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Estamos ante un final de ciclo en el modelo de gestión cultural de nuestra comunidad, ya que, ni la estructura de la Consejería ni las políticas desarrolladas en los últimos años no han dado la respuesta adecuada a las necesidades que presenta la región en este campo.
En el anterior esquema del gobierno regional, la Cultura estaba dotada de una estructura propia. Consejería que en muchas regiones va asociada a la lengua (cooficial), al deporte, la juventud o el turismo, pero que, salvo excepciones, como las de Valencia, mantienen presupuesto, organigrama y dirección propia, teniendo asiento en el consejo de gobierno. Cuestión no baladí, puesto que agiliza la gestión, permite mayor autonomía y da una imagen nítida de lo que se realiza en el área.
Y ya centrados en el asunto, diremos que la actual viceconsejería de Cultura no tiene un proyecto sólido y estructurado de programa de actuación, más que un folleto realizado, creemos, cara a la galería, sin establecer (al menos públicamente o que sepamos) planes anuales o de legislatura de inversión y planificación. Por otro lado, no nos tomamos en serio el desarrollo y cumplimiento de la propia normativa que regula la actividad del área. No funcionan adecuadamente los consejos consultivos, ni se cumplen los plazos señalados en las leyes o decretos, entre otras cosas, porque no hay establecidos plazos de ejecución.
Evidentemente, hay unas áreas que funcionan mejor que otras, ya lo hemos señalado en estas páginas. Hay políticas, como las de artes escénicas y culturales, cuya gestión se va perfeccionando. En arqueología podemos ser líderes en muchas políticas de gestión e intervención, mientras en otros departamentos los lastres nos desubican del panorama nacional, como en el de museos y en el tratamiento del arte contemporáneo.
En otras áreas andamos cojitrancos, como en de bibliotecas y archivos, que han conocido tiempos mejores. De la tutela de protección y supervisión sobre el patrimonio cultural que debe ejercer la Consejería o de las sanciones necesarias al incumplimiento de la ley, ni se ha hecho ni se espera que con la actual debilidad de la Viceconsejería se haga.
Es bueno que se invierta en infraestructuras según surja la necesidad de hacerlo, como en yacimientos arqueológicos que superan las iniciales expectativas o por intervenciones que requieren urgencia, como el puente viejo de Talavera de la Reina, pero mucho nos tememos, que gran parte de la política de la viceconsejería, se dedica a buscar titulares o llenar los dossiers de prensa las memorias anuales. La Viceconsejería está más pendiente de atender las demandas de alcaldías, personalidades o de determinadas instituciones, de cubrir con actividades las conmemoraciones o fechas señaladas en el calendario que en sanear y fortalecer los cimientos de esta frágil construcción que constituye nuestro patrimonio cultural.
Por último, la falta de una Consejería de Cultura hace que la dirección de la gestión cultural no tenga el peso político suficiente dentro del gobierno regional. El lenguaje, el mensaje, los símbolos, lo sabemos en el área, es también importante. Decisiones que se deben tomar con coraje, ambición y una responsabilidad asumida en primera persona.
Esperamos que la celebración del Día de la Región nos sirva para reflexionar sobre qué modelo de gestión queremos o, al menos, para rectificar en aquellas políticas que nos estancan. Lo que sí tenemos claro es que es necesario un cambio de paradigma en esta área.
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