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Antonio Soler: “Más del 80% de las personas a las que atiende el Banco de Alimentos no podrán acceder a la tarjeta monedero”

Reparto del Banco de Alimentos de Cantabria.

Irene Sainz Oria

Santander —

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Los viernes de 11.00 a 13.00 horas hay reparto en la sede de la calle Gutiérrez Solana de Santander. Ricardo Sainz, presidente de la Federación Cántabra de Asociaciones de Vecinos (FECAV), apunta el dedo hacia un almacén semivacío. “Mira lo que tenemos de leche para abril. Aquí antes tenías que entrar de costado, ahora estamos gestionando pérdidas. Repartimos lo que podemos. Cuando no haya más, cierro la puerta y se acabó. Además, no vas a hacer venir a la gente para darle solo un tarro de lentejas. ¿A qué esperamos para que se ponga en marcha la tarjeta monedero? ¿Mandamos a la gente a la Cruz Roja?”, pregunta.   

Este mes tendrá lugar el último reparto de alimentos del Programa Operativo Fondo de Ayuda Europea para las Personas más Desfavorecidas (FEAD 2014-2020) que desde hace una década llenaba los almacenes de la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL). La asistencia material básica a las personas en situación de vulnerabilidad ha quedado incluida en el Programa Fondo Social Europeo Plus (FSE+) de Asistencia Material Básica (Programa BÁSICO) y se realizará de forma indirecta a través de cheques o tarjetas monedero. No obstante, a pesar de que el Real Decreto 93/2024, de 23 de enero regula la concesión de una subvención a Cruz Roja Española para la puesta en marcha del sistema con carácter “urgente” porque “la falta de continuidad de la prestación supondría un grave perjuicio para las familias perceptoras”, a día de hoy nadie sabe nada de las tarjetas monedero. 

“No hay un registro centralizado de las familias que son beneficiarias de los distintos centros, la tarea va a recaer en los ayuntamientos de la comunidad. Por lo que sabemos, hay problemas incluso con los supermercados, porque van a estar capadas y hay productos que no se podrán adquirir. Imagínate el lío en las cajas”, explica Óscar Bóo, voluntario de la FECAV. A esto se suma “que ahora los beneficiarios del Banco de Alimentos tienen que renovar su solicitud. ¿Qué van a renovar si no tenemos nada que repartir? Llevo muchos años aquí y sé cómo va esto, yo no voy a dar de baja a nadie. No vamos a dejar de ayudar a la gente mientras podamos”, sentencia. 

“No tenemos ni idea de cómo va la tarjeta monedero. Hasta que no hablemos con la trabajadora social no sabremos nada”, apunta María del Pilar, usuaria del servicio de reparto de la FECAV desde hace “dos años y pico”. “Los voluntarios hacen un trabajo buenísimo”, asegura. “Yo sé que están luchando y no tengo ninguna queja, pero es obvio que hay escasez de alimentos. El aceite hace tiempo que no lo vemos. Y falta leche”, comenta mientras recoge los botes de menestra, los paquetes de arroz y espagueti, una caja de galletas... 

No es la primera vez que se pone en marcha la tarjeta monedero y es un problema porque no se sabe gestionar

Óscar Bóo Voluntario en la Federación Cántabra de Asociaciones de Vecinos

María del Pilar -española criada en Cuba, especifica-  considera que la tarjeta monedero “no resuelve el problema”. “Yo incluso diría que tendría que ser de menos dinero para comprar el aceite, la carne, la leche y nada más, y por aquí coger el resto porque ¿qué van a hacer los mercados con todo lo que les sobra, con todo lo que pueden dar, con las cosas que llegan a su fecha de caducidad o están prontas. No entiendo cómo va a funcionar. Yo estoy acostumbrada a lo racionalizado, quizá es un método socialista muy malo pero si tú te pones a analizar lo puedes hacer equiparado”, continúa. “Con la tarjeta monedero te puedes encontrar con gente como yo o con gente a la que le importan tres timbales sus hijos y compran algo para cambiarlo por dinero. Eso se va a dar y muchísimo más de lo que estamos pensando. Mi opinión es que estos puntos no deberían dejar de existir, sino que se deberían ampliar, con una zona refrigerada y con un sistema equitativo”.  

Bóo se suma al diálogo: “No es la primera vez que se pone en marcha la tarjeta monedero y es un problema porque no se sabe gestionar. Lo primero es que no sabemos comprar lo que realmente necesitamos. Cuando se puso en marcha la gente tenía que llevar las facturas a Cáritas y aquello era un desbarajuste. Por otra parte, lo que no puede ser es que gente con la tarjeta monedero luego venga aquí también, tendría que haber una gestión conjunta”. “Por eso te digo que tienen que centralizar y dar todo en un sitio”, incide María del Pilar.   

Gabriela tiene una hija con discapacidad y asegura que la tarjeta monedero es un buen sistema: “Yo lo estoy deseando, la verdad. Por lo que he leído y me ha comentado la trabajadora social, en mi caso serían 130 euros. Los alimentos para bebé los tengo cubiertos, pero tengo que decir que aquí, aunque hay productos frescos, a veces hay alimentos que están caducados y para un adulto quizá no supone un problema, pero sí puede serlo para un menor. Mi hija tiene el paladar abierto y no sufre ninguna alergia, pero para otros sí que puede ser un riesgo”. La familia monomarental constituida por Gabriela y su hija estaría en la base de la tabla establecida en el Real Decreto: dos miembros de la unidad familiar (una persona adulta y una persona menor), 130 euros al mes, tres miembros, 30 euros más; cuatro integrantes, 60 euros más y por último, una familia con cinco o más miembros recibirá 220 euros al mes. 

Los requisitos son más exigentes: una persona sola, un inmigrante que acaba de llegar, una familia sin menores… todos ellos quedarán excluidos

Antonio Soler Tesorero y miembro de la Junta Directiva del Banco de Alimentos de Cantabria

“Más del 80% de las personas a las que atiende el Banco de Alimentos no podrá acceder a la tarjeta monedero”, asegura Antonio Soler, tesorero y miembro de la Junta Directiva del organismo en Cantabria, porque los requisitos del Programa BÁSICO “son mucho más estrictos que antes”. En concreto, según reza el Boletín Oficial del Estado, podrán ser beneficiarias “las familias con menores a cargo que se encuentren por debajo del umbral de pobreza severa, en particular, familias con menores a cargo que viven en hogares cuyos ingresos por unidad de consumo son inferiores al 40% de la renta mediana nacional”.  

La media de usuarios mensuales del Banco de Alimentos de Cantabria ascendió el año pasado a 9.003 beneficiarios -6.592 adultos, 2.013 menores y 398 lactantes, según datos aportados a elDiario.es por la propia entidad- entre los que se repartieron 1.250 toneladas de alimentos. De acuerdo a las estimaciones del organismo, la ayuda a través de la tarjeta monedero llegará solo a 1.800 personas. “Es complicado porque es cierto que es necesario el filtro burocrático para evitar picarescas, pero una familia con hijos mayores de edad, una persona sola, un inmigrante que acaba de llegar sin papeles… todos ellos quedarán excluidos”, opina Soler. 

Cruz Roja en Cantabria, que recibirá a través de una subvención directa casi 900.000 euros -de los cerca de 95,5 millones destinados a la organización a nivel nacional para esta ayuda-, será la encargada de repartir las tarjetas monedero. En respuesta a las preguntas de elDiario.es, la entidad ha preferido no compartir estimaciones ni valorar la puesta en marcha de este mecanismo puesto que “es competencia de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad determinar el número de familias que son beneficiarias del sistema”. 

El Gobierno de Cantabria, en una nota emitida el pasado 4 de abril, eleva la cifra de quienes quedarán fuera de la ayuda y calcula que “solo alcanzará a un 10% de las personas que hasta ahora eran usuarias de este servicio”. Además, asegura que aunque está previsto que el sistema sea operativo en mayo, aún no se ha “concretado” la fórmula para su implantación.   

Una solución “cómoda”

Entre tanto, el Banco de Alimentos en Cantabria se va vaciando. “No va a desaparecer porque recibimos alimentos de distinto origen, excedentes de producción o excedentes de distribución de superficies, las famosas mermas, que ahora vamos a recoger de forma diaria en distintos puntos. Las vías de entrada son muchas, empresas, particulares… El problema es que la suma de todo ello va bajando, sobre todo después del boom de la pandemia”, afirma Soler. 

“En la actualidad escasea todo, es cierto que hemos tenido que comprar mucho, sobre todo leche y aceite, para completar los productos básicos de la cesta”. El Banco de Alimentos funciona como mayorista, pero hay más de un centenar de entidades benéficas encargadas del reparto, como Cáritas, la Cocina Económica, la FECAV (Federación Cántabra de Asociaciones de Vecinos) o el Centro Social Smolny. “Si tenemos menos repartiremos menos, qué le vamos a hacer”, lamenta. 

En cualquier caso, la tarjeta monedero es una idea “brillantísima” y “nos quita muchísimo trabajo a nivel logístico”, asegura Soler. “Es muy buena solución y mucho más cómoda. El problema”, apunta el tesorero del Banco de Alimentos, “es que nosotros conseguimos los alimentos a mitad de precio. Es buena idea pero proporciona menos cantidad en productos físicos”. No obstante, el Banco de Alimentos continuará repartiendo productos de forma complementaria.  

José Luis de la Mata, coordinador del Centro Social Smolny, defiende el mecanismo de la tarjeta monedero porque evita la estigmatización, pero lamenta el retraso en su puesta en marcha mientras se agotan las reservas. El espacio multidisciplinar se encarga, entre otras cosas, del reparto de alimentos a 65 familias que viven en torno a la calle Santa Teresa de Jesús en Santander. De la Mata, acompañado por Ruth Rodríguez, entre otros voluntarios, gestiona un pequeño local que ofrece clases particulares, organiza actividades culturales y recoge ropa y juguetes. “Solo sabemos que lo va a llevar la Cruz Roja, pero no tenemos ni idea de cómo va a funcionar”. 

“A mí sí me parece bien, de todas todas. Porque aquí te dan lo que te dan, así te puedes comprar tu leche, tu aceite… Y nos organizamos para comprar carne, pescado y verduras, asegura Marisa. Pero que nos den 100 euros por lo menos, y que nos den a todos igual. Tú pon que todas lo queremos”, insiste Marisa, que asegura que “tiene una mochila de ocho personas”, antes de arrancarse por La Canción de los Gitanos acompañada por Zaida -que tiene tres hijos, “uno de ellos adolescente, que arrasa con todo”- a los coros. 

Por la sede de la FECAV pasan familias, parejas, hombres, mujeres… Más de 200 familias de media al mes, unas 600 personas en total. “Ante el dolor no pienso quejarme, ante la adversidad no levantaré la vista y ante problemas seguiré callado porque sé por fe señor que tú estarás a mi lado”, canta Marisa mientras los voluntarios continúan con el reparto. “Por lo menos la gente viene con alegría”, concluye Bóo.

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