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Uno de los contratos de investigación con más prestigio lleva a las científicas a renunciar al permiso de lactancia

Esta investigadora baraja presentar una queja formal ante el Ministerio de Economía

Marta Salguero

Zaragoza —

Lleva una década dedicada a la investigación científica. Ha trabajado en algunas de las universidades más prestigiosas de Europa y ahora, después de esta experiencia internacional, regresa a España para continuar con su labor investigadora especializada en Historia. Pero lo hace con cierta desazón al comprobar que las condiciones laborales en su país no equivalen a las que ha encontrado fuera, algo que dada la situación personal que vive en estos momentos le afecta todavía más. A punto de dar a luz, esta investigadora, quien prefiere no desvelar su nombre, no sale de su asombro al comprobar que su contrato, uno de los más prestigiosos en España para la investigación, no contempla la suspensión por permiso de lactancia, lo que califica como una auténtica discriminación.

“Conseguir este contrato es muy difícil, he tenido que acreditar muchas cosas. De mi especialidad, solo han salido tres en toda España”, apunta. Lo más sorprendente para ella es que un contrato de investigador tan prestigioso como el Juan de la Cierva, con unos requisitos tan exigentes, no ofrezca después al trabajador disfrutar del permiso de lactancia en bloque. Es decir, sumar los quince días por este concepto a las 16 semanas de la baja de maternidad, una práctica habitual para poder dedicar más tiempo al cuidado de los hijos en los primeros meses de vida.

Su contrato, que es de acceso al sistema español de Ciencia, se enmarca en el Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica 2013-2016 del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad en la categoría Juan de la Cierva-incorporación. Aquí se especifica que la suspensión del contrato por las causas previstas en la Ley del Estatuto de los Trabajadores no comporta la ampliación de su duración salvo en las situaciones dispuestas en la resolución de la convocatoria de ayudas Juan de la Cierva. Ahí solo se contempla la interrupción y prórroga del contrato por riesgo durante el embarazo; maternidad o paternidad; riesgo durante la lactancia de un menor de nueve meses o por adopción o acogimiento.

Por ello, esta historiadora, que comenzó el 1 de mayo a trabajar para la Universidad de Zaragoza con este contrato, estudia presentar una queja formal al Ministerio de Economía y Competitividad para mostrar su malestar e intentar cambiar estas condiciones. No lo hace solo por ella, sino por el resto de compañeras que se ven en su misma situación y que con anterioridad se han visto obligadas a interrumpir la lactancia de sus hijos - recomendada por los pediatras al menos hasta los seis meses- por la incorporación al trabajo a las 16 semanas de la fecha del parto.

Fuentes del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad explican que la lactancia no está incluida en los supuestos de interrupción porque no es una suspensión del contrato, como la baja de maternidad, sino un permiso regulado en el artículo 37.4 del Estatuto de los Trabajadores. Estos son disfrutados sin suspensión de contrato, por lo que “no procede la prórroga de la ayuda, de igual manera que no se prorroga la ayuda si durante su ejecución hay permisos por vacaciones o matrimonio”. No obstante, añaden que, aunque no se suspenda el contrato, el periodo de lactancia sí está amparado dentro de la ayuda económica como lo están las vacaciones o el resto de permisos recogidos en el Estatuto de los Trabajadores.

“No dan ninguna facilidad para la maternidad”

Esta respuesta no es suficiente para esta investigadora, que ve una clara discriminación en las condiciones laborales. Al no poder acumular la lactancia, deberá incorporarse al trabajo cuando acabe su baja de maternidad sin poder sumar los 15 días del permiso de lactancia. Si lo hiciera así, la cuenta atrás de su contrato de dos años comenzaría a rodar y dispondría de menos tiempo para cumplir los objetivos de su investigación. Es decir: por quedarse embarazada y querer disfrutar de la lactancia, ella se ve en  una situación de desventaja respecto a otros trabajadores con este contrato, porque dispondría de 15 días menos para hacer su trabajo.

“Después de trabajar tantos años fuera de España como investigadora, con unas condiciones laborales estupendas, llegas a tu país, donde todo el mundo te pide que vuelvas, y no tienes derecho a sumar los quince días de lactancia. No sé quién habrá redactado esto, pero no dan ninguna facilidad para la maternidad o la paternidad”, comenta.

Sin poder acumular la lactancia, deberá incorporarse al trabajo en cuanto acabe su baja de maternidad y hacerlo a pleno rendimiento. De lo contrario, afirma, sus opciones para conseguir el siguiente contrato se verán reducidas. “El objetivo siempre en esta carrera de investigación en la que tan difícil es conseguir una estabilidad es lograr el siguiente contrato”. En el mejor de los casos, el siguiente sería el Ramón y Cajal.

Apoyo de la Asociación de Mujeres Investigadoras

Por su parte, desde la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) defienden que los contratos de investigación tengan las mismas condiciones que el resto de empleados. “No nos cabe duda de que la Secretaría de Estado de Investigación que está concienciada con estos temas tomará cartas en el asunto para aportar una solución”, apunta la secretaria general de AMIT, Carmen Fenoll.

La afectada, doctora en Historia por la Universidad de Zaragoza con un acreditado curriculum como investigadora, ha trabajador en distintas universidades europeas, por lo que puede comparar experiencias. Y lo hace. Tuvo una beca postdoctoral Marie Curie en la Universidad Libre de Bruselas - donde había guardería para los hijos de los empleados-, que le llevó a trabajar durante estancias temporales en Francia e Italia.

Hasta este mes de abril ha trabajado para un proyecto de la Universidad de Oxford contratada por un equipo de investigación de la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Debido a su embarazo, ha podido desempeñar parte de este trabajo desde España.

“Llegué a un acuerdo con mi coordinadora, ella tuvo problemas con su permiso de maternidad y no quería que nadie de su equipo pasara por lo mismo. De hecho, todas somos mujeres y todas hemos tenido embarazos”, precisa.

Las diferencias son “enormes” si se comparan los contratos de investigación que se hacen en España con el de resto de países europeos. No en el sueldo, también en la estabilidad. “Compañeros de mi edad, con mi formación y experiencia, tienen ya contrato fijo en países como Bélgica, Francia y Reino Unido”, ahonda. Lo cierto es que ella conocía esta realidad, sabía que en España su sueldo iba a ser inferior y que ganarse una estabilidad le iba a costar más tiempo. Lo que no se esperaba es que en la práctica no iba a poder dedicar a su hijo recién nacido el mismo tiempo que muchos trabajadores españoles sin renunciar a una parte de su contrato.

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