Entre la aridez y la desertificación

La desertificación ocupa un 70 % de la provincia de Toledo. En realidad se mueve entre la aridez, ausencia de humedad por falta de agua o evaporación rápida que dificulta el crecimiento de vegetación, y la desertificación que sobreexplota los recursos naturales, sobre todo el agua dulce.

En una porción de ese territorio se sitúa la ciudad de Toledo. Ahora su Ayuntamiento se plantea hacer un Plan de Ordenación Municipal (POM) que, por lo conocido hasta el momento, solo contempla el futuro crecimiento de la ciudad a la antigua usanza: despilfarro de suelo, máxima concentración de viviendas. Sobre estas bases surgieron las periferias urbanas de las ciudades del siglo pasado.

En ellas  las condiciones de habitabilidad de las viviendas y la traza de los barrios se hacían para 'estar y pasar'. Nada de servicios, nada de zonas verdes, nada de espacios de convivencia o socialización. Se iba a dormir y nada más. Fue la lucha vecinal la que consiguió atemperar con sus  reivindicaciones las condiciones extremas de los barrios de las periferias.

Un ejemplo en Toledo de ese tipo de barrios son Palomarejos o la urbanización Buenavista y siguienets, donde los bloques de viviendas se alzan siguiendo el trazado orográfico en una especie de unidad indescifrable. Los habitantes no cuentan,el bienestar cotidiano no importa o importa poco. Como máximo alguna mínima concesión para disimular, pero que no atente contra el beneficio final.

El Código Técnico de Edificación (CTE)  será obligatorio a partir del año 2026. El Código impone que entre 2028 y 2035 ningún edificio público, pero también privado, podrán emitir dióxido de carbono a la atmosfera. Esto, enunciado así, no indica mucho, salvo que habrá que poner en marcha procesos de rehabilitación en gran escala  de inversión que rondaría los 30 mil millones de euros y de trabajo, mucho trabajo.

Acometer  procesos de rehabilitación gigantescos permitiría ahorrar suelo, no abrir barrios nuevos por abrir, no crear espacios construidos sin las debidas garantías que primen el bienestar ciudadano antes que los ingresos por licencias municipales  o los márgenes de las constructoras. El 80% de los edificios españoles tienen más de 40 años y sus eficiencias energéticas y de calidad habitacional es escasa. El  volumen de inversión y de trabajo necesario sería histórico. Deben, en consecuencia, ocupar una parte del Plan de Ordenación Urbana de cualquier pueblo o ciudad.

Los ayuntamientos y las comunidades autónomas deberán ser los principales impulsores de esa transformación. Los barrios de Toledo en el año 2040 no deberían guardar nada más que un parecido físico lejano con los barrios actuales. El cambio además debe ser clave en una ciudad que a su vez es patrimonio de la humanidad, incluyendo sus exigencias de impactos de todo tipo. El nuevo POM que impulsa el Ayuntamiento para Toledo se va a realizar en un territorio que se mueve entre la aridez y la desertificación. ¿Contemplará el POM  todas estas variables para obtener barrios habitables en los que sobresalgan los valores ciudadanos y la atenuación de los efectos del cambio climático?

Cualquier plan de ordenación de una ciudad debe abandonar postulados antiguos y obsoletos para situarse en una nueva dimensión: afrontar los retos del cambio climático en un lugar seriamente afectado por la aridez y la desertificación. Y como objetivo prioritario de cualquier proyecto urbano atender al bienestar de las personas, a la oferta de servicios, a espacios verdes amplios y preparados para condiciones climáticas extremas,  a la movilidad que recorte emisiones toxicas y acorte tiempos para las gestiones ordinarias.

Si no se contemplan las peculiaridades constructivas heredadas del pasado y se busca corregir en el caso de Toledo sus ingentes errores ningún Plan servirá para mejorar la calidad de vida de la ciudad de Toledo.