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Sobre este blog

Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

De Pozuelo a Moncloa, la mudanza que iba a hacer Rivera e hizo Sánchez

Albert Rivera cede el paso al líder del PSOE, Pedro Sánchez antes de la firma del pacto de investidura en 2016.

Arsenio Escolar

La renuncia de Toni Roldán tanto al acta de diputado y la portavocía económica en el Congreso como a sus cargos orgánicos en el partido acelera la crisis de Ciudadanos y le pone a Albert Rivera de nuevo ante un espejo que le devuelve una confusa imagen. Roldán se despide con frases que probablemente algunos otros dirigentes y muchos votantes de la formación naranja se están diciendo a sí mismos desde hace ya unos meses: “No me voy porque yo haya cambiado, ha sido el partido el que ha cambiado. La política no es un supermercado”. “Toda estrategia política tiene costes, pero los costes para España de la estrategia emprendida por Ciudadanos ahora son demasiado altos”. “¿Cómo vamos a luchar contra la dinámica de confrontación de rojos y azules que vinimos a combatir si nos convertimos en azules?”.

Todas esas frases resumen bien la situación y especialmente la última. Cuando han pasado apenas cuatro años y medio desde su eclosión, los dos jóvenes partidos, Podemos y Ciudadanos, que llegaban a la vida pública española para sustituir —según ellos mismos— a las dos viejas formaciones de la transición —PSOE y PP—, las urnas de los pasados 28 de abril y 26 de mayo y las negociaciones y pactos tras las últimas han convertido en buena medida a los presuntos sorpassantes en poco más que satélites de los respectivos partidos a los que querían sustituir. Podemos ha dejado de disputar la hegemonía de la izquierda y ha pasado a girar casi a la fuerza —a la fuerza de sus pinchazos electorales— en la órbita del PSOE, al que pide insistentemente entrar con asientos en el Gobierno, quizás pensando Pablo Iglesias que así tendrá algún día una nueva oportunidad de recuperación y remontada, y Ciudadanos... Lo de Ciudadanos es menos comprensible.

Tanto las urnas de abril como las de mayo le dieron al partido de Albert Rivera las llaves de muchos Gobiernos. De modo incomprensible, su líder tiró prácticamente todas aquellas llaves que giraban a la izquierda y ha usado con escaso beneficio propio las que lo hacen hacia la derecha y la extrema derecha. Y así, en vez de rematarlo, ha reforzado al partido hegemónico de esa zona ideológica al que dice que quiere sustituir, el PP, y de paso se ha visto chamuscado por sus tratos con la formación ultra, Vox, lo que le está generando desconfianza en muchos ámbitos, desde sus afines liberales europeos a sus votantes más centristas. Si no ha sido capaz Rivera de batir al Partido Popular de Pablo Casado, el más débil de toda su historia, ¿será capaz de hacerlo después de ese chute magnánimo de altos cargos públicos autonómicos y municipales que le acaba de regalar la formación naranja a la formación azul? Si ahora que tenía alternativa no ha sido capaz de tender un cordón sanitario a la extrema derecha, ¿cuándo lo será?

La deriva de Rivera hacia la derecha no es nueva, es cierto. Hace ya tres años que emprendió ese nuevo rumbo, sin disimulos. Lo que es nuevo es esa especie de animadversión diríase que casi personal de Rivera hacia Pedro Sánchez, al que sí le ha puesto, e innumerables veces, ese cordón sanitario que no ha querido ponerle a Vox y a Santiago Abascal.

Las relaciones políticas y personales entre Rivera y Sánchez —socios coyunturales a comienzos de 2016, en el primer intento del socialista de llegar a la Presidencia del Gobierno— eran buenas hasta hace relativamente poco. Este cronista fue testigo, el 6 de diciembre de 2017 —o sea, con Mariano Rajoy y el PP en el Gobierno—, de una cordial conversación entre ambos en el Congreso, en la recepción conmemorativa de la Constitución. Entre otras muchas cosas, Rivera le contó a Sánchez que se mudaba a una casa en Pozuelo de Alarcón, donde Sánchez tenía y tiene su domicilio familiar, y hubo bromas en el corrillo sobre si eso era el augurio de un nuevo pacto entre ellos en el futuro, “el pacto de Pozuelo”, añadió este cronista.

Pero fue otra mudanza, pocos meses después, lo que cambió todo. Fue la mudanza de Sánchez desde Pozuelo a Moncloa, hace ahora poco más de un año, tras ganar el líder socialista la moción de censura que tumbó a Rajoy y al PP. Rivera se tomó aquello como un desaire casi personal hacia él. En las campañas electorales de diciembre de 2015 y de junio de 2016, algunos cercanos le convencieron de que era Adolfo Suárez revivido, pero las urnas no lo refrendaron así. Hace trece meses, ante el deterioro acelerado del Gobierno y del partido de Rajoy y las encuestas que le daban como claro ganador de unas hipotéticas elecciones, Rivera se veía ya mudándose de Pozuelo a Moncloa y gobernando con una mayoría holgada, pero vio cómo era Sánchez quien tras una rapidísima acción de comando hacía ese viaje. En esos días nació el 'a Sánchez, ni agua' de Rivera. Es casi una fijación personal que le ha hecho abjurar de algunas líneas maestras de la trayectoria política de su partido: la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción, el apoyo a la lista más votada, el propiciar un cambio cuando en algunas instituciones hubiera un larguísimo periodo de un partido en el poder, el no blanquear a la extrema derecha, el no facilitar el acceso de independentistas a altas magistraturas (como la alcaldía de Barcelona), etc.

Este lunes, casi al mismo tiempo que la marcha de Toni Roldán de Ciudadanos, se ha sabido que Pablo Casado se había reunido discretamente con Pedro Sánchez en Moncloa y que Rivera ha rechazado una invitación similar. El líder de Ciudadanos debe de estar aún aspirando con ir a Moncloa, sí, pero como presidente, no como invitado. El del PSOE, preparando su investidura sin Rivera. Y el del PP, abriéndose a discretos codazos un hueco mayor en la derecha, con su papel de responsabilidad institucional, y dejando aún más fuera de juego al líder de Ciudadanos.

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Arsenio Escolar es periodista y escritor. Con sus 'Crónicas lingüísticas del poder' –información, análisis y opinión de primera mano–, entrará semanalmente en elDiario.es en los detalles del poder político, económico, social... y de sus protagonistas. Con especial atención al lenguaje y al léxico de la política.

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