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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Resistencias feministas contra la guerra

Sentada contra la guerra en la manifestación feminista del 8M en Santander.

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Cuando nos creíamos medio a salvo de la pandemia, se nos viene encima nada menos que otra guerra. La invasión rusa de Ucrania se une a la saudí de Yemen, la israelí en Palestina, a la guerra de Siria… Pero, para horror de propios y cansancio de ajenos, esta atañe directamente a las y los europeos que no pueden, no podemos esconder la cabeza dado que nos interpela de modo directo: porque la población implicada es, de hecho, europea; tal vez no tanto como debiera porque la culpabilidad recae en Rusia como en una organización militar euronorteamericana, la OTAN; y, sobre todo, porque la violencia está tan cerca que nos toca incluso los bolsillos y afecta no solo al sector energético sino que apunta de lleno a otros sectores clave como el agroalimentario.

Por poner una nota positiva, o no, al menos se está mostrando con los ucranianos toda la empatía que faltó y sigue faltando con sirios, afganos, yemeníes, iraquíes… Sin embargo, colóquense, frente a frente, las llamadas de atención de parte de organizaciones ucranianas a canalizar una solidaridad que se consideraría excesiva si no fuese tan necesaria y el hecho de que Lesbos, por ejemplo, ya casi no aparece en la prensa, mientras más de 2.000 personas sin refugio siguen malviviendo allí, muchas desde 2015, sufriendo carestía de todo medio de vida a la vez que nuestra rotunda y vergonzosa indiferencia. Campos que solían estar abiertos han sido sustituidos por campos cerrados, prisiones con vallas y límites de libertad de movimiento —solo tienen tres horas de libertad dos veces por semana—, con fallos de electricidad constantes, sin calefacción ni agua caliente, expuestos al riguroso frío del invierno. Duele preguntarse qué sentirán esas personas cuando ven lo diferente que es la acogida de la población ucraniana, cómo encajarán la evidencia del descarado racismo europeo.

Las causas de esta guerra son complejas, aunque ya contemos, como en cada evento mundial relevante, con expertos y expertas en geopolítica del cuarto de hora, casi los mismos que antes fueron epidemiólogos exprés, irritante fauna de la todología tuitera y televisiva. Sin embargo, faltan explicaciones tranquilas y detalladas —les recomiendo, por ejemplo, “Ucrania, esto no es Hollywood” de 'Cuellilargo', youtuber enemigo de las explicaciones cortas y sencillas, que se basa en las informaciones del periodista experto en política internacional Rafael Poch— y, por desgracia hay muchos más golpes de pecho belicistas que voces que apuesten por desescalar la violencia, que defiendan la paz y la negociación, que entonen consecuentemente un ‘No a la guerra’ sin peros ni banderas, en un panorama mediático profundamente belicista.

Fatalmente, vivimos tiempos de retrocesos, difíciles tiempos en los que nos vemos obligadas a repetir lemas que más de una vez quisimos dar por amortizados, lemas como el ‘No a la guerra’, un no a la guerra rotundo. Uno que reconozca que las guerras siempre han sido una forma de manipulación de los de abajo por parte de los de arriba y no traen más que desgracia durante y después. Uno que no se contente con ninguna de las versiones maniqueas y tranquilizadoras en las que hay un malo —Putin—, y unos buenos —la OTAN—. Uno que reconozca que las escaladas militares se intensifican con los envíos de armas y los aumentos de gastos militares.

Por fortuna, aunque aún sean menos de las necesarias, hay voces que entonan ese ‘No a la guerra’ consecuente. El manifiesto 'Resistencia feminista contra la guerra', publicado el 14 de marzo de manera simultánea en cuatro idiomas y encabezado por un centenar de feministas de 21 países, recoge el llamamiento lanzado desde grupos feministas rusos que se resisten a la invasión imperialista de Putin en su propio país pese al riesgo que supone de detención o incluso de desaparición, o si no, que se lo digan a la periodista Marina Ovsyannikova, que estuvo más de doce horas en paradero desconocido, o a Yelena Osipova, anciana que sobrevivió al sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial y también fue detenida por la policía rusa.

La resistencia y el compromiso contra la guerra ha sido una constante a lo largo de la historia del movimiento feminista. Este manifiesto, que está siendo firmado por asociaciones y feministas particulares por todo el planeta, condena con rotundidad la invasión militar rusa que ha dejado ya miles de personas muertas y centenares de miles desplazadas sin olvidar que la OTAN es co-responsable de una situación creada con su expansionismo global y su narrativa securitaria militarista. Por eso, desaprueban el envío de armas que no hacen sino perpetuar la guerra y el sufrimiento, a la par que exigen la condonación de la deuda externa ucraniana. Condonar esta deuda con la Unión Europea y el FMI, que asciende a 125.000 millones de dólares, garantizaría que la ciudadanía ucraniana no estuviera atada a los planes de los acreedores —la Comisión Europea ha prestado, por ejemplo, 1.280 millones de euros en febrero a condición de unas imprecisas “medidas políticas estructurales”— y que, una vez garantizada su independencia de Rusia, fuesen libres para elegir su destino.

Por su parte, el manifiesto feminista ruso 'Resistencia Feminista Antiguerra' denuncia que el ataque ruso a “un país vecino al que no había dejado ningún derecho de autodeterminación ni ninguna esperanza de vida pacífica” no puede ser apoyado por el feminismo, especialmente tratándose de una guerra de ocupación, además de una guerra en defensa de “valores tradicionales”, en alusión a las propias palabras de Putin,  represor de la comunidad LGTBQ+ que ha llamado en estos días a la “autopurificación de la sociedad” frente a quienes defienden “las llamadas libertades de género”, esto es,  los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBQ+, intolerables para la Rusia más ortodoxa y tradicional.

Necesitamos ensanchar el espacio para que quepan mensajes que no pasen por soluciones espectacularizadas y militaristas, esas a las que se adhieren acríticamente casi todos los partidos políticos, porque lo que necesitamos son soluciones inteligentes, basadas en la diplomacia y el diálogo. Como dice Judith Butler, que en 2020 publicaba La fuerza de la no violencia, una reflexión sobre el valor ético y político de la lucha por la no violencia en los movimientos por la transformación social que ponen la interdependencia en el centro de la vida: “Deberíamos estar luchando —activamente, incluso agresivamente— por un mundo menos violento”. Una no violencia contundente, enérgica, decidida… porque mañana puede ser tarde.  

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