El museo Virgen de La Peña de Graus: un homenaje al arte sacro en pleno Prepirineo aragonés
Para el que no lo sepa, un icono es según la RAE una “representación religiosa de pincel o relieve, usada en las Iglesias cristianas orientales”. Imágenes que muestran retratos o representaciones de la vida de Jesucristo, la Virgen María y otros santos pintados, normalmente, en tablillas de madera y con un estilo muy particular. Así, este término deriva del griego 'eikon', una palabra con doble significado: se traduce tanto por 'imagen' como por 'ídolo'. Los iconos surgieron entre los siglos VIII y IX, tras la crisis de la iconoclastia en el Imperio Bizantino, un movimiento político-religioso que prohibía las imágenes sagradas.
De este modo, resulta particular que la localidad oscense de Graus, en concreto su basílica de la Virgen de la Peña, tan famosa que ha salido hasta en Netflix, acoja un museo dedicado a estas representaciones. “Ante el movimiento de inmigración de rumanos, ucranianos y búlgaros, el obispo Don Ambrosio animó a Cáritas para ver qué necesitaban, y empezamos a hacer la oración por la unidad en la Virgen de la Peña”, comenta Costancio Arigita, responsable del museo, junto a Icíar Vázquez. Esta colección es única en Aragón y muy particular en nuestro país: “En España hay un museo, como idea clásica de museo, que está en Torrejón de Ardoz. Luego hay colecciones de iconos de particulares como la de Silos y la que está en Montserrat”, explica Arigita.
Más allá de la imagen
“Un icono no es un cuadro, ni pretende serlo. Ellos lo defendieron como Palabra de Dios”, relata. Asimismo, lo define como una puerta que comunica dos espacios, lo sagrado y lo profano, así como una invitación a la conversión. “En mi opinión, más que la talla de Semana Santa que busca que nosotros accedamos a lo sagrado, el icono pretende que nosotros dejemos que lo sagrado acceda a nosotros”.
En lo que respecta a la técnica, el icono suele pintarse sobre madera, es un temple al huevo; aunque en el museo grausino se llegan a encontrar piezas plasmadas sobre piel de cabra. No obstante, los iconos más antiguos se representaron con cera derretida, como en la pintura encáustica. Hoy en día, calcula Arigita, habrá unos 50 en el mundo de estas características: “El icono se apoya en la iconografía griega y en la de El Fayum egipcia. Todo el cristianismo se monta sobre esas dos piernas, pero al final es darle un sentido. Los retratos de El Fayum se ponían sobre la momia el tiempo que estaba en la casa. Una vez la momia se enterraba, esa máscara la dejábamos en casa y era un recuerdo del difunto, idealizado y a mitad de camino; de ahí la desproporción y la mirada siempre de frente”.
De esa mirada y desproporción, también presente en los iconos, reflexiona Arigita: “Si tú eres creyente occidental, al final, vas a usar la idea neoplatónica de que la idea transparenta la bondad. Si es buena, luego tiene que ser guapa. Mientras si eres oriental, dices que en la fealdad, en la desproporción, en eso de que casi nos disgusta mantenerles la mirada, es el Dios de Jesús el que sale a nuestro encuentro; por lo que esa imagen va a ser diferente”. De hecho, Arigita incide: “Nuestras imágenes tratan de recordar qué pasó; mientras que el icono nos habla de algo que no conocemos, que hemos conocido en Jesús y hemos conocido además de una manera imperfecta, irreal”.
El museo
Rumanía, Grecia, Rusia, Ucrania, Bulgaria, Estonia, Lituania, Serbia, Macedonia, Egipto, Etiopía… son algunos de los orígenes de los iconos que alberga este museo nacido en el 1996, hace casi tres décadas. Un museo que, por otro lado, “no pretende un discurso devocional ni fervoroso”. Y es que, de acuerdo con Arigita, “el icono es la imagen que intenta detener la imaginación para no caer en imaginería”.
Son cientos las piezas que Arigita junto a Vázquez han ido recaudando en esta -nunca mejor dicho- icónica colección. Pero él matiza: “No es un museo al uso, no ha buscado piezas caras -que la gente llama relevantes-, porque el interés no es asombrar; sino que la gente se vaya a casa diciendo ¿qué he visto?. Nosotros intentamos suscitar preguntas. Y lo que más nos alegra es que vuelve mucha gente”. Así, calcula que cuentan con unas 4.000-6.000 visitas por año. En verano, están abiertos todos los días y, ahora en invierno, durante los fines de semana. La visita guiada es completamente gratuita.
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