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Territorio Paco de Lucía

Wert traslada el pésame del Gobierno a la viuda de Paco de Lucía y resalta su "virtuosismo"

Lucrecia Hevia

Ha muerto Paco de Lucía. En la playa. Era Cancún (México). Pero bien podía haber sido Cádiz. Lo importante es que era una playa, había mar, pesca y estaban sus hijos. Parece que le ha sorprendido un infarto. Pero es una de esas muertes que traen pena y herencia. Una herencia musical y universal. Con reconocimiento, el de haber llevado el flamenco de punta a punta: de Japón a EEUU; de la gente del pueblo al Teatro Real elevando el flamenco a una categoría más que merecida. El haber creado un territorio nuevo en la música: el territorio Paco de Lucía.

“Paco de Lucía, cuando tenía ocho años, se sentó en una silla con todo el fardo de su infancia a la espalda. Empezó a hacer escalas, arpegios, trémolos, acordes, rasgueados... Han pasado los años. La guitarra flamenca, gracias a Paco de Lucía, habla con un nuevo lenguaje. Un lenguaje expresivo y emocional infinitamente más complejo y más grave que el que tuvo jamás. En el rostro de Paco de Lucía, por entre la energía, la bondad, la inocencia, asoman los zarpazos de la angustia y la devastación”. Lo escribió el poeta Félix Grande, en “Paco y Camarón” y lo recogió el escritor y periodista Juanjo Téllez en la biografía del guitarrista “Paco de Lucía en vivo”.

“Sólo tenía 66 años”, se ha escuchado hoy en muchas tertulias de radio al conocer su inesperada muerte. Pero es lo que pasa cuando tu vida empieza tan pronto, que sorprende que no seas aún tan mayor. Es lo que pasa cuando creces rápido porque tu padre te hace ensayar muchas horas a la guitarra desde niño, y estás presente en la memoria musical de la gente desde siempre. Aunque para la música, tanto sacrificio mereció la pena. Y para el flamenco que creció con él y con su matrimonio musical con Camarón en los sesenta. Porque no hay flamenco sin Camarón y Paco de Lucía, y va a ser casi imposible quitarles su sitio en ese olimpo. Y porque no hay historia de la guitarra que no mencione su nombre.

Un nombre que era artístico y de barrio. Porque él se llamaba Francisco Sánchez Gómez, pero todos le conocían en La Bajadilla algecireña como Paco “el de Lucía”. La guitarra casi nació con él pero su carrera musical empezó a los 12 años en un concurso y, paso a paso, se acabó convirtiendo en el mejor guitarrista de la historia. Y pese a todo, decía en las entrevistas que, en sus viajes, “siempre me encuentro con gente que hace cosas increíbles en la música”.

Y por eso, por ese afán de conocer, de ampliar, de crecer, tocó el jazz, el blues, el pop, y un largo etcétera rompiendo el purismo flamenco e inventando un territorio nuevo. El de Paco de Lucía. Hasta con un instrumento nuevo que hoy parece flamenco de toda la vida, el cajón, de procedencia afroperuana.

Vendió discos: en su biografía hay una treintena de discos, desde el 'Friday night in San Francisco', grabado con John McLaughlin y Al Di Meola, del que se vendieron más de un millón de copias, a su último trabajo 'Cositas Buenas', del año 2004.

Tuvo reconocimiento en vida: el Premio Nacional de Guitarra de Arte Flamenco, el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2004 o la Medalla de Oro al Mérito en ls Bellas Artes. Fue, además Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz y por el Berklee College of Music.

Y ahora ha muerto en la playa. Hay un lamento unánime en España, en todo el mundo musical. Porque para el que arriesga y es capaz de conquistar territorios desconocidos y enseñarlos, no hay agradecimiento que sobre.

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