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Recientemente Ecologistas en Acción ha lanzado el documento 'biogás y biometano: ¿cómo evaluar los proyectos?', y no puedo por menos que aplaudir esta iniciativa que creo que es pionera entre los diferentes movimientos ecologistas en España y que era plenamente necesaria.
El documento hace, a modo de introducción, una reflexión impecable donde se aborda realmente la esencia de lo que se tiene que definir como un modelo sostenible y la reflexión de la necesaria reducción del consumo de energía por una parte, y de la necesidad de cambiar el modelo agroganadero por otra.
Pero luego en la definición que se hace de biogás-biometano creo que comete un error estratégico: se trata de definirlos como energía renovable, lo que podría interpretarse, por parte de la patronal, como un espaldarazo por parte de un movimiento ecologista a la evolución del sistema de obtención de energía por parte del capitalismo verde.
Aunque evidentemente sé que esa no era la intención, sí que voy a pedir, desde mi humilde posición del activismo de base, que el movimiento ecologista abandone estos términos para evitar la manipulación de los mismos por parte de los que solo tienen el interés de seguir haciendo caja.
Si nos alineamos con el discurso oficial del sector del biogás y a la vez con las tesis mantenidas, tanto en la ruta del biogás del ministerio como en todas las directivas europeas - que tratan al biogás biometano como fuente de energía renovable- estaremos justificando sin quererlo el desarrollo del modelo que estamos criticando.
Realmente, a estas alturas, nadie me ha explicado todavía a día de hoy en que se parece el biogás al sol o al viento y por qué meterlos en el mismo paquete.
Tanto la energía solar como la del viento fluyen de manera continua en el planeta fruto de la irradiancia, de la potencia de la radiación electromagnética del Sol sobre la superficie de nuestro planeta.
Por ello, mediante sistemas de captura de la radiación solar, espejos, paneles fotovoltaicos, intercambiadores de calor, etc, capturamos esta radiación y la convertimos en energía útil, bien en forma de calor bien como electricidad.
Lo mismo hacemos con el viento, en un proceso que se remonta al siglo VII o quizás más lejos: utilizamos el flujo del aire para crear un movimiento rotatorio que captura parte de la energía del empuje del aire en movimiento y lo puede convertir en trabajo. O mediante generadores, en electricidad.
Pero el biogás (y por tanto el biometano) es radicalmente diferente: se puede producir espontáneamente en los procesos de degradación de la materia orgánica, pero en la naturaleza no es aprovechable por lo que tenemos que acumular gran cantidad de residuos orgánicos procedentes de diferentes actividades humanas para que podamos usarlo.
Por tanto, no contamos con un flujo continuo ni estable (que sí que existe en la solar y fotovoltaica) si no producimos residuos de manera estable y continua. Esto supone un problema, un gran problema. Si nuestra razón de procesar los residuos no es hacer una buena gestión, sino obtener energía, vamos a necesitar previamente producir residuos, ya que si no, no dispondremos de esa energía. Por tanto, la energía que obtendremos va a depender proporcionalmente de la cantidad de energía fósil que hayamos invertido previamente en la generación de los residuos.
No va a haber por tanto una gran diferencia en el balance final de emisiones y estaremos haciendo puro y simple retardismo climático y greenwashing . Y si además nuestro consumo de energía llega a depender en una parte sustancial de la que obtengamos de los residuos, necesitaremos cada vez más residuos y seremos dependientes del sistema insostenible que los genera, con lo que difícilmente vamos a renunciar a él. Realmente por tanto, sólo aplicando unas sencillas reglas lógicas vemos que no se puede calificar el biogás como energía renovable.
Creo que es una gran falsedad la afirmación de que el biogás cierra el ciclo corto del carbono, ya que esto solo es cierto cuando se produce de manera espontánea en la naturaleza, pero nunca cuando se produce a nivel industrial porque ahí intervienen muchos otros factores.
Si algo necesita el capitalismo para seguir desarrollándose son dos cosas: materias primas y energía. De ahí que todo el despliegue de renovables se haya hecho de manera tan desordenada y con poco respeto por criterios ambientales. En el caso del biogás se ha pretendido convertir lo que es un buen sistema de gestión de residuos de proximidad en una fuente de energía, lo que realmente no es, sino su efecto secundario. Este afán de justificación y de buscar una coartada para seguir haciendo lo de siempre es lo que ha llevado a la Unión Europea a clasificar el biometano como gas renovable y a la vez como energía renovable, propiciando la aparición de un lobby subsidiario y cómplice del de las energías fósiles, que ahora lo utilizan como greenwashing.
Y finalmente esta ha sido la coartada perfecta para arrasar con el modelo inicial, que era sostenible, que no buscaba rentabilidad sino buena gestión y por ello dependía de subvenciones, a otro modelo de biogás altamente industrial que obtiene su materia prima de actividades insostenibles, industriales o ganaderas y cuya finalidad es mantener el desorbitado e imposible consumo de energía de un sistema económico que da muestras de estar dispuesto a morir matando.
Por ello, cuanto antes utilicemos la terminología de manera ajustada, antes empezaremos a hacer las cosas correctamente.
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