El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Sin permiso del alcalde
ya está la ronda en la plaza
que la jota es mucha cosa
pa pedir permiso a nadie.
Salió al balcón la rondalla del cine dispuesta a dar comienzo a las fiestas. No defraudó un pregón que tenía todos los ingredientes propios del género: hablar bien del lugar; apelar a lo popular; compartir el sentimiento personal por la fiesta; adorar a la patrona y reivindicar una ciudad mejor. Un pregón más hasta que un gesto lo cambió todo. El gesto de quien debe confundir a estas alturas un pregón con un bando.
Chiqui chiqui chi, chiqui chiqui chi, qué suerte tenemos
los aragoneses con la Pilarica, la jota y el Ebro
tururururú, qué envidia nos tienen en todo Madrid
que no son tan nobles ni burros ni pobres como los de aquí.
Poca jota de ronda habían escuchado en ese balcón si sonó a osadía dedicar una frase a defender algo que beneficia a toda la ciudadanía: médicos y profesores en lo público, espacios de ocio para los jóvenes y paz. Ni sorna ni elegancia tuvo la rabieta posterior que consiguió lo que ninguna de las campañas de presentación de los Pilares en Madrid: que en los medios nacionales se enteraran de que estamos de fiestas.
Zaragoza es inmortal por su heroísmo y su valor
en la historia hay un lugar para ese pueblo que no se rindió.
Nada noble, ni heróico ni leal fue el comportamiento de algunos representantes políticos en el consistorio que se ausentaron físicamente o se escaquearon con escaso disimulo, cambiando el ceremonial, para hacer un feo vergonzoso a la representante de la Casa de Palestina en Aragón que protagonizó un emocionante discurso alabando a Zaragoza y a la paz. Qué paradoja que la ciudad que ganó sus títulos resistiendo al invasor desprecie de esta manera a un pueblo que resiste a duras penas la ocupación israelí y un genocidio que ya cumple dos años y cuenta sus muertos por miles.
Contra el invasor, Zaragoza en pie
con gran corazón defendió su honor
y fue una mujer que al frente salió
y con decisión disparó el cañón.
Zaragoza no es la islamófoba que pintan los matones que acosan a la Casa de Palestina, es la que se muestra orgullosa de las tres culturas que han convivido a lo largo de los tiempos y del legado que nos dejaron y nos identifica. Zaragoza no es la pusilánime del discurso vacuo que pretenden algunos, es la de la crítica social de Goya, la del surrealismo transgresor de Buñuel, la del pacifismo de Amparo Poch o la de la honestidad de Labordeta. Zaragoza es la sensibilidad y el talento de Palomero, Macipe y Ortiz y la de su determinación para defender en su pregón una ciudad en la que quepamos todos. A Zaragoza o al charco.
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