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Cinco representaciones del arte rupestre cántabro que todavía no conoces

Collado de Sejos en Polaciones | ACANTO

Blanca Sáinz

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La Federación de Asociaciones en Defensa del Patrimonio Cultural y Natural de Cantabria (ACANTO) publicó en 2016 un libro que buscaba recoger el arte y el grafismo rupestre post-paleolítico en Cantabria. En sus más de 500 páginas, diversos expertos relatan decenas de lugares de la comunidad en los que se pueden encontrar pinturas, grabados y restos de materiales encontrados que datan de diferentes épocas como el Neolítico, el Calcolítico o la Edad de Bronce.

La publicación, centrada en el arte de 'después' de Altamira, recorre toda Cantabria aunque, en esta ocasión, nos centraremos en cinco de esos lugares.

Reconocido como uno de los yacimientos más relevantes del Arte Esquemático Postpaleolítico, el Conjunto rupestre de Cabrojo fue descubierto en 1921 por el prehistoriador Jesús Carballo. El lugar permaneció olvidado por la comunidad científica hasta que en 1988, y gracias a una limpieza habitual de la zona, se comenzó a investigar más profundamente, aunque a día de hoy se continúan descubriendo nuevos emplazamientos. Está ubicado entre el Neolítico y el Calcolítico y tiene cinco localizaciones en las que hay grabados de figuras humanas, cruces o círculos . A raíz de una acción vandálica producida en 1994, se ha debatido la posibilidad de acondicionarlo para el turismo, pero por el momento el Ayuntamiento de Cabezón de la Sal no se ha pronunciado.

A poca distancia de las Cuevas de Altamira y dentro del municipio de Santillana del Mar se encuentra la Cueva de los Arqueros. Descubierta en 1991, su interés data en las cuatro figuras de arqueros que se encuentran al fondo de la cueva. Pintados con 'lápices' de ocre, tiene como curiosidad que tres de esos arqueros se pintaron juntos dejando al cuarto separado del resto. El estado de conservación de las pinturas ha sido calificado como bueno a pesar de que pertenece a la prehistoria reciente.

Las primeras referencias que se encuentran del Collado de Sejos (Polaciones) datan de la segunda mitad del siglo XIX y están firmadas por el polígrafo campurriano Ángel de los Ríos. Concretamente, el 5 de octubre de 1857 se realiza una excavación en el lugar, lo que se constituye como la primera intervención arqueológica en el collado, además de una de las primeras documentadas en el cantábrico. Este conjunto está compuesto por cinco ortostatos o losas grabados con armas y pequeños trazos de figuras humanas. Cronológicamente se sitúa entre el Calcolítico y las primeras etapas de la Edad de Bronce.

Las Rozas de Valdearroyo dispone de un conjunto de grabados en la Peña Lostroso. Documentado por primera vez en 1935, se distribuye en dos grupos de paredes rocosas formados por 22 figuras alargadas y rematadas en arco. Estas poseen grabados de figuras antropomorfas, puñales, símbolos con diversas interpretaciones o estelas. Respecto al contexto que rodea a la representación, cabe decir que trasciende en el periodo de las estructuras megalíticas de entre el siglo V y el II a.C.

Por último, la Cueva Grande de Castro Urdiales es otro de los lugares donde se puede disfrutar de toda una representación rupestre. Ubicada bajo el castillo medieval del Pico de Otañes, posee un gran interés arqueológico desde que apareciesen objetos de cerámica o restos óseos del Palelolítico y de la Prehistoria. Fue descubierta en los años setenta y además de lo ya mencionado, cuenta con un conjunto de grabados del Magdaleniense (Paleolítico Superior) que representan a un ciervo y a un macho cabrío afrontados -separados por la huella de un probable zarpazo de oso-. Cabe añadir que en el siglo XX se colocó una imagen de la Virgen debido a una supuesta aparición, mientras que otra leyenda apunta a que 'los moros' escondieron una gran cantidad de oro en la cueva.

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