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De cómo pedimos café a la cripta de las mil calaveras: las rutas que explican la Málaga desconocida

Interior de un antiguo café malagueño | Cultopia.es

Néstor Cenizo

Puede que uno de los símbolos de Málaga sea ese dibujo con vasos más o menos llenos de café, con sus respectivos nombres indescifrables para el forastero: nube, sombra, mitad, corto… Y así hasta el décimo, que es el “no me ponga”, según el histórico azulejo que aún puede verse en el Café Central (Plaza de la Constitución, 11). Nacido para evitar equívocos entre camarero y cliente, el catálogo local de los cafés se hizo tan popular en Málaga que Cafés Santa Cristina pidió al Central permiso para reproducirlo en envases y servilleteros, y así la anécdota se convirtió en signo distintivo: los cafés, en Málaga, los pedimos así.

Esta es una de las historias que de una ruta cultural que explora la relación entre Málaga y el café, y que ofrece desde hace tres años Cultopia, una pequeña empresa que ayuda a descubrir la ciudad desde ángulos que la mirada del crucerista común no alcanza.

Mar Rubio, la persona detrás de Cultopia, explica que en torno al café se pueden contar muchas cosas en Málaga. Por ejemplo, ¿conoce usted el vínculo entre el Chinitas y Federico García Lorca? ¿Sabía que la familia de Anita Delgado, la famosa princesa de Kaphurtala, regentó el Café de la Castaña en la Plaza del Siglo, hasta que tuvieron que cerrar al descubrirse que organizaba timbas ilegales en la trastienda? ¿O que más popular aún que el café Santa Cristina eran los cafés Castel, cuyo fundador tiene un retrato en el Museo de Málaga?

Mar Rubio cree que estas y otras historias sirven, en realidad, para contar la ciudad de una forma “distinta, pero rigurosa”. No es el café, sino Málaga, lo que late detrás de estas rutas, que vienen desarrollando desde 2012.

La idea de acercar Málaga a los propios malagueños

Cuando Mar terminó la carrera de Historia se topó con un futuro incierto (“Tú me dirás, con las oposiciones tan mal, qué hacíamos”), y se le ocurrió esta idea de acercar el patrimonio local a los propios malagueños. Tan incierto era el futuro que el nombre de Cultopia remite de manera evidente a las utopías. “Es que no sabía ni cuánto íbamos a durar”, recuerda. Pero con esa idea ganó el premio Spin-Off de la Universidad de Málaga y a partir de ahí empezó a consolidar una nueva forma de acercarse al turismo de ciudad.

Entre los recorridos ya clásicos están el de la cripta de la Victoria y sus mil calaveras o el que va del obelisco a Torrijos al Cementerio Inglés, siguiendo los pasos de los liberales que se pronunciaron contra Fernando VII.

Hay otras que sólo realizan aprovechando los aniversarios, como la que explora la vinculación entre los poetas de la Generación del 27 y Málaga o la que explica la impronta de Cánovas del Castillo. En la ruta literaria “Málaga: paraíso perdido” se recorren los escenarios fabriles y decimonónicos del ensayo de Antonio Soler, en el que se da cuenta del proceso industrializador malagueño, luego truncado, y de la incipiente burguesía de los Loring, Heredia, Larios o Grund.

La ruta “Inquisición, brujería y prostitución” se explica en su propio nombre. Recoge, dice Mar Rubio, la historia “oficiosa” pero siempre documentada y presta especial atención al papel reservado a las mujeres que, por salirse del canon, eran tachadas de brujas o prostitutas. Algunas de ellas fueron acogidas por la orden del Císter, pero como internas siguieron siendo maltratadas. Por eso decidieron fundar su propia orden, Las Bernardas.

El recorrido recoge también los sortilegios con habichuelas y sirve para explicar el origen de los capirotes, hoy asociados a la Semana Santa, aunque fueron un elemento indispensable del sambenito que el Tribunal de la Inquisición colgaba a los herejes.

Leyendas de la Semana Santa

En marzo estrenarán una ruta sobre las leyendas de Semana Santa y explicarán las repercusiones artísticas de las recurrentes epidemias de peste que sufrió Antequera. “La gente pensaba que se libraría pintando al Santo”, comenta Mar Rubio.

Son rutas para todos los públicos que sirven para acercar a los ciudadanos a la historia de su ciudad. Como explica Rubio, “la historia te gusta o no, y si te gusta y tienes curiosidad, eso no tiene edad”. El objetivo es estimular la curiosidad por lo que tenemos más cerca: nuestro patrimonio cultural local.

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