La Escuela de Artes Escénicas, 30 años formando artistas desde el Palacio de Festivales: “Hemos sido el germen de la mayoría de los profesionales del sector”
La Escuela de Artes Escénicas del Palacio de Festivales de Santander ha sembrado la semilla de gran parte del arte que se respira en Cantabria. Y es que 30 años de cultivo casi constante -la pandemia bajó un poco el ritmo durante el pasado año- han hecho mella en una comunidad que, pese a estar repleta de artistas, ha necesitado de mucha labor divulgativa para comprender que aquí también hay teatro de calidad.
Es miércoles por la tarde, y un grupo de alumnos de la escuela ensaya para las representaciones que pondrán en escena el próximo jueves 22 y el viernes 23 de abril. Son unos 15 chicos que bailan y cantan al unísono en una de las plantas más bajas del Palacio mientras varios de sus profesores intentan corregir posturas, tonos y matices de última hora. Hay ciertos nervios en el ambiente y se percibe, aunque la profesionalidad de estos jóvenes (tienen entre 15 y 18 años) es pasmosa, y en apenas unos segundos demuestran que su recorrido por la escuela no ha empezado de forma repentina.
'Sueño de una noche de verano', de William Shakespeare, ha sido la obra escogida para una ocasión en la que las mascarillas serán parte de su vestuario y en la que el público estará acotado debido a las restricciones. Entre una orden y otra, Roberto Perez, el director de la escuela, ríe con estos jóvenes que, lejos de tener una aspiración profesional concreta, suelen preferir limitarse a disfrutar. “Muchos niños vienen aquí recomendados por psicólogos”, señala Cristina González, profesora y encargada de vestuario y escenografía.
Y es que la labor de estos profesionales comienza en muchos casos con niños de 8 años, la edad mínima para entrar en la escuela, y concluye cuando cumplen los 18, aunque también tienen la posibilidad de continuar en la escuela de adultos. “Sí, claro que hay gente que pasa por aquí que quiere dedicarse a esto, pero también, y sobre todo los adultos, suelen venir sin ningún tipo de pretensión. No pretendemos formar a actores a nivel profesional”, explica Cristina.
No obstante, los casi 200 alumnos que se reparten entre la escuela del Palacio y la de Torrelavega -donde la formación se imparte en el Instituto Marqués de Santillana-, dedican un mínimo de dos horas de clase a la semana más el taller musical, que les exige invertir más tiempo para poder desarrollar obras como 'Sueño de una noche de verano'.
El taller, al que todos los profesores califican como la “estrella escénica” de la escuela, tiene un funcionamiento diferente al del resto de disciplinas, y es que aquí sí que se permite hacer una selección para cubrir los perfiles requeridos en la función. Algo que nunca ocurre para formar parte de la escuela, ya que cualquier persona puede pasar a formar parte de este pequeño club en el que se respira arte y disciplina a partes iguales.
César Marañón y Rebeca García, profesores de música y danza respectivamente, han sido las dos últimas incorporaciones a la escuela, lo que contrapone de forma drástica a la experiencia de Obdulia Peredo, asistente “y persona para todo” que es la más veterana del grupo de profesores que recibe a elDiario.es. Tal y como cuentan, su labor es principalmente divulgativa, ya que ven “necesario” acercar a los cántabros al teatro para que conozcan desde dentro cómo es formar parte de una representación artística.
Como queja, todos comparten la opinión de que estas enseñanzas “tan enriquecedoras” deberían formar parte del sistema educativo, ya que la labor que desarrollan los jóvenes en la escuela no se considera formación reglada. “Notamos que la Escuela de Artes Escénicas ha sido germen de la mayoría de los profesionales que hoy por hoy están en Cantabria”, apunta Obdulia en relación a ese trabajo silencioso que se ha ido desarrollando sin que las administraciones lo tuviesen demasiado en cuenta.
Sobre esta misma cuestión y la valoración que hacen de la situación cultural, este grupo de profesionales de las artes admite que “la cultura está muy perdida e infravalorada”. Algo contra lo que, sin duda, luchan día tras día desde esa planta baja de un Palacio de Festivales que, pese a la pandemia, sigue dotando de oxígeno artístico a toda Cantabria 30 años después de su inauguración.
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