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Sofía y María del Carmen: dos generaciones unidas para vencer a la soledad en las residencias

El programa 'adopta a un abuelo' ya ha acompañado a un total de 3.500 personas mayores

Naiare Rodríguez Pérez

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El programa 'Adopta a un abuelo' es un voluntariado en el que se conectan a una o dos personas jóvenes con una persona mayor que está en una residencia. El joven va a visitarla cada semana, dependiendo de su disponibilidad, para pasar tiempo juntos y así conseguir que dos generaciones diferentes se unan y luchen contra la soledad.

Sofía Villa, una joven de 24 años que nació en Ejea de los Caballeros y que ahora es periodista, no dudó en comenzar con ellos al estar interesada en realizar un voluntariado de este tipo y ver que esta opción “ayudaba a mejorar la vida de una persona mayor de manera considerable”.

“Me gustó mucho la idea de, simplemente, acompañar. En otros voluntariados las tareas eran más encorsetadas como ayudarle a bañarse a esta hora, hablar un rato, ir con ellos de paseo… Que también son necesarias y preciosas, pero me gustó la idea de vernos y dejarnos llevar. De hablar sí queríamos hablar, leer si queríamos leer, estar calladas si lo necesitábamos”, admite Villa.

El procedimiento para formar parte de este grupo comienza con el envío de un vídeo hablando sobre ti y explicando los motivos por los que quieres estar en el proyecto. Después, se rellena un test en el que preguntan acerca de gustos, aficiones e intereses más personales, mientras que a los más mayores se les realiza otro para saber qué es lo que buscan y quieren hacer con aquellos jóvenes que acudan con ellos.

Decía que era su octava nieta y me contó toda su vida, aunque siempre quería escucharme a mí

Según comparte Sofía, la relación entre ella y María del Carmen, de 87 años, “era muy estrecha”. “Decía que era su octava nieta y me contó toda su vida, aunque siempre quería escucharme a mí”, recuerda la joven, que iba a verla tres horas a la semana al centro Orpea de Zaragoza, ya que estaba estudiando el Grado en Periodismo en la Universidad de Zaragoza y los horarios no le permitían hacerlo de manera más frecuente. 

Ambas pasaban el tiempo jugando al dominó, hablando, haciendo crucigramas y sopas de letras, y también quejándose de “los estudios y de la comida de allí”. Del mismo modo, lo hacían los demás voluntarios con los que “se formaron parejas totalmente unidas” y sobre los que los trabajadores de las residencias “solo podían decir que el ánimo de los abuelos que formaban parte del programa había mejorado de forma exponencial”.

Para la periodista, que también es profesora de español como lengua extranjera, lo más importante de esta experiencia era el “amor de verdad y puro” que se transmitían, ya que María del Carmen le preguntaba qué había hecho durante la semana, qué planes de futuro tenía y quería saber sobre su familia acordándose de todo, “incluso del viaje que le conté de hacía tres años”. “¿Cómo una persona que no recordaba lo que comía el día anterior se acordaba de toda mi vida? Eso es amor”, asegura.

En esta misma línea, la joven de Ejea de los Caballeros destaca que María del Carmen le decía que “había rejuvenecido 20 años” y que ella vivía su vida esperando cada semana el día de su reencuentro para “seguir haciéndolo”, algo sobre lo que opina que las personas mayores “se deben sentir queridas, importantes y útiles” en cada etapa a pesar de haber momentos en los que le confesaba “sentir ya no valer nada” y estar “desconectada” del mundo real.

“El mundo avanza, pero ellos no lo hacen con él”

En España, actualmente, más de dos millones de mayores viven solos y 360.000 lo hacen en residencias, de los que el 60% no reciben visitas. Por ello, desde 'Adopta a un abuelo' han dado un paso más allá en su cuidado y visibilidad con una aplicación que conecta con los mayores, charlas inspiracionales con maestros de vida, envío de cartas a residencias, videollamadas o afterwork de cañas con abuelos. Hasta este momento han acompañado más de 44.000 horas a un total de 3.500 abuelos. Esto se debe al trabajo y compañía de 5.000 voluntarios repartidos por todo el país.

“Siempre me ha gustado estar cerca de las personas mayores, escucharlas, hablar, pasar tiempo con ellas… Creo que me entiendo bien con este colectivo y nos aportamos mucho. Me siento cómoda a su alrededor y aprendo muchísimo”, explica Villa. Ella también considera que estas personas actualmente “no son prioridad y, por lo tanto, no se vela por sus necesidades” más allá de “cuando se trata de algo muy específico como el Día del Abuelo o algún reportaje esporádico”. Aun así, según confiesa, cuando se representan, “se hace con estereotipos y prejuicios”, lo que, para la Organización Mundial de la Salud, se denominaría “edadismo”.

En las palabras de Sofía, “el mundo avanza, pero ellos no lo hacen con él” debido a que “no se les tiende la mano y no se les pregunta ni explica” como sucede, por ejemplo, con la digitalización de todo que, aunque es parte del problema, no es la base. “No es normal que vayan a un banco y se les trate mal por no saber hacerlo, de inútiles, de incordios y no se les ayude de ninguna manera”, apunta.

No solo en estos espacios, sino que, muchas veces, las residencias se ven como “un lugar en el que están cuidados en cuerpo y mente”, olvidando “el corazón y el alma”. Por este motivo, para Villa el voluntariado “rompe con la soledad” y “sería muy necesario” que la gente se animara a realizar el programa, sobre todo, después de una pandemia en la que “nos hemos distanciado como personas y muchos de ellos no han tenido ningún contacto durante meses apagándose lentamente”.

Actualmente, ya no forma parte de este voluntariado ya que, además de residir en Sevilla, lo tuvo que dejar por motivos de incompatibilidad laboral y preferir que su sitio “fuera destinado a un voluntario que de verdad pudiera dedicarle más tiempo”. Aun así, no olvida el momento en el que le dio una sorpresa a su abuela adoptiva por su cumpleaños regalándole una foto de ambas y una carta. Además, también recuerda que, cuando dejó el voluntariado, llamó a la residencia y María del Carmen “lloró de alegría al pensar que ya no la recordaría”.

Un sentimiento que se repite en los más mayores, que luchan contra la soledad y el paso del tiempo y que “se quedan atrás cuando se habla de avanzar”. Además, las residencias son espacios alternativos para las etapas “más complicadas” de las personas mayores y en las que tienen que volver a “aprender” y adaptarse, aun cuando apenas pueden moverse o recordar el motivo y la causa que los llevó hasta allí. Algunos de estos lugares no solo se han visto afectados a raíz de la pandemia con el fallecimiento y “abandono” de los residentes, sino que tienen un virus más peligroso que convive con ellos desde hace tiempo y se llama olvido.

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