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Una pareja de lesbianas refugiadas pone voz al Orgullo andaluz: “En mi país no podía ir a una marcha LGTBI”

La manifestación del Orgullo de junio de 2017, en la plaza de la Encarnación de Sevilla

Javier Ramajo

“Jamás me vi participando en una marcha LGTBI”. María tuvo que huir con su pareja Elizabeth de un país que no aceptaba que se amaran. Hace año y medio hicieron las maletas y aterrizaron en Sevilla con la esperanza de poder seguir con sus vidas sin el miedo a expresar libremente su condición sexual. Ambas prefieren no sacar a la luz sus verdaderos nombres porque no se sienten aún con la suficiente fuerza para hacerlo, pero su anonimato en esas líneas no será óbice para que este sábado, en conmemoración del Orgullo, participen activamente en defender los derechos de las personas que, como ellas, han sufrido algún tipo de discriminación sexual.

Horas después de la llegada de los barcos del Aquarius, este miércoles se conmemora el Día Mundial de los Refugiados. Las protagonistas de esta historia se encuentran a la espera de que se resuelva su solicitud de asilo por orientación sexual e identidad de género. Desde finales de 2016 tienen la llamada 'tarjeta roja' que deben renovar cada seis meses, que aún mantiene en ellas cierta “incertidumbre”. Dan por superada la integración en España desde que personal de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Sevilla se hizo cargo de su caso, pero no ocultan las vicisitudes que han tenido que pasar, principalmente en su país de origen, El Salvador. Atienden a eldiario.es Andalucía en la sede de la Asociación Defrente LGTB Sevilla.

Su relato da solo una ligera idea de lo que ha tenido que pasar. “La homosexualidad no está penada en mi país pero en el aspecto social sí”, comenta. Llamadas anónimas y extorsiones en forma de notas de papel bajo la puerta de su casa . El colectivo LGTBI se ha convertido en diana de las maras, grupos violentos de jóvenes. “Yo me hacía visible en lugares donde podía hacerlo, pero empezaron a amanazarme con que lo dirían en mi trabajo. Aquellas amenazas se convirtieron luego directamente en agresiones físicas”. Cambios continuos de vivienda, amor a escondidas, miedo. “Decidimos que no valía la pena perder la vida”, recuerda María, que es periodista.

Sus denuncias ante la Policía “no tenían seguimiento” y “llegamos a la determinación de que teníamos que salir del país”. ¿Dónde ir? “En esos momentos no agarras el mapa y eliges destino. Teníamos alguna gente en España que nos podrían ayudar en los primeros tiempos. El idioma era también algo importante. Descartamos otro país de Latinoamérica porque nuestra condición tampoco está bien vista en muchos sitios”. Así, llegaron como turistas y empezaron una nueva vida, sin tener muy claro aún qué les deparará el futuro. “Es un poco difícil mirar al futuro cuando has perdido mucho pasado”, sentencia.

“Nunca me alejé de mi fe”

Alojadas en su momento en un piso de acogida con la ayuda de CEAR, compartiendo “vivencias” con otras parejas ahora viven de alquiler aunque tampoco les ha resultado fácil, cuentan. “El perfil de refugiado despierta ciertas dudas en las personas que alquilan su vivienda”. Sin nómina, refugiadas, “ha sido complejo lograr esa independencia” durante todo este proceso de acogida. Tampoco han podido aún “validar nuestros estudios o nuestras capacidades profesionales”, por lo que su integración laboral tampoco está resultando fácil.

Desde el punto de vista positivo en este año y medio, María resalta su involucración en organizaciones, tanto de apoyo a inmigrantes como del colectivo LGTBI, destacando el “beneficio personal y social” que les ha supuesto. Destacan a la asociación cristiana Ichthys. “Nunca me alejé de mi fe”, comenta, “de hecho no estaría viva si no fuese porque dios quiere”.

En ese punto de integración surgió la propuesta de participar este 23 de junio en la celebración del Orgullo de un modo especial, es decir, ayudando a visibilizar la realidad de las personas refugiadas desde el punto de vista de su orientación sexual. “Es significativo que nos hagan formar parte de esto. En Latinoamérica no es algo masivo, al menos en El Salvador, por miedo a represalias. Yo nunca fui a ninguna manifestación de ese tipo. Hay una lucha allá pero también cosas en contra como la inexistencia de leyes que garantices la seguridad o que los matrimonios homosexuales sean legales. Para eso queda aún mucho tiempo allá. Aquí hay cada vez más casos de personas que piden asilo por su orientación”, comenta.

Banderas arcoiris en la Alameda

El año pasado 'debutaron' en un Día del Orgullo y “fue muy gratificante”. Esta vez subirán al escenario a leer una parte del manifiesto del Orgullo de Andalucía.“Participar en el Orgullo es algo que tiene mucho valor. Aquí está normalizado y nos gustaría que fuese así en muchos otros países. Ver las banderas arcoiris en la Alameda como estos días o en edificios institucionales es algo impensable en muchos países de Latinoamérica. Es inevitable comparar y que nos genere cierta tristeza”, dice.

En todo caso, María está muy sensibilizada y ha trabajado en proyectos cortos de apoyo a personas inmigrantes, principalmente con labores de sensibilización en proyectos, en centros educativos de zonas de Sevilla con abundante población originaria de otros países para “desmontar estereotipos”. A Sevilla les une, según explican, “la unión cultural del sur con los países sudamericanos” pero “sobre todo nos ha acogido y nos ha abierto su mente y su corazón”.

“Es un honor poner voz al manifiesto aunque también una pena porque en nuestro país, por ejemplo, corres el riesgo de ser víctima si sales a una cosa así. En mi país no podía ir a una marcha LGTBI de este tipo”, apunta. María está terminando un Máster de Guión y tiene en mente hacer un documental que hable de todo esto, de la doble dificultad de personas refugiadas LGTBI. “Sé que hay gente que no, pero también sé que hay gente que lo ha superado y tiene la fortaleza de contar su experencia. Me gustaría servir de canal para esas personas que quieran explicar lo que han vivido”.

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