De triunfar en Hollywood a la cárcel por blasfemo: la vida alucinante de Antonio El Bailarín
Con frecuencia, la brillante trayectoria artística de Antonio El Bailarín (Sevilla, 1921-Madrid, 1996) ha quedado oscurecida por los chascarrillos en torno a su vida. El centenario de su nacimiento puede ser una buena excusa para recordar en su justa medida a un sevillano que llegó a lo más alto de la danza, puso a sus pies los teatros de todo el mundo, se codeó con las mayores figuras de su tiempo… Y sigue siendo un gran desconocido.
Con este objeto, la Junta de Andalucía exhibirá por primera vez el legado del artista adquirido en el año 2000, que había permanecido sepultado en cajas desde hace dos décadas. Cabe recordar que Antonio Ruiz Soler –su verdadero nombre– no tuvo hijos, y que todos los recuerdos que atesoraba en su estudio de la madrileña calle Coslada, y con los que soñaba erigir un museo, acabaron siendo divididos en partes por sus sobrinos y subastados en la galería Durán. La Junta adquirió ese patrimonio, y aprovechando la efeméride inaugurará esta muestra en la sala Santa Inés el próximo 4 de noviembre, según ha anunciado este lunes la consejera de Cultura, Patricia del Pozo.
Otras citas del programa conmemorativo serán el estreno por el Ballet Flamenco de Andalucía (BFA) del espectáculo Antonio... 100 años de arte, una coproducción junto al Festival Internacional de Música y Danza de Granada –7, 8 y 9 de octubre en el Teatro Central– y el congreso Antonio. Cien años de baile –4 y el 6 de noviembre–, así como un ciclo programado por la Filmoteca de Andalucía que repasará sus aportaciones en el séptimo arte.
Triunfo en Hollywood
Iniciado en el baile desde la más temprana infancia con el maestro Realito, para pasar más tarde a manos de otros maestros como Pericet, Otero o Frasquillo, Antonio fue un niño prodigio nacido para triunfar. Conoció muy joven a la que sería su compañera y pareja artística, Florencia Pérez Padilla, más conocida como Rosario, y con solo ocho años ya actuaba ante los reyes de España Alfonso XIII y Victoria Eugenia en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929.
“Antonio no solo fue un gran intérprete y creador, sino que también tenía un carisma y una personalidad que subyugaron a Chaplin o a Kennedy, entre muchos otros”, Rosalía Gómez, comisaria de la exposición de Sevilla
Con el estallido de la guerra civil, acepta un contrato para viajar a las Américas, donde permanecerá doce años. De ellos, siete años los pasó en Estados Unidos, donde intervino en numerosos filmes como Sing Another Chorus de Charles Lamont, Ziegfield Girl de Robert Z. Leonard y Busby Berkeley, Hollywood Canteen de Delmer Daves o Pan-Americana de John H. Auer. La muestra de Sevilla reflejará esta faceta hollywoodiense, ya que según la comisaria Rosalía Gómez “Antonio no solo fue un gran intérprete y creador, sino que también tenía un carisma y una personalidad que subyugaron a Chaplin o a Kennedy, entre muchos otros”
El regreso a España de la pareja formada por Antonio y Rosario será triunfal, emprendiendo giras apoteósicas durante tres años por Francia, Italia, Suiza, Dinamarca, Suecia, Inglaterra, Bélgica, Escocia, Holanda, Israel, Marruecos, Egipto… Más tarde conquistaría incluso la Ópera de Viena. “Fue un embajador de España en todo el mundo”, señala Gómez. “Y no solo como bailaor flamenco, sino en el folklore español, la danza estilizada… Antonio fue de los bailarines más importantes que ha habido”.
Un genio particular
Sin embargo, algunos biógrafos han preferido poner el foco en aspectos anecdóticos de su vida, como su conflictiva relación con Rosario –de la que se separó en 1952, para reincorporarla a su compañía diez años después–, que en su arte. “Es cierto que tenía un genio muy particular, y que las peleas con Rosario llegaban incluso a tener que bajarles el telón en escena. Pero Picasso también fue al parecer un genio complicado, y cuando se le hace una exposición prevalecen sobre todo su obra y su ejemplo”, apunta la comisaria.
Álbumes con recortes de prensa, fotografías, carteles y algunas muestras de vestuario compondrán la muestra de la sala Santa Inés dedicada a quien también llegaría a ser director del Ballet Nacional de España. Entre las curiosidades que se exhibirán figura también su libro Mi diario en la cárcel, testimonio de una experiencia que haría tanto ruido como sus más sonados estrenos.
En 1974, se encontraba en Arcos de la Frontera participando del rodaje de El sombrero de Tres Picos bajo la batuta de Valerio Lazarov, cuando Antonio reaccionó a la noticia de que parte de la compañía había causado baja por resfriados con un “me cago en los muertos de Cristo” que cayó en oídos de un diligente servidor de la ley. Éste puso en conocimiento del juez competente los hechos, lo que le valió al artista una multa de 10.000 pesetas y una condena a dos meses de cárcel. Y de nada sirvió al bailarín asegurar que se refería a los muertos de su chófer, Cristóbal.
“Si llega a haber entonces un Sálvame Deluxe, todavía estarían hablando de eso”, bromea la comisaria. “Hasta Torrente Ballester escribió en prensa sobre el asunto. La gente de derechas lo tomó como un oprobio, la de izquierdas se indignó por el castigo excesivo a un pronto que podría haber tenido cualquiera”. El asunto levantó tal polvareda que el Gobierno se vio obligado a decretar el indulto.
Anécdotas de una vida trufada de ellas, que terminó en 1996 con su entierro en el Cementerio de San Fernando de la capital hispalense. “Aunque en torno a él han circulado muchos cotilleos, cien años después toca rendir homenaje a una gran figura de nuestra cultura”, subraya Gómez. “Y Sevilla todavía no le había hecho los honores que se merece”.
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