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El triángulo de hielo turolense se deshiela

Participantes en en la primera andada del frío el pasado domingo en Fuentes Claras, Teruel.

Plácido Diez

Fuentes Claras, Teruel —

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Alrededor de 200 personas participaron el pasado domingo en Fuentes Claras en la primera andada del frío, organizada por la asociación deportiva “Kuadrones” para conmemorar los 56 años de la temperatura más baja registrada en España en zona poblada: 30 grados bajo cero el 17 de diciembre de 1963.

Hubo andadas, de 7 y de 14 kilómetros, foto de grupo junto a la estación meteorológica, comida popular y mercadillo artesanal y de bizcochos caseros en el pabellón municipal. Todo a beneficio de Aspanoa, la Asociación que trabaja en Aragón para mejorar la calidad de vida de los niños con cáncer.

Día soleado, temperatura suave y por el recorrido algún adelantado podando ya los almendros mientras que todavía sobreviven las rosas y los insectos en los jardines y huertos

Unas imágenes que revelan con rotundidad, 56 años después, las consecuencias de la guerra contra la naturaleza, del cambio climático, que los Gobiernos, en especial los de los países más contaminantes, no se quieren tomar en serio como se ha demostrado en la reciente cumbre de Madrid impulsada por Naciones Unidas.

Recordaba el presidente de la CEOE de Teruel, José Antonio Pérez Cebrián, que ese día no fuimos a la escuela. Teníamos entre cinco y seis años, las viviendas se calentaban con estufas de carbón y con la gloria, un modo de calefacción de origen romano que consiste en quemar leña debajo del suelo de una única estancia donde se agrupaba toda la familia, y las camas con ladrillos previamente templados al fuego y bolsas de goma con tape de rosca de agua muy caliente.

Aquella noche del 17 de diciembre de 1963, en vísperas del solsticio de invierno, dormimos bajo la temperatura más baja en zona habitada en España desde que hay registros oficiales, finales del siglo XIX.

Treinta grados bajo cero medidos en Fuentes Claras en el paraje conocido como “Carrabañón”, a unos 7 kilómetros de Calamocha, en la estación meteorológica situada junto al radiofaro para vigilar las condiciones atmosféricas que permitieran a los aviones del pasillo aéreo Madrid-Barcelona seguir la ruta programada.

En el pueblo todos conocíamos como el VOR a esas instalaciones propiedad de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) que abrió el ministerio del Aire en la década de los 40, a la vez que las de Molina de Aragón.

Eran unos tiempos en los que la televisión se veía en comunidad porque era un bien escaso en el medio rural, en los que los hombres del tiempo de la única cadena de televisión en blanco y negro y con muchas interferencias/rayas, Mariano Medina y Eugenio Martín Rubio, utilizaban tiza, punteros y mapas sujetos en un atril en los que ellos mismos habían dibujado las borrascas y los anticiclones.

Tiempos en los que se jugaban y afeitaban el bigote si fallaban en sus predicciones. Todo era más sencillo, más concentrado y menos espectacularizado, y en aquellos páramos turolenses todos idealizábamos la resistencia a la adversidad.

Uno de los testigos de aquel récord histórico, Manuel Villamón, contó al periodista y meteorólogo Vicente Aupí que tuvieron que utilizar un soplete para descongelar la verja que daba acceso al instrumental de medición, a la garita de los termómetros, y que, tras alguna duda, su bigote escarchado le convenció de que la temperatura que había apuntado era real.

Un anticiclón cerca de Islandia, una borrasca en el Mediterráneo, un valle abierto a más de 900 metros de altitud, circundado por medias montañas, un temporal de nieve, una masa de aire polar, una noche despejada y calmada, causaron aquella temperatura siberiana en unas llanuras y parameras, bautizadas por el divulgador meteorológico Vicente Aupí como “el triángulo de hielo” (Calamocha-Molina de Aragón-Teruel), que durante el siglo pasado y lo que va de éste han registrado más de un centenar de mediciones de 20 grados bajo cero.

Sin ir más lejos, la Navidad de 2001 se registraron -25 y, mirando hacia atrás, -28 en Monreal del Campo el 4 de enero de 1971 y -28´2 en Molina de Aragón el 28 de enero de 1952. Aún recuerdo a mi padre esa Navidad de hace 18 años calentando con un soplete las puertas metálicas de la cochera para que pudiéramos meter el coche. Un “triángulo de hielo” en el que la temperatura media anual no llega a los 11 grados.

Fue un año, 1963, de grandes acontecimientos históricos. Veinticinco días antes del -30 en Fuentes Claras habían asesinado en Dallas a John Fitzgerald Kennedy, el primer presidente católico de Estados Unidos que se había ganado el corazón de las familias españolas.

Un presidente que pocos meses antes había pronunciado, ante decenas de miles de berlineses, la frase “Yo soy berlinés” (cualquier parecido con la relación de Trump con la Vieja Europa es pura coincidencia).

Ese año habían fallecido el Papa Juan XXIII, el de la encíclica preventiva contra la Guerra Fría, “Pacem in terris”, Robert Schuman, uno de los padres de la actual Unión Europea, y dos grandes escritores españoles en el exilio: Luis Cernuda y Ramón Gómez de la Serna.

En Washington, Martin Luther King había reunido a 250.000 personas en la Marcha por los derechos civiles, reclamando un país sin racismo. En Italia lloraban una espantosa tragedia, los más de dos mil muertos al desbordarse una presa. De una huelga en las cuencas mineras asturianas había nacido Comisiones Obreras.

Y, sin conmemoración ni márquetin alguno, se quedó durante décadas en la memoria de los fuentesclarinos como una prueba de resistencia al frío siberiano para consumo interno en un pequeño pueblo del Jiloca Medio.

No eran todavía tiempos de marcas globalizadas ni de redes sociales, más bien de cartas de felicitación y de participaciones de lotería compartidas a través de Correos con los familiares que vivían lejos.

Fuentes Claras, en cuyo término municipal estuvo el observatorio Calamocha-Fuentes Claras desde 1951 hasta 1980, es el municipio líder en la clasificación nacional del frío.

Un registro que los fuentesclarinos comparten con el “triángulo de hielo” (Calamocha-Teruel-Molina de Aragón), una marca creada por el periodista, meteorólogo y divulgador Vicente Aupí, que tiene su propia estación meteorológica en Torremocha, que define muy bien la resistencia de la España despoblada, de la España del silencio, de la España bajo cero, en los albores del desarrollismo. 56 años después vamos camino de que acabe siendo el “triángulo del deshielo”.

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