Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

De trabajar en un hotel de lujo en París a levantar uno de cinco habitaciones en un pueblo con 30 vecinos

Exterior del Hotel Tierra del Buxo

Antonio Ibáñez

1

La familia materna de Marta Romero procede de Arcusa, una pequeña localidad del Biello Sobrarbe, de apenas 30 habitantes, a los pies de la Sierra de Guara y desde la que se divisan las cumbres de Monte Perdido. Como tanta gente de esta zona, una de las más despobladas de Europa, emigró a Cataluña. Allí nació y se crió Marta, que regresaba todos los veranos al Alto Aragón. Estudió Turismo, se fue de Erasmus a París y acabó ocupando durante 13 años diversas responsabilidades en uno de los hoteles más lujosos del centro de la capital francesa. Una gran aspiración para cualquier profesional de la actividad turística. 

En París conoció a Romain, también empleado de este hotel de 470 habitaciones, el Intercontinental, cerca de la Ópera. Se convirtieron en pareja y los siguientes veranos, Marta ya volvía a sus orígenes acompañada de este francés que pronto se enamoró de los paisajes del Sobrarbe. Fue precisamente en uno de los miradores de las imponentes gargantas del Vero, en 2014, cuando entablaron conversación con unos turistas que se lamentaban de la falta de oferta hotelera en una zona con tantos atractivos y potencial. Esa tarde, Marta y Romain comenzaron a dar vueltas a una idea que hacía tiempo que les rondaba: abandonar la vida en la capital francesa y el trabajo frenético en uno de los hoteles más importantes de Europa para levantar su propio hotel en la vieja era del abuelo, aplicando toda la experiencia profesional adquirida y ofreciendo un concepto distinto al que hasta entonces se daba en la zona. Le llamaron Tierra del Buxo, en honor al arbusto más común en la zona, el buxo o boj, de madera muy preciada para hacer utensilios de cocina. Tras conocer las oportunidades y competencias en la zona, se decidieron y se pusieron manos a la obra. Abrieron en 2018.

Hasta la década de los 90, en las comarcas pirenaicas se apostaba por abrir hoteles a precios a pie de carreteras principales o en localidades más turísticas. Debían tener unas 20 o 30 habitaciones para que resultaran rentables. En los últimos años se ha cambiado la tendencia y se apuesta por hoteles más pequeños, exclusivos, en zonas escogidas y que se distinguen por un trato más personalizado, en el que el hecho de alojarse suponga una experiencia en sí. Eso es lo que pretendieron Marta y Romain y en esa vieja era levantaron un hotel construido de forma sostenible y respetando la piedra del antiguo inmueble. Con solo cinco habitaciones, se da un trato personalizado al cliente incluso antes de su llegada. “Queremos dar un trato exclusivo a nuestros clientes, que su estancia aquí sea una experiencia única y una suma de sensaciones. No es un alojamiento únicamente para dormir, es un hotel que da un servicio muy personalizado. Queremos que quien venga se marche enamorado de la belleza de este territorio y tenga ganas de volver. Para nosotros, nuestros huéspedes son amigos que vienen a nuestra casa a visitarnos y que aún no conocemos”, explica Marta. Hoy este hotel es el mejor valorado de Aragón según los usuarios del portal de reservas más utilizado de internet. Roza el 10, concretamente un 9,9, la valoración más alta de toda la comunidad autónoma. 

Con una inversión superior a los 800.000 euros, de los que un 10% proceden de ayudas europeas para proyectos en zonas despobladas, la aventura de Marta y Romain es ahora una consolidada realidad que demuestra que es posible asentar proyectos en el territorio si se hacen con gusto. Hotel destinado únicamente a parejas de adultos, el viajero puede darse un baño en la piscina o descansar en una terraza acristalada desde la que se contempla un paisaje espectacular. Además de los cinco dormitorios cuidados al detalle, los usuarios pueden disfrutar de un servicio de restauración en el que la gastronomía tradicional y kilómetro cero con alguna influencia francesa es la protagonista. Asimismo, destaca una selecta bodega compuesta por vinos especiales de la cercana DO Somontano.

Los regentes del hotel no cambiarían su actual estilo de vida por el ajetreo de su antigua rutina parisina.  Prácticamente, llenan todos los fines de semana de marzo a octubre, e incluso pueden cerrar dos meses cuando la afluencia turística es menor en el valle. La procedencia de los clientes es de lo más variada. En fines de semana fuera de la temporada alta suelen venir personas de Cataluña y el resto de Aragón, especialmente, y para estancias un poco más largas también vascos y madrileños. También son muchos los huéspedes de origen extranjero, sobre todo franceses, holandeses y últimamente algún italiano o británico. Pero también se ha alojado gente de países mucho más remotos, como Japón, Singapur o Arabia Saudí. “Algunos son matrimonios que ya tienen más de 70 años y que llevan décadas viniendo a la comarca y ahora buscan la tranquilidad de este hotel”, explica Marca, quien reconoce que desde el principio tuvieron el apoyo de los habitantes de la zona y de su familia. “Aunque algunos también sufrían al principio por si no salían bien las cosas, ya que la inversión que hicimos fue muy elevada”, reconoce la propietaria del hotel. A escasos kilómetros de la milenaria carrasca de Lecina -elegida en 2021 árbol europeo del año- y de Aínsa, solo la carretera necesita una mejora. Las conexiones, tanto viarias como digitales, son uno de los principales problemas de las zonas menos habitadas, y las más reclamadas para poder emprender proyectos de vida como este.

Hoy, Marta y Romain solo vuelven a Paris a visitar a los amigos. El radical cambio que implica abandonar una ciudad cuya área metropolitana ronda los diez millones para instalarse en una localidad de apenas 30 y una comarca de apenas 7.000 no ha supuesto ningún problema: “Vivir en un pueblo tan pequeño no es aburrido, se crean unas redes y unas relaciones muy sólidas. Puede parecer contradictorio, pero hay más vida social en Arcusa que en París, donde si no te relacionas con tus amigos, apenas te relacionas nadie, aunque pasen miles de personas a tu alrededor”. 

El compromiso de esta joven pareja emprendedora con las raíces va más allá del negocio hotelero. Ambos exponen y venden en el hotel productos de la zona. Siempre con la calidad como máxima premisa. Se pueden adquirir quesos y embutidos del Sobrarbe, dulces y miel o aceite del Cinca Medio, y también, como homenaje al origen manchego del padre de Marta, algunos productos típicos de esta comunidad autónoma. Incluso se exponen y venden obras de artistas locales. “Nos encanta trabajar con pequeños productores de la zona por varias razones: nos gusta conocer la historia de cada uno de ellos, muchas veces son varias generaciones de productores, pero en otras ocasiones son gente como nosotros que después de vivir varios años en la ciudad han apostado por venir al mundo rural a crear un nuevo proyecto. Además, a nuestros huéspedes les encanta conocer las historias que hay detrás de cada producto”, cuenta la propietaria del hotel. “Al ser productores tan pequeños, tienen la misma ilusión que nosotros. Todo ello hace que el resultado final siempre sea muy bueno.  Como somos todos pequeños proyectos (en muchos casos familiares), nos ayudamos entre nosotros y al mismo tiempo hacemos crecer la región en la que vivimos para que poco a poco se llene de nuevo de vida”, indica. Con proyectos valientes y decididos como el de Marta y Romain, poco a poco se va consiguiendo. Ya hay varias parejas más en el pueblo incluso han nacido niños en los últimos años.

Etiquetas
stats