El templo budista de Panillo: 40 años de paz y transformación espiritual en el Pirineo aragonés
A quienes les atraiga la cultura oriental, el Prepirineo altoaragonés ofrece un rincón único que en 2025 está de aniversario: esta semana, el templo budista de Dag Shang Kagyu, en el núcleo de Panillo –perteneciente al término de Graus–, ha celebrado su 40 aniversario. En estas cuatro décadas, la misión de este recinto ha sido compartir el ‘dharma’ y acoger a quiénes buscan una vida más compasiva. Su fundador fue el maestro Kyabje Kalu Rinpoche.
Con apenas cuatro habitantes, en 1984 nació la espiritualidad en Panillo. Desde entonces, este espacio acerca a los visitantes al budismo a través de su fiel arquitectura, las visitas guiadas, los retiros espirituales y los cursos impartidos por verdaderos Dalai Lamas. Unos encuentros en los que enseñan este dogma de diferentes escuelas, en especial de los linajes Dagpo, Shangpa y Kagyu.
La celebración del aniversario, el pasado martes 12 de agosto, consistió en una jornada de puertas abiertas con un variado programa que incluyó la práctica del yoga y el chi kung, un ejercicio que trabaja la mente, el cuerpo y el espíritu, y a su vez ayuda a reducir el estrés, conseguir la relajación y el equilibrio. También se organizó una visita guiada, una meditación en castellano, una charla con el lama Drubgyu Tenpa –guía espiritual de este lamasterio– y la práctica de Chenrezig, el buda de la compasión.
La enseñanza y práctica del budismo tuvo su auge a finales de los setenta en España, época en la que se crearon varios templos en la península. Entre los más destacados, además de Dag Shang Kagyu, está el monasterio budista Sakya Tashi Ling en El Garraf, Barcelona; la Estupa de Iluminación de Benalmádena (Málaga) o el centro de retiros O Sel Ling en Órgiva (Granada).
El situado en la provincia altoaragonesa aparece en la lista de los más solicitados para el aprendizaje del budismo tibetano, ya que está diseñado en dos espacios relacionados entre sí aunque independientes. En una zona, para la visita del público, se ubica el templo, la estupa (monumento espiritual) principal y varias estatuas. Mientras, para las enseñanzas hay reservada otra zona privada de al menos unas 100 hectáreas, en las que se ubican la comunidad residente, los lamas y los voluntarios. Allí se realizan retiros de corta y larga duración por lamas que vienen desde Nepal a formar a otros. En ese espacio no se permite llevar ni teléfonos móviles ni hay acceso a la tecnología, con el objetivo de “propiciar una conexión genuina con el ‘yo’ interior”, según explica el guía turístico Antonio García. En este sentido, también se programan cursos dirigidos a los diferentes niveles de estudio de esta creencia y otros de disciplinas afines como la medicina tibetana, el Tai Chi, el Chi Kung, los masajes y el yoga.
El espacio posee un atractivo peculiar debido a que entre sus atracciones más genuinas se distinguen 108 molinillos de oración pequeños, un gran molino de oraciones y figuras representativas del budismo. La visita guiada ayuda al visitante a comprender la esencia del budismo. Por ejemplo, Guru Rinpoché que significa ′Maestro Preciado′ y es considerado el fundador del budismo tibetano. La escultura de Tara, por su parte, en lenguaje tibetano quiere decir salvadora o protectora: la que posee la fortaleza para impedir los miedos, el no tener lo que deseamos y perder lo que tenemos; es la representación de la feminidad, la tierra, la reproducción y la abundancia.
Situada en el centro de la instalación se ubica la estatua del Milarepa, un yogui errante del Tíbet, cuyo nombre significa: ‘Mila, vestido de algodón’. Su historia se basa en superar el sufrimiento y la culpa a través de la entrega espiritual, “para que todo el mal que causó no le repercuta en futuras existencias (karma)”, explica el guía. Su posición es estratégica, en el centro del terreno, para simbolizar la transformación a través de la meditación y la superación del sufrimiento mediante una vida espiritual intensa. A su alrededor se encuentran prendas personales depositadas por los visitantes.
El Buda tumbado, otra figura del budismo, está aparentemente descansando, aunque en realidad simboliza la muerte como la liberación final del sufrimiento y renacimiento, más allá de su causa física. Con su postura, lo que intenta trasmitir es la sensación de paz y tranquilidad desde su propio interior.
El templo de Dag Shang Kagyü en Panillo no es solo arte religioso, sino un símbolo vivo del camino budista y supone una mirada consciente, una pausa introspectiva en tiempos tan acelerados. Todo ello se levanta sobre el paisaje aragonés para ofrecer un punto de encuentro y transformación interior. Los testimonios de quienes lo visitan hablan por sí solos.
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