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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Para qué sirve una cuerda

Javier Gallego

Una cuerda para sacar un cuerpo a flote. Eso es lo que necesitan los protagonistas de Un día perfecto, esa obra maestra de la sencillez, la contención y la sensibilidad que acaba de estrenar Fernando León de Aranoa. Un grupo de cooperantes en zona de conflicto necesita cuerda para extraer un cadáver del pozo que abastece a un pueblo. Si no lo hacen pronto, se contaminará. La cuerda resulta, entonces, tan esencial como el agua que se quiere salvar. Pero no es fácil de conseguir en un país arrasado por las zarpas de la guerra. Uno sabe que las cosas se han puesto feas cuando lo simple se convierte en complejo y lo que no te costaba nada, te puede costar la vida.

De eso trata la película, de lo que cuesta la vida, o sea, de lo que cuesta sacar un cuerpo a flote y de lo frágil que es la cuerda que nos ata a la existencia. De eso y de la importancia que tienen las cuerdas casi para todo en este mundo. La rueda está bien, pero no seríamos nada sin las cuerdas. No lo había pensado hasta que vi la película, hasta que los protagonistas se ponen a buscar una y ven que hay cuerdas que se rompen por el peso de un muerto, cuerdas que atan a los perros rabiosos para que no nos muerdan, cuerdas que se usan para izar banderas por las que la gente se mata y los países se bombardean o cuerdas para ahorcar a inocentes. Entonces pensé que podríamos explicar esto de la vida humana con una teoría de cuerdas. Eso sí, mucho más sencilla que la física cuántica.

Ya desde que nacemos, venimos atados a un cordón, o sea, a una cuerda. Luego descubrimos que no nos gustan tanto las ataduras como que nos aten y desatarnos. Nos gusta también echar el lazo y colgarnos de alguien. Hay quienes nos dejan colgados y quien está loco de atar. Algunos prefieren atar en corto y otros soltar cuerda. A veces se nos hace un nudo dentro y otras nos deshace. Atando cabos se han resuelto asesinatos y grandes misterios. Con cuerdas se han coronado las cumbres más altas y se ha descendido a las fosas más profundas. Hay quien lo dejó todo atado y bien atado y quien camina por la cuerda floja.

Hay cuerdas para casi todo lo que importa. Para sacar el cubo del pozo lleno de agua fresca o al muerto que lo envenena. Para levantar las persianas y dejar que entre el sol de la mañana en el cuarto. Para jugar a la comba y a la conga. Para amarrar el barco a tierra y que no se nos vaya, pero también para soltar cabo, desplegar velas y perderse en alta mar. Para rescatar al que se ahoga y al que ha quedado atrapado. Pero también hay cuerdas para apresar, para atar a un prisionero o a un secuestrado, cuerdas para ahorcarte y cuerdas para ser ahorcado.

Hemos visto a gente colgarse porque iba a perder su casa y a gente atada por la crisis de pies y manos. Estos días vemos cómo les echan la soga al cuello a los refugiados pero también acabamos de ver cómo el Getafe le ha echado un cable a ese hombre que fue zancadilleado por la periodista húngara. Ahora será entrenador de la escuela de fútbol, como era en Siria. No los vemos pero hay cooperantes en todo el mundo que se la juegan para encontrar cuerda y sacar del pozo a los vivos. Menos mal que existe gente que te lanza una cuerda al fondo del acantilado y te salva de la muerte.

Con unas cuerdas se baja a los muertos a la tierra lo que nos recuerda que la vida pende de un hilo, o sea, de una cuerda muy fina. Cuando lo olvidamos, cuando olvidamos lo que cuesta sacar un cuerpo a flote con una cuerda y lo frágil que es la cuerda que nos sostiene, perdemos la vida aunque sigamos respirando. Cuando se nos acabe la cuerda, todo habrá terminado.

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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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