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Santander y sus dos equipos de gobierno en uno en el año de la pandemia

La alcaldesa de Santander, Gema Igual (PP), y el portavoz del equipo de gobierno, Javier Ceruti (Cs).

Javier Fernández Rubio

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Que el dinero no da la felicidad lo saben bien en el Ayuntamiento de Santander. Con las cuentas saneadas, una deuda baja y a la espera de que el Estado le dé luz verde para gastar 32 millones de euros adicionales que tiene de remanentes en los bancos, el equipo de gobierno PP-Cs no es feliz. El matrimonio político que contrajeron a mediados de 2019 Partido Popular y Ciudadanos no funciona ni de cara a la galería y el año de la pandemia se cerrará sin presupuestos, con gobiernos de distinto signo político intentando meter la cuchara en los proyectos de la ciudad y con los sectores productivos de Santander arrasados por la COVID y en pie de guerra. Por no haber no habrá ni postal navideña como solía ser tradición en el Consistorio, ya que este año hay un equipo de gobierno que ni se esfuerza por aparentar vida marital ni al que apetezca desear felices fiestas en comandita.

2020 se lo ha comido la COVID. Con un presupuesto municipal de 201 millones de euros pactado con el apoyo de Vox en enero, las cuentas no duraron ni un mes, cosa de la que se encargó no la oposición, sino el coronavirus. El estado de alarma decretado en marzo y el desplome social y económico de la ciudad ha obligado a acometer recursos de urgencia que han desvirtuado unas cuentas pensadas para una ciudad cuyos mayores quebraderos de cabeza hasta entonces rara vez iban más allá de cómo rellenar de arena de la playa de La Magdalena después de los temporales de invierno. Con la hostelería y el comercio con la persiana semibajada, el Ayuntamiento ha tenido que entrar en la rueda de la prestación de ayudas, bien a los grupos sociales más vulnerables, bien a empresas y autónomos, en una iniciativa que ha contado con el apoyo de la oposición, uno de los hitos sobresalientes de este año en la Corporación municipal.

El Plan de Choque vio la luz en junio, nada más levantarse el primer estado de alarma, con 167 medidas de todo tipo destinadas a paliar las consecuencias negativas de la COVID-19. Hubo y hay ayudas para el comercio, la hostelería, los autónomos, los agentes y empresas culturales... tramitadas con el ritmo burocrático de una administración, todo sea dicho, pero haberlas haylas.

Han sido 25 millones de euros que inicialmente se pusieron sobre la mesa, pero que no bastaron para contentar a los sectores más combativos: los hosteleros, que exigían que sus locales se mantuvieran abiertos sí o sí desde la 'fake new' de que eran espacios seguros; y los comerciantes que reclamaban ocupar plazas y espacios públicos, al igual que los primeros. Quien no ha pedido una ayuda directa o la moratoria en el pago de tasas e impuestos, ha demandado incentivar el consumo (léase regalar dinero, caso del Vale +) o generar actividad para desesperación de las autoridades sanitarias... porque el problema es que la COVID dificulta o impide precisamente eso: que haya actividades.

Así, la Semana Grande no existió, aunque el Ayuntamiento esperó hasta última hora para desconvocarla, como tampoco ha habido unas fiestas navideñas con Cabalgata y todos los lugares comunes que son tradición. Entre una cosa y la otra, lo que sí ha habido es un verano como hubo pocos, con turistas por doquier y un balón de oxígeno temporal para aquellos que viven de las visitas foráneas, pero que ya en octubre se lamentaban ante el crudo invierno que se avecinaba.

Después de año y medio al frente del Ayuntamiento de Santander, PP y Cs ya no pueden agarrarse al socorrido 'período de prueba' para dar muestras de su andadura. Desde muy pronto demostraron que cada uno caminaba por su lado. Ciudadanos tirando de la cuerda para marcar territorio, y el PP mordiéndose la lengua para mantener dos votos en los plenos que le hacen falta para la gobernabilidad. Sobre el pacto que se fraguó desde Madrid para asegurar esta, dos de los elementos puestos como condicionantes por Ciudadanos siguen sin ejecutarse año y medio después: la supresión del carril-bus en el Paseo de Pereda y la retirada de la escollera de La Magdalena. Ante el disloque que ha supuesto la pandemia, ambos parecen temas menores y ya ni se mencionan.

Lo que sí sale a relucir son discrepancias profundas sobre repartos de poder y control de las contratas públicas. Ciudadanos siempre ha presumido de ser beligerante con la transparencia y el control de la ejecución, lo que siempre deja en mal lugar a sus compañeros de viaje, y su postura de apoyar una investigación política de las irregularidades detectadas en el servicio de recogida de basuras, bien a través de una comisión de investigación ad hoc, bien a través de una comisión ordinaria, han supuesto el punto de fricción más evidente en la relación entre ambos. Por detrás, pero aun viva y coleando, está la adjudicación fallida del nuevo contrato de Parques y Jardines y la gestión de Aqualia del Servicio de Agua cuyas tarifas tiene la oposición en el punto de mira.

Las divergencias ya no se esconden. Cuando Javier Ceruti, portavoz de Ciudadanos, reivindica una agenda propia y una presencia pública en las comparecencias en el área de su competencia, el PP ha empezado a actuar en consecuencia. Mientras el primero daba plantón a la alcaldesa en la presentación de una muestra cultural sin que fuera consultado, los populares suscribían acuerdos con el gremio hostelero en ausencia de Ciudadanos, por más que estos hayan intentado abrir las calles de la ciudad a la ocupación de terrazas. Pero la foto es la foto.

Como telón de fondo de este 2020 del que se recordará la pandemia y poco más, el empantanamiento de los grandes planes de desarrollo de la ciudad, un lugar común por estas fechas. El frente marítimo sigue sin ordenarse de una forma unitaria y conjunta. La ordenación de los espacios ferroviarios prácticamente ha vuelto a la casilla de salida con la devolución a ADIF del plan para convertir el área de las estaciones en un megalomaníaco monumento al encofrado digno de Corea de Norte. El desarrollo de suelo empresarial es un futurible ya longevo; y la comarcalización del área de la bahía es una liebre mecánica que ya nadie sigue, como ya nadie cree en la Carta de Capitalidad, las banderas azules de las playas, la Escoba de Plata o el Club de las Bahías Más Bellas.

Guerra interna

De las relaciones entre dos concejalías enfrentadas, y que históricamente han estado unidas, Fomento (PP) y Urbanismo (Cs), es fácil hacer un resumen: simplemente no hay tal relación. El propio concejal de Urbanismo, Javier Ceruti, así lo ha reconocido en público, y mientras Cs desarrolla el Plan de Ordenación Urbana, sin prisas (y sin intromisiones), el PP le ha dado a su socio con la puerta en las narices en el Consejo de Administración del Puerto y no tiene nada que rascar en las obras. Aunque esto no es del todo así. Ambos acaban de mantener un pique soterrado con un último capítulo: la Concejalía de Contratación ha enmendado un proyecto de Fomento concerniente a la semipeatonalización de la calle San Luis con el nada caritativo argumento de que era “malo” y contenía “errores groseros”.

Tampoco es que Ciudadanos tenga mucho de qué presumir este año que termina. Constituye un equipo de gobierno dentro del equipo de gobierno, o al lado uno del otro. Se compone de un Grupo Municipal de dos concejales con tres direcciones generales (Innovación, Urbanismo y Cultura), que en la práctica son cuatro si se incluye la Dirección del Instituto Municipal de Deportes (IMD), lo cual es toda una exhibición de macrocefalia. Salvo el de Urbanismo, los restantes tres altos cargos dimitieron por diversas razones: el de Cultura, tras la dimisión de la concejala María Luisa Sanjuán; el de Innovación, que pasó a ser concejal en sustitución de esta; y el del IMD, que pidió la cuenta cuando salieron a relucir unas subvenciones a un club que tenía vinculación con un familiar. El cargo de este fue cubierto, pero las direcciones de Cultura e Innovación verán acabar 2020 con el cartel de 'vacante' puesto desde septiembre.

En el Partido Popular la consigna es salvar la legislatura, cosa de la que pocos dudan ya, y ver cómo la estimación de voto en las encuestas nacionales van reforzando sus filas. Mientras, le queda dos años para tener que acostumbrarse a negociar con tirios y troyanos, como ha de acostumbrarse a que un Gobierno autonómico y un Gobierno central que no son del PP comiencen a desarrollar proyectos que acabarán capitalizando políticamente socialistas y regionalistas. El más ostentoso será la nueva sede del Museo de Prehistoria (Mupac) que, después de décadas, parece que va a acometerse en serio; lo que el PP desde la Alcaldía de Gema Igual intentará contrarrestar con el Museo de la Colección Banco Santander y el Centro Asociado Museo Reina Sofía, el primero de los cuales viaja en AVE y el segundo en tren de segunda a carbón, pero van.

La oposición, incapaz de unirse para derrotar a un gobierno de coalición en minoría, se mantiene a la espera con la 'playlist' de los asuntos pendientes: ejecución de contratas privatizadas, fallas en la transparencia y comportamientos democráticos del equipo de gobierno y una amplia panoplia de temas propios reiterados hasta la sociedad. Los socialistas parecen haberse estabilizado tras una sucesión de jefaturas que han hecho mover banquillo; los regionalistas regulan sus apoyos y sus críticas con un ojo puesto en Ciudadanos. Unidas por Santander y Vox son dos versos sueltos que interpretan partituras propias pero sin amplificador dada su exigua representación hasta la fecha.

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