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¿Cómo se ha ahorrado un millón de metros cúbicos al año de agua en las Tablas de Daimiel?

Afloramientos del Guadiana

Francisca Bravo Miranda

Desde 2012, los regadíos dependientes del llamado 'acuífero 23' situado en el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) han logrado ahorrar más de 3 millones de metros cúbicos en la zona. La principal razón ha sido el proyecto 'Misión Posible', una iniciativa de WWF en conjunto con Coca-Cola que ha trabajado con unos 300 agricultores de la zona ante la amenaza de sequía en la zona. El director del proyecto, Alberto Fernández Lop, explica que las Tablas de Daimiel son un humedal muy grande que depende de un acuífero “sobreexplotado” y que depende de las fuentes de los Ojos del Guadiana.

En un momento, señala el profesional, las fuentes se secaron y el agua no llegaba hasta la zona. “Este humedal es fundamental para mantener el agua en el verano, con una calidad mayor de la que viene por los ríos al ser subterránea. Preocupados por la situación del Parque Nacional, decidimos ponernos en marcha para ver qué se podía hacer”, señala. Ante esto, decidieron que debían enseñar a los regantes las necesidades de las plantas de cultivo, para no desperdiciar el agua. Ya tenían antecedentes de un proyecto anterior en la localidad de Llanos del Caudillo y, a partir de esto, decidieron explorar otras fuentes de asesoramiento.

Tres herramientas “potentes y novedosas”

Desde 'Misión Posible' crearon tres aplicaciones informáticas “potentes y novedosas” con las que poder ayudar a la planificación de los cultivos. La primera de ellas, ACUAS, se creó para sobrellevar el problema de los regantes que, debido a la sobreexplotación del acuífero, no pueden regar todo lo que se establece en sus derechos del agua que están restringidos. Existen, sin embargo, cultivos que necesitan grandes cantidades de agua, como los melones, para los que hubo que reducir la superficie de cultivo. “Normalmente, esto se hace a ojo, pero con este programa se obtienen los datos de superficie y tipo de cultivos”, señala Fernández. Los regantes recibían así un mapa con el tipo de cultivo y un estado del consumo previsto del agua, con lo que se podía cumplir con lo establecido por la Confederación Hidrográfica.

A la par, se creó RIDECO-SITAR, un programa de ordenador en el que se introducen los datos agrónomicos de todo tipo: desde la superficie, el tipo de cultivo, el marco de plantación, el marco de ubicación, aspersores, tipo de suelo, etcétera. RIDECO-SITAR se encarga también de capturar los datos de las estaciones metereológicas que afectan a la zona de la Mancha, un total de once. Se trata de los valores de humedad, temperatura o precipitaciones. Gracias a este cruce de información, el programa calcula cuál sería la evaporación de cada planta en cada tiempo y los datos se adaptan de tal manera que se logra llegar a una “evaporación máxima”.

Este dato es enviado a los agricultores a través de un mensaje de texto a sus teléfonos, señalando en horas y minutos lo que deben regar. “Es una información muy práctica, porque no damos los datos en metros cúbicos o, incluso, milímetros y es más cómodo también ya que puedes poner el reloj y ya está. A la vez, tienen la seguridad de que van a ofrecer a las planta sus necesidades reales”, explica. Alberto Fernández señala el ejemplo práctico del viñedo, del que hay unas 150.000 hectáreas de riego y suponen prácticamente la mitad del consumo total del agua del acuífero. Por tanto, un cultivo “muy importante”. 

En el caso del viñedo, se consideró una especial oportunidad, ya que normalmente no hay práctica de regarse, al ser un cultivo de secano y que se puede ver afectado por un aumento del agua. “Incluso quitarle un poco de agua en su ciclo vital puede aumentar la calidad de la uva manteniendo producciones aceptables”, explica el director del proyecto. Para llevar a cabo este beneficio de ahorro y mejora de la calidad se contó con el apoyo de tres cooperativas: Jesús del Perdón, de Manzanares, Campo Real de El Provencio y Baco, de Alcázar de San Juan.

El tercer procedimiento se llevó a cabo a través de imágenes por satélite que ven cómo va el crecimiento y contrasta la información junto a otros datos como el de la temperatura. Así, se envían recomendaciones de riego personalizada sólo al observar la imagen de satélite. “La respuesta que capta es proporcional a lo que necesita la planta que depende de su producción”, señala Fernández Lop. A través de este tipo de medidas se ha podido ir aumentando el número de agricultores asesorados, lo que se ha complementado con diversos cursos dentro de las comunidades de regantes y cooperativas de la zona, que han llegado a más de 600 alumnos.

Un hectómetro cúbico al año de ahorro

Para los agricultores involucrados en el proyecto, las nuevas herramientas han logrado significar un 10% de ahorro en consumo de agua y, por tanto también, en dinero. “Da mucho margen de maniobra y los agricultores herbáceos pueden ahorrar entre 100 y 120 euros por hectárea y año, al lograr regar de forma más racional”, explica Alberto. Aunque desde WWF todavía solo manejan los datos definitivos hasta 2016, confían en que en 2017, año en que finaliza 'Misión Posible', se podrá llegar a un ahorro similar. Ha significado un esfuerzo, ya que los agricultores eran “reticentes” al principio, pero desde la ONG recalcan que la intención era promover la investigación agronómica y la gestión del riego.

“Evidentemente también nos beneficiamos todos, la población, el medio ambiente y la reserva del agua para las generaciones futuras. Tenemos que hacer una apuesta muy fuerte por el regadío en la zona. El agua es un recurso limitado y debemos saberlo usar en la medida de lo necesario y nada más”, asevera Fernández Lop. Para esto, se han llevado a cabo también programas de reforestación y regeneración de la zona gracias al apoyo de voluntarios y cuadrillas profesionales, a través de un “importante esfuerzo” desde 2013.

Distintos sectores de la sociedad acudieron al Parque Nacional para esto, desde chicos de instituto, amas de casa, o regantes de municipios cercanos al parque. “Ha sido una experiencia muy gratificante para todos ellos al observar de primera mano las necesidades del parque”, explica Fernández. Así, se han restaurado seis parajes y cuatro ecosistemas que incluyen el bosque mediterráneo, la dehesa, los setos y bosquetes y el quejigar, que ha estado en la zona “miles de años”. Por otro lado,  se han restaurado 4 5.000 plantones de especies autóctonas como la encina, la coscoja, la retama amarillas, el romero, o el espino negro.

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