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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Cuerda que no es poco

Javier Gallego

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Se ha muerto José Luis Cuerda que no es poco. Es mucho y muy triste. Todos somos contingentes, pero él era necesario. Se ha ido uno de los genios que mejor ha retratado este país desde la compasión y el humor. En esa cumbre del absurdo que es Amanece que no es poco está todo lo que somos, aunque sea deformado, como en el esperpento de Valle Inclán. En esa otra cumbre de la ternura que es La lengua de las mariposas está todo lo que podemos ser pero algunos no quieren que seamos. Por eso sigue tan vigente. Cuerda es como Los Simpsons: predice el futuro porque describe el presente.

Él ya habló de las cloacas del Estado, del pasado que nunca se va y de quién manda aquí: el cacique, el cura y las fuerzas del orden. En ese pueblo de Amanece que somos nosotros el sacerdote da una misa en la jornada de reflexión para explicar a quién votar, la Guardia Civil se presenta a las elecciones y las gana la secreta que también es la Guardia Civil y al final acaban gobernando los mismos de toda la vida. “En resumen, hemos vuelto a ganar los de siempre”, dice el alcalde que desde el balcón del ayuntamiento manda a sus vecinos hacer flashback porque en este país vivimos mirando hacia atrás.

Cuerda ya predijo que volvería el racismo y el machismo de los ultras porque nunca se fue. Hay un personaje que ve a un negro africano y sale corriendo. Otro que dice que el nuestro “es un pueblo muy cerrado que tiene miedo de lo que venga de fuera por lo que les pueda ocurrir a las mujeres”. Un hombre que mata a su mujer al que la policía deja marchar. Y otro que se acuesta con su nieta como si fuera lo más normal del mundo. Los hombres no podemos controlarnos. A fin de cuentas, “un hombre en la cama es un hombre en la cama”.

Pero Cuerda, como el maestro de La lengua de las mariposas, aunque escéptico siempre creyó que podríamos ser otros. “Te cambio el papel, te cambio mi personaje por el tuyo”, dice Enrique San Francisco en Amanece. Podríamos ser otros pero no nos dejan. No nos deja el imperialismo, al que detestaba: “Yo quería defender a los americanos porque también tienen cosas positivas”, dice Resines. “¡Vete a la mierda, hombre!”, le responden.

No nos deja el poder, del que también aborrecía. Incluso el cura y el cabo del pueblo se quejan del autoritarismo de sus propios gremios que nos les permite desarrollar su libre albedrío porque “no hay confianza” y eso que “el libre albedrío bien usado no tiene peligro ninguno”. Cuerda siempre tuvo la confianza de que la libertad bien usada nos haría mejores, nos haría un país mejor.

“Si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie podrá arrancarles nunca la libertad”, decía el profesor republicano de La lengua. Él usó su libre albedrío para ponerse del lado de los de abajo, como la calabaza a la que honraba cada día el pobre campesino:

“Calabaza, se acaba un nuevo día y como todas las tardes quiero despedirme. Quiero despedirme y darte las gracias por seguir aquí con nosotros. Tú que podías estar en la mesa de los ricos y los poderosos, has elegido el humilde bancal de un pobre viejo para dar ejemplo al mundo. (...) Calabaza yo te llevo en el corazón”

Muchos llevamos a Cuerda en el corazón porque es devoción lo que sentimos por él. Estoy seguro de que se murió divinamente, como decía el médico de su gran comedia: “En los años que llevo ejerciendo como médico nunca había visto a nadie morirse tan bien. Qué irse, qué apagarse”. Antes de hacerlo nos dejó su rompedora y poética visión de la vida en varias obras maestras.

Me quedo con el final de Amanece que no es poco. El cabo de la Guardia Civil cuenta la belleza del amanecer que está a punto de ocurrir. “Y esto que parece una película en blanco y negro, empieza a coger los colores de las flores y de los arbustos y se vuelve todo tecnicolor”, dice. Finalmente, el sol sale por el lado contrario al de siempre y el Guardia Civil se lía a tiros con él al grito de: “Ya no aguanto este sindiós”.

Ahí está todo Cuerda. Mientras el orden establecido quiere imponer una realidad gris emprendiéndola a tiros contra el mismo sol, él era un ateo libertario que creía en el libre albedrío y en un mundo en colores en el que las cosas sean al revés de lo que son.

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