en los setenta y ochenta, y que recuperaron algo de ilusión en este contexto. 

No me interesaron mucho las grandes asambleas-mítines que se hacían, entiendo que igual que a gran parte de los militantes con experiencia o que estaban activos en ese momento. Entiendo que eran el soporte emocional de la acampada, pero también eran espacios muy sensibles a la demagogia y la manipulación. Además, la fórmula de la gran asamblea general se mostró inoperante, era casi imposible decidir sobre cualquier cosa, por eso decidimos hacer las asambleas de barrio.

En Sevilla tuvo mucha fuerza la descentralización de la acampada en asambleas de barrios, que se planteó de forma muy temprana y que se apoyó en gran medida sobre plataformas e iniciativas pre-existentes.

¿Cómo se siguió la estela del movimiento que arrancó en Madrid?

Tras la convocatoria virtual de Democracia Real Ya, entiendo que en la decisión de establecer una acampada se siguió el ejemplo de Madrid y fue un revulsivo el desalojo de Sol al día siguiente. No obstante, creo que la movida en Sevilla, como en otras partes del estado, fue bastante independiente e idiosincrática, aunque por lo general la prensa solo se interesa por lo que sucede en Madrid o Barcelona.

En Sevilla tuvo mucha fuerza la descentralización de la acampada en asambleas de barrios, que se planteó de forma muy temprana y que se apoyó en gran medida sobre plataformas e iniciativas pre-existentes. Ahí tuvimos mucho que ver los militantes que veníamos trabajando en los años anteriores. Las asambleas de barrio se superpusieron al tejido pre-existente y, por lo general, solo prosperaron aquellas en las que había algún poso militante previo. Al contrario de lo que entiendo que pasó en otras ciudades, en las asambleas de barrio de Sevilla, aunque se perdió gran parte del componente más juvenil, hubo una cierta proletarización de los perfiles, sobre todo a partir de que se empezó a trabajar con el tema de vivienda.

Gran parte de la actividad de las asambleas de barrio se canalizó a la cuestión de frenar los desalojos y a las ocupaciones de edificios, que en el caso de Sevilla se denominaron “corralas”. Se creó una red de oficinas de asesoría de vivienda apoyadas sobre las asambleas de barrio, los PIVES. Entre 2012 y 2013 se ocuparon un montón de edificios que habían quedado vacíos en el crack inmobiliario. El más famoso es el caso de La Corrala Utopía. Esto se expandió a otras ciudades andaluzas con las que nos coordinábamos. También hubo cierta influencia en las decisiones que tomó el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía en materia de vivienda. En definitiva, todo eso fue bastante genuino. No lo copiamos de ningún sitio. De hecho, mi impresión es que la PAH fue ganando protagonismo solo a medida que el movimiento se debilitaba.

¿En qué cree que ha quedado todo aquel movimiento? ¿En qué cuestiones se aprecia el espíritu del 15M en la actualidad?

Gran parte de lo que ha quedado del movimiento de 2011-2012 se encuentra en Podemos, que fagocitó las asambleas de barrio, aunque para ser sincero lo hizo ya en un momento en que estaban en declive y en peligro de desaparecer. Luego mucha gente que estuvo en los círculos también ha acabado decepcionada de eso y está en su casa. A mí eso me pilló fuera, porque tuve que emigrar en 2013 por motivos laborales. Otra parte importante fue también la especie de municipalismo libertario que surgió algo después y que en Andalucía se pegó un batacazo en las últimas municipales.  

En la actualidad algunas personas que tuvieron mucho protagonismo en las acampadas de Sevilla y otras ciudades andaluzas se encuentran en cargos institucionales en los ayuntamientos o en el Parlamento de Andalucía, generalmente gente que ya eran militantes o activistas con carácter previo a 2011. En Sevilla, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía absorbió a algunos de los activistas más interesantes que no quisieron meterse en política de partidos. De hecho allí sigue funcionando el único PIVE que (creo) quedó del movimiento de vivienda de 2012.

Para mí, el 15M tenía un espíritu de politización y de crítica a las instituciones que sigue bastante presente en la actualidad. La parte mala de esta desconfianza en la política formal es que no he visto que se hayan ofrecido soluciones reales a los problemas de la sociedad desde otros ámbitos y que, por utilizar el lenguaje de parte del movimiento 15M, no es de izquierdas ni de derechas, y puede ser utilizada de muy mala manera.

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