“Aquí tiene que haber una lucha denodada contra la exclusión, aquí no vale con un decreto”

La comisionada para el Polígono Sur, Mar González, durante la entrevista

Javier Ramajo

“Les puedo asegurar que pondré todo mi empeño en hacer un barrio del que un día toda la ciudad de Sevilla pueda sentirse orgullosa”. Las palabras de María del Mar González cuando en octubre de 2013 tomó posesión como comisionada del Polígono Sur no parecen haber perdido ningún sentido para esta profesora de psicología, de la que la que mucho debe tirar para tratar de darle la vuelta a un lugar donde conviven unas 36.000 personas y que siempre ha sido más conocido por estar “en las páginas de sucesos”. “Cuando la gente hace alianza afectiva, es más fácil que todo ocurra”, sentencia sin complejos sobre un barrio “obrero, acogedor, con ganas de normalizarse”.

Sin más competencia, ni menos, que la interlocución entre las administraciones y los vecinos de las seis barridas que conforman el Polígono Sur, a González se le ilumina el rostro durante la entrevista al hablar de la recién estrenada Factoría Cultural, “una oportunidad de permear las fronteras psicológicas del barrio” y un “foco de luz” a una zona de Sevilla con un 30-35% de población en exclusión. Esta se concentra sobre todo en la parte central y sur, en Martínez Montañés, la última barriada en construirse y, precisamente, la que cerró en los 80 el círculo físico del Polígono Sur donde ahora se ha levantado este edificio cultural que aspira a ser “ventana de cristal” para “acercar el barrio a la ciudad y la ciudad al barrio”.

Esa especie de mirador, de apertura, se abrió por primera vez el pasado jueves con el concierto de unos de sus nativos, Diego Amador, nacido en Las Tres Mil Viviendas, hermano de los Pata Negra. “Vamos a conseguir que el resto de la ciudad nos mire por un aspecto positivo”, asegura la comisionada al poner en valor y repasar “la riqueza cultural viva” de este barrio, sin olvidar al teatro. La Factoría “creemos que puede ser también un pivote en torno al cual hacer girar una estratégica económica, porque la cultura mueve millones, una industria auxiliar, etc. Nosotros soñamos con facilidad”. ¿Soñar porque la realidad es otra? “Nos han preguntado mucho por qué un edificio tan caro en un sitio tan degradado. Pues justamente para que deje de estar como está, para poner el foco en un sitio que merece belleza, oportunidad y desarrollo económico”.

Hablando de sueños, Mar González tuvo un profesor y un predecesor en el puesto que responden al mismo nombre: Jesús Maeztu. El actual Defensor del Pueblo Andaluz guió algunos de sus primeros pasos con tan solo 13 años en aquella asignatura de Sociales de 8º de EGB, en aquel colegio de Cádiz. Muchos años después, el maestro le cedió el testigo a la aprendiz para que intercediera y tratara de mejorar el futuro de miles de familias sevillanas que tuvieron como destino nacer en un lugar estigmatizado y periférico al que le cuesta salir de un letargo que dura ya demasiado tiempo.

El nacimiento del Polígono Sur surge de una importante operación urbanística llevada a cabo en Sevilla para dar respuesta a una situación de emergencia habitacional en la ciudad y en él se le ofreció alojamiento a un gran número de afectados por las inundaciones del Tamarguillo en 1961, el terremoto de 1969 y el desalojo de viviendas declaradas en ruinas en el casco antiguo de la ciudad. Justo en el momento en el que fueron ocupadas las miles de viviendas sociales levantadas en el lugar, comenzó la gestación de un gueto.

Seis barriadas de promoción pública (La Oliva, Las Letanías, Murillo, Antonio Machado, Martínez Montañés y Paz y Amistad) y las fronteras físicas que constriñen al Polígono Sur confieren entidad al conjunto del territorio respecto al resto de la capital hispalense. “La segregación urbanística nunca ayuda al desarrollo de los barrios”, apunta González, como tampoco ayudó en los 80 la llegada de la droga que inundó los extrarradios de las grandes ciudades, a la que Sevilla tampoco pudo escapar.

“Nuestra gente no se relaciona con las instituciones sino con las personas”

“Este es un barrio mártir, que sufrió muchísimo en aquellos años, porque la venta de droga trae mucha inseguridad. Hay una parte de esa generación que se fue, como se fue mucha gente en España. Es un barrio muy reivindicativo al que se le conoce mucho por sus debilidades pero mucho menos por sus fortalezas, con un movimiento vecinal muy fuerte que lleva luchando desde que existe el barrio. Hemos rescatado de la hemeroteca informaciones de hace 35 años donde ya se pedía una comisaría aquí para mejorar la seguridad del barrio”, comenta la comisionada.

Parece ya lejano aunque no tanto, el tiempo en que no entraba en el Polígono Sur ni la empresa municipal de limpieza ni los autobuses urbanos ni Correos ni la Policía Local. “Todo ella contribuía a la degradación absoluta del barrio, donde la vida era muy complicada”, recuerda la comisionada. Lo de la nueva comisaría ya es cuestión de empeño, además de uno de los compromisos adquiridos con el barrio, como el edificio Factoría Cultural. Hace justo un año, el Ministerio del Interior anunció que sacaba del barrio lo que iba a ser la construcción de una comisaría que una comisión interadministativa había acordada levantar en el centro del Polígono Sur. “El día que deje de creer que esa decisión no puede ser revertida pues a lo mejor no estaré aquí, porque no habré luchado por lo que tengo que luchar, pero seguimos pensando que se impondrán la cordura y el compromiso”.

Pero volvamos a los inicios. Tras algunos intentos locales con planes parciales a finales de los 90, la creación en 2003 del comisionado como figura de interlocución de las tres administraciones (Estado, Junta y Ayuntamiento) con la gente del barrio dio lugar al Plan Integral para el Polígono Sur, elaborado por el comisionado Maeztu entre 2005 y 2006. Aquello supuso un punto de inflexión, al recoger los problemas de la zona y proponer cómo resolverlos a través de un modelo de gestión y financiación basado en la coordinación de la acción pública y una planificación integral que definen y construyen vecinos, entidades, técnicos y políticos.

A las buenas palabras elaboradas en los despachos les siguieron hechos pero, lamentablemente, “los recortes” también afectaron, lógicamente, al Polígono. “Uno de los problemas de barrios como el nuestro y de otros de España ha sido la discontinuidad en las políticas. Aquí se estuvo trabajando con cierta estabilidad en los primeros años del Plan Integral pero la llegada de los recortes en materia de protección social supuso el fin de muchos proyectos. No había modo de financiarlos y, claro, la gente que había hecho alianza contigo, porque nuestra gente no se relaciona con las instituciones sino con las personas, con los trabajadores sociales, perdió esa relación”.

“Las personas en exclusión no visitan los centros sociales o las entidades como lo podemos hacer los demás. Están muy alejados de lo institucional, por lo que necesitamos tener equipos en la calle para acompañarlos, por ejemplo, en itinerarios de inserción social y laboral. Precisamente el mes que viene van a empezar a trabajar equipos concretos en las plazoletas de las zonas donde hay personas más excluidas, por la convivencia, por la educación y para enlazar con los servicios y que, cuando estos lleguen, ya haya estructura de proximidad creada. Es el proyecto que más nos ilusiona ahora mismo”, señala González.

Hasta poco antes de su llegada se había avanzado en reurbanización de las arterias del barrio, ante la degradación que había en equipamientos y servicios, y se había rehabilitado mucha vivienda pública, un total de 90 bloques. “Se había rehabilitado mucho en lo urbano pero menos en lo humano, si se me permite el juego de palabras. Teníamos que dotarnos de herramientas para ayudas a la gente a salir de la exclusión y eso todavía sigue siendo un reto. Hemos avanzado pero aún nos queda”.

“Ser un barrio como los demás”

La comisionada explica cómo desarrollan esa difícil tarea: “Hemos promovido mucho el trabajo en red en todos los servicios públicos y entidades privadas, en torno a proyectos comunes, involucrando a todo el mundo en las líneas estratégicas. Proyecto que llega, proyecto en el que se maximizan los efectos”. Y ejemplifica: “Conseguimos que el 36% de nuestros jóvenes en desempleo estuvieran de alta por ejemplo en la plataforma de Garantía Juvenil, cuando la media en Sevilla era del 22%. Eso antes no pasaba y ocurrió porque todo el mundo se puso a la tarea. Las propuestas que llegan aquí las aprovechamos. Además, se ha creado una red de entidades que trabajan con familias en exclusión. Compartimos proyectos y conocimientos, porque todo el mundo no puede ofrecer todo desde su entidad”, explica.

González también destaca la labor de los “profesionales comprometidos con el barrio”. “Prueba de ello es que, en los 16 centros educativos, el personal solía rotar mucho porque para muchos de los profesores este era el último destino que elegían. Ahora hay una convocatoria de puestos específicos para gente que quiere venir, con proyectos educativos innovadores y a quienes se les da continuidad si la evaluación es positiva. Eso nos ha permitido tener plantillas estables, que no es poco”.

El abandono escolar sigue siendo, en todo caso, un problema. “Nuestros centros educativos son la puerta de entrada de la mayor parte de los problemas del barrio porque han conseguido ser referente para nuestra población. Las familias se involucran y se ponen metas a las que llaman 'sueños'. Están presentes en el día a día de la escuela. Han abierto las puertas y el corazón, han hecho alianza con las familias. Este barrio tenía un 40% de absentismo de media y ahora vamos por el 15%. Ese porcentaje que resta me preocupa mucho. El cambio cultural es lo más complejo. Reurbanizar un bloque es tiempo y dinero, pero cambiar los hábitos de vida y de cuidado de un bloque necesita mucho más acompañamiento, más dedicación y mucho más tiempo y esfuerzos con continuidad”. González no escapa a datos como el “altísimo índice de analfabetismo”, del 26% en algunos barrios, cuando en España es del 1,6%.

¿Qué se ha conseguido y qué falta por hacer? “Normalización de servicios, construcción de equipamientos, reurbanización, gestión participada,... pero todavía tenemos una exclusión mayúscula a la que atender. Es así de claro. Y tenemos todavía unas necesidades ingentes aún de inversión en reurbanización y vivienda. Una parte de Martínez Montañés es un agujero negro, y ahí hay que invertir, acompañar y repensar qué se hace para que no sea el gueto que ahora mismo es. Parece que todo el Polígono Sur es igual, pero no”.

“Aquí tiene que haber una lucha denodada contra la exclusión, con un trabajo coordinado. Tenemos esperanzas puestas en la Renta Mínina de Inserción que acaba de aprobar la Junta porque es una oportunidad para enlazar a ese soporte vital un itinerario de inserción, como así lo define el decreto por el que ha salido, pero eso hay que organizarlo y articularse. Aquí no vale con un decreto. La gente de aquí me lo dice muy claro: 'Comisionada, o yo tengo una paguita para poder dar de comer a mis niños, o yo no me puedo sacar el graduado, porque yo tengo que estar buscándome la vida'. Ahora lo que hacemos es subsidiar la nada, porque no va ligado a un itinerario de inserción, sino que la administración da un dinero para paliar la situación de pobreza en la que se encuentra pero no sirve para transformar esa realidad”.

Mar González concluye que “Polígono Sur es un barrio que ha luchado mucho y sigue luchando mucho por su transformación, por su normalización, por cumplir su sueño de ser un barrio como los demás, con su idiosincrasia pero con los mismos derechos y la misma dignidad que el resto de los barrios de Sevilla. De que este barrio salga adelante también depende que Sevilla salga adelante. No hay ciudad exitosa con barrios fracasados, y Polígono Sur no debe serlo, porque tiene una vocación muy clara por tirar 'palante' y Sevilla sin duda se va a beneficiar de que así sea. Es tarea de todos”.

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