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Sobre este blog

En el teatro, el concepto de ‘cuarta pared’ hace referencia a ese muro invisible que separa en el proscenio a espectadores y actores. Derribar esa convención, esa ‘cuarta pared’, ha sido, por lo tanto, tarea transgresora por antonomasia tanto en el teatro como, metafóricamente, fuera de él. Hablar de Santander derribando esa ‘cuarta pared’ es confundir actor y espectador, testigo y decorado, de tal modo que los personajes de esta ciudad ensimismada con su reflejo den un paso atrás para dejar que el observador sea, si acaso una vez, el protagonista de su tragicomedia cotidiana.

Sin terrazas no hay vistas

Pasarela en el exterior del Centro Botín sobre la Bahía de Santander.

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En Santander basta que una fórmula tenga éxito para que se repita hasta la saciedad. Es lo que está pasando y pasará con las terrazas que van coronando la fachada marítima de la ciudad. Actualmente hay en proyecto o construyéndose al menos tres, que completarán la que ya bate records de afluencia: el mirador panorámico del Centro Botín.

Con el Centro Botín, santanderinos y visitantes han descubierto algo que antes solo se podía apreciar desde el mar: el despliegue de la ciudad a espaldas de la machina. Si al santanderino le fascina su bahía, poder disponer de un emplazamiento en donde hipnotizarse mirando adelante y atrás es lo más de lo más.

Rápidamente, los nuevos proyectos han ido adquiriendo esta fiebre por las alturas e incorporan como elementos destacados terrazas con vistas. El Proyecto Pereda, que abandera el Banco Santander para su sede noble en el Paseo Pereda es desarrollada actualmente por el arquitecto David Chipperfield. Acabará siendo popular, no cabe duda, pero no tanto por su arco acristalado o, por utilizar una 'boutade', la colección artística de la entidad financiera: será popular por su terraza, que dejará a menor altura la del Centro Botín.

En el vídeo promocional del propio banco a la terraza no le faltan ni cariátides que sostengan el cielo sobre sus cabezas.

Respecto al Centro Botín, según datos de la propia Fundación Botín, se calcula que solo uno de cada cinco visitantes entran al interior del edificio de Renzo Piano. El resto sube a la cubierta del edificio. Todo esto es un vaticinio del 'duelo' que entablarán los dos edificios por acaparar las visitas, dos inmuebles que de manera simbólica encarnan dos ramas de la familia Botín, la del banco y la de la fundación, la de Ana y la de Javier, a los que no es fácil ver juntos.

No serán las únicos miradores de lujo porfiando por el efecto hipnótico de las vistas. El Centro de Arte Reina Sofía, que se va a habilitar en la antigua sede del edificio del Banco de España, también tendrá terraza con vistas. Así al menos se recoge en el proyecto.

Otra plataforma elevada que se está construyendo estos días es la cubierta superior del Museo Marítimo del Cantábrico (MMC). Si el Proyecto Pereda es de una entidad privada, y la sede asociada del Reina Sofía correrá por cuenta del Ayuntamiento de Santander, la reforma de la cubierta del MMC es cosa del Gobierno de Cantabria, más concretamente de su flanco socialista, con competencia en materia cultural.

El Museo Marítimo ya tuvo en el pasado una cafetería en la planta superior, pero el relativo alejamiento del centro hizo que no tuviera tantas visitas como sus espectaculares vistas a Ribamontán al Mar y Marina de Cudeyo prometen.

A los que nos les guste la pintura ni deseen gastarse dinero en un café siempre dispondrán de recursos clásicos y gratuitos sin necesidad de salir de la ciudad: las alturas del Paseo de General Dávila y las vistas del funicular del Río de la Pila y del elevador de la calle Castilla, aunque con este hay que tener cuidado dado el estado de vandalización continuo que exhibe. Sin embargo, desde la pasarela en altura, los muelles comerciales, la playa de vías, el barrio de Castilla-Hermida y los municipios de la bahía parecen al alcance de la mano.

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En el teatro, el concepto de ‘cuarta pared’ hace referencia a ese muro invisible que separa en el proscenio a espectadores y actores. Derribar esa convención, esa ‘cuarta pared’, ha sido, por lo tanto, tarea transgresora por antonomasia tanto en el teatro como, metafóricamente, fuera de él. Hablar de Santander derribando esa ‘cuarta pared’ es confundir actor y espectador, testigo y decorado, de tal modo que los personajes de esta ciudad ensimismada con su reflejo den un paso atrás para dejar que el observador sea, si acaso una vez, el protagonista de su tragicomedia cotidiana.

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