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Familias de acogida: veinte hogares cántabros con 'hijos' temporales

Foto de Aldeas Infantiles SOS

Uxue González

Santander —

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Más de 35.000 niños, niñas y adolescentes crecen en España bajo los cuidados y la protección de Aldeas Infantiles SOS, la ONG internacional de ayuda a la infancia presente en la actualidad en 11 comunidades autónomas y 134 países, donde desarrolla su principal objetivo: que ningún niño crezca sin familia. En Cantabria ya son 22 niños y niñas acogidos en 20 familias desde su llegada en 2022.

Esta organización lleva más de 50 años en España proporcionando “un lugar estable a niños y niñas en situaciones de vulnerabilidad”, tiempo en el que ha ido creciendo y ampliando su enfoque hasta poner en marcha el programa AFEX (Acogimiento Familiar Extendido) por primera vez en 2011, en Galicia.

Aldeas Infantiles centra su labor, principalmente, en ofrecer la mejor alternativa de cuidado posible a aquellos niños y niñas que, inevitablemente, han sido separados de su familias. En la actualidad actúa en Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla-La Mancha, Cataluña, Galicia, Madrid, Valencia y Cantabria, siendo la comunidad cántabra la última en incorporarse, en 2022.

Prevención, protección y transición a la vida adulta

Para cumplir su propósito en cada comunidad, la organización trabaja en tres frentes diferentes en función de la situación en la que se encuentre cada niño. En primer lugar, mediante el Programa de Prevención. Luchando por evitar separar a los niños de sus padres, trata de fortalecer a aquellas familias que corren ese riesgo por diferentes motivos, es decir, consiste en “prevenir el problema para evitar que los más pequeños vivan una situación traumatizante y arriesgada para su salud física y mental”, tal y como explicó Erenia Barrero, coordinadora de Aldeas Infantiles de Cantabria, durante una charla en Santander.

Se trata del bloque en que la organización atiende a menores, siendo casi 25.000 a nivel nacional. Detrás de este objetivo se encuentra una política de defensa de la infancia vulnerable, que busca apoyar a las familias para que puedan cubrir las necesidades de sus hijos. “Pero hay situaciones en las que no se puede impedir esa separación, y es el momento en el que buscamos ofrecer los mejores cuidados a los niños en una familia de acogida con el Programa de Protección”, señaló Barrero.

Pero, a diferencia de la adopción, en la que el niño generalmente pierde el vínculo legal con su familia de origen, el acogimiento familiar permite que se mantenga la relación mediante visitas, salvo que éstas resulten perjudiciales para su bienestar, casos en las que se restringen o se supervisan, decisiones que corresponden a quien tiene la tutela de los menores, en este caso, al ICASS (Instituto Cántabro de Servicios Sociales).

No obstante, aunque el acogimiento familiar sea la opción más beneficiosa para los niños, Aldeas Infantiles ofrece otras alternativas para proporcionarles un hogar, aunque sea de forma temporal: los centros de protección, que se dividen entre las aldeas infantiles y las residencias juveniles. Las aldeas son conjuntos de casas donde viven con cuidadores formados, recreando un entorno familiar estable.

Sin embargo, a diferencia de otras comunidades autónomas, Cantabria no tiene niños y niñas menores de seis años en centros de protección, sino que los 22 que se han acogido se encuentran bajo los cuidados de 20 familias. Entre los tipos de familias acogedoras, Aldeas Infantiles SOS trabaja con tres tipos, adaptadas a las necesidades de cada niño.

En primer lugar, está la familia extensa, formada por parientes cercanos, como los abuelos, que asumen el cuidado del menor. Se trata de un acogimiento que merece mucha atención, pues en ocasiones se arrastran conflictos familiares o “los abuelos a lo mejor no disponen de la energía suficiente como para enfrentarse a un niño herido”, en palabras de la propia Barrero.“Viven de una pensión y de pronto tienen que enfrentarse a los cuidados de un chico pequeño o un adolescente que tiene unas dificultades concretas. Un niño herido es un niño que generalmente no funciona igual que los demás”, añadió la profesional durante la conferencia.

La segunda modalidad es la familia ajena, en la que personas sin vínculo sanguíneo ofrecen temporalmente un hogar seguro y, por último, la familia especializada, destinada a niños con mayores necesidades, que requiere dedicación exclusiva por parte de los cuidadores. Estos reciben formación intensiva y una compensación económica, pues sus jornadas se dedican únicamente al cuidado de los niños.

Por otro lado, a medida que los adolescentes crecen, pueden pasar a residencias juveniles, que les preparan para la transición a la vida adulta mediante el Programa de Jóvenes. Asimismo, en varias comunidades existen pisos tutelados para apoyar el proceso de emancipación, donde los jóvenes, al cumplir los 18 años, comparten el espacio y reciben supervisión de un educador.

El reto para las familias que acogen

Desde Aldeas Infantiles de Cantabria se insiste en la idea de que los menores que han sufrido experiencias adversas en su entorno familiar no crecen igual que los demás. Tal y como resaltó Barrero, “un niño herido es un niño que ha aprendido a estar en guardia, a ver el mundo como un lugar hostil y a los adultos como personas poco fiables”. Esto significa que requieren una atención distinta, con una educación y unos cuidados especialmente adaptados a sus necesidades emocionales.

Asimismo, la organización reclama que la educación emocional se integre en todas las etapas escolares como herramienta clave para prevenir el suicidio adolescente y juvenil, primera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años en España. Por ello, Barrero pide aumentar los recursos en salud mental para garantizar una intervención temprana que pueda servir de salvaguarda frente al sufrimiento emocional: “Se debe invertir mucho mas en salud mental en España”.

En relación con dicha problemática, las familias acogedoras reciben formación y acompañamiento continuo, ya que, como recuerda la profesional, que también ha sido madre de acogida durante 20 años: “No sirve cómo has criado a tus hijos, porque tus hijos no han tenido esta historia”, reconoció Barrero.

“Se trata de aprender a relacionarse con niños y niñas que necesitan tiempo, paciencia y nuevas formas de confianza para reconstruir sus vínculos y sentirse seguros, para lo que las familias acogedoras reciben un continuo seguimiento y una formación exhaustiva para estar preparados y sentirse apoyados”, concluyó la coordinadora de Aldeas Infantiles en Cantabria.

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