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El adiós a Málaga del barco que se sumó a los aplausos

El Sovereign en Málaga | Puerto de Málaga

Néstor Cenizo

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Este domingo algo cambió en Málaga. Por primera vez en casi dos meses, la silueta de un barco de 268 metros de eslora y 32 de manga dejó de verse en el atraque norte de la terminal de cruceros. También dejó de oírse la sirena a eso de las ocho, en sincronía con los aplausos a los sanitarios. El Sovereign zarpó sin pasajeros rumbo a Gibraltar. Ha estado fondeado en el puerto desde el 20 de marzo, con media tripulación rigurosamente confinada. No han puesto un pie en tierra desde entonces, pero cuentan que se van hermanados con una ciudad que no han pisado. Han donado unas dieciséis toneladas de alimentos y entregado doscientas mascarillas.

Al Sovereign le pilló el inicio de la pandemia en mitad del Atlántico. Regresaba de Brasil a Europa para empezar la temporada alta en el Mediterráneo desde Barcelona, su puerto base. Pero a mitad de camino todo cambió. El puerto de Mindelo, en Cabo Verde, canceló su escala. Y lo mismo empezaron a hacer otros países en Europa: suspender el tráfico de cruceros por temor a propagar la peste. La compañía contactó con el puerto de Málaga, que ofreció refugio. “Tenemos muy buena relación y fue nuestra primera opción”, explica por teléfono Javier González, jefe de seguridad del Sovereign.

El 20 de marzo llegaron a puerto y allí ha estado fondeado el barco casi 60 días: un inmenso buque de doce cubiertas, 73.000 toneladas, 1.162 camarotes y con capacidad para 2.733 pasajeros y 820 tripulantes, con decenas de nacionalidades diferentes. Construido en 1987 y operado por Pullmantur, su capitán calcula que habrá surcado unas 130.000 millas náuticas por año; 240.000 kilómetros; casi ocho millones de kilómetros: unas doscientas vueltas a la tierra, y dos meses varado en el puerto de Málaga.

Prohibido tocar tierra

El pasaje se quedó en Cádiz, y más de la mitad de la tripulación fue desembarcando en Málaga, desde donde regresaron a sus países con un certificado de un médico a bordo. Era una de las condiciones de Sanidad Exterior para conceder el permiso especial de atraque: sólo podía quedarse la tripulación imprescindible para el mantenimiento. Según el capitán, Milen Bozhenski, quedarán unos 300.

Otro de los requisitos fue que no podrían tocar tierra. La tripulación repatriada no pasó por la terminal de pasajeros, sino que subió a un autobús que los fue desplazando al aeropuerto. Las tareas de aprovisionamiento también deben ser asépticas. No hay contacto entre el operario del muelle y el personal a bordo, que sigue un estricto protocolo de seguridad para recibir los aprovisionamientos: “Quien lo recibe va protegido, se fumigan y luego se entrega a bordo. Esa operación dura una hora, luego cerramos las puertas”, comenta Fabrizzio D'Arrigo, director de relaciones.

En el interior, la limpieza es rigurosa. Se trata de evitar que un positivo, improbable por el confinamiento, se convierta en un brote en un espacio cerrado. Por eso, se han creado equipos dedicados exclusivamente a la desinfección del barco, según explica Luis Leite, director del hotel. Hay dos médicos y tres enfermeros, y cada mañana se toma la temperatura a todos los tripulantes. Si un tripulante sufriera una emergencia que no se puede tratar, se le desembarcaría y ya no podría volver, sino que sería repatriado.

Mascarillas y alimentos

En todo este tiempo, el puente, que es el cerebro de mando, ha seguido plenamente operativo, cuenta el capitán. “Lo único diferente es que no estamos de viaje”. El capitán, los oficiales y los ingenieros mantienen sus turnos de vigilancia, y deben estar preparados para cualquier situación de emergencia.

Más allá de eso, los días han pasado con la misma cadencia espesa que en el exterior. Dice Javier González que, al fin y al cabo, están acostumbrados a ver el barco vacío para tareas de mantenimiento. Pero es cierto, dice, que la situación es otra. “Esto es como una gran ciudad”, comenta D'Arrigo: “Tenemos todas las profesiones, fontaneros, carpinteros, cocineros... Y cada uno tiene una tarea muy específica. Ahora estamos manteniendo el barco con el objetivo de empezar nuevamente la operativa con pasajeros”.

Entre esas profesiones no falta la de sastre, que estas semanas tuvo una tarea especial: reconvertir prendas en mascarillas, unas doscientas, que el barco donó a la ciudad de Málaga. También entregaron pantalones, chaquetas y camisas (sin el logo de Pullmantur) y dieciséis toneladas de alimentos para los servicios sociales del ayuntamiento de Málaga. Unos veinte palets con leche, productos congelados, aceite o yogures. “Cuando volvíamos de Brasil paramos en Tenerife. Por entonces, la idea era continuar y subimos muchas provisiones. Se podía echar a perder y decidimos donarlo”, explica Javier González.

80 escalas canceladas en dos meses

La pandemia ha frenado en seco la industria de los cruceros turísticos, aunque Málaga mantiene la celebración de la Seatrade Cruise Med, uno de los principales eventos del sector, a mediados de septiembre. Sólo en esta ciudad se han cancelado 80 escalas en abril y mayo, con capacidad para unos 120.000 cruceristas. La primavera es la temporada alta de cruceros en Málaga, que esperaba 290 escalas en 2020. El último buque en desembarcar, el Marella, lo hizo el 15 de marzo sólo para repatriar a sus pasajeros, y este viernes atracó otro buque con permiso especial, el Clío, para avituallamiento y repatriación de parte de la tripulación.

Pullmantur espera recuperar su actividad a partir del 4 de julio, y el Sovereign aguardará instrucciones en Gibraltar. Si nada hubiese pasado, ahora estaría en Barcelona, embarcando pasajeros para la ruta Cinco Maravillas del Mediterráneo, con escalas en Nápoles, Civitavecchia (Roma), Livorno (Florencia) y Villefrance. Pero llegó la pandemia, y el Sovereign se hermanó con Málaga: “Nuestra relación se va a mantener eternamente. Estamos muy agradecidos de habernos quedado aquí”, dice el capitán. Este domingo, las sirenas sonaron diferente y la tripulación salió a la cubierta para despedirse de la ciudad en la que pasó dos meses, siempre a bordo de un barco.

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