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Pastorear palabras, desenfrenar poesía

Pastorear palabras en los libros de Arturo Tendero

José Iván Suárez

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La llanura albaceteña es un verso blanco. Desde Chinchilla de Montearagón, el infinito se nos presenta sin métrica exacta pero con un ritmo arrebatador. En esta ciudad histórica nos encontramos con un poeta que durante un tiempo también fue alcalde. Pero no es la política lo que nos trae al viejo casino a charlar con Arturo Tendero. Es la poesía la que nos reúne.

Y es que durante estos días varias situaciones vuelven a poner a la poesía ante los focos de la actualidad; si es que esto es posible. El primero de estos acontecimientos es la vuelta al Teatro Circo de Albacete del Ciclo 'Poesía Viva'. Tras dos años de pandemia, ya está de regreso un encuentro cultural por donde ya han pasado Antonio Lucas y hoy lo hará, Karmelo Iribarren. Para los próximos lunes se espera a Fermín Herrero, Aurora Luque y Raquel Lanseros. El capítulo V de esta iniciativa poética está gestionada y patrocinada por Cultural Albacete y Popular Libros y cuenta con la colaboración de la Diputación de Albacete y el Ayuntamiento de Albacete.

Arturo Tendero, organizador del evento, explica a nuestros lectores el espíritu del ciclo: “Intentamos conjugar que haya calidad y también que haya cierto relieve y resonancia”. Se trata de que la gente se anime a venir y a escuchar poesía en la voz de sus propios autores. Desde 2001, Tendero ha traído a los poetas más contrastados del panorama patrio. Dos décadas que han servido para “conectar a mucha gente con la poesía nacional”, explica Arturo y añade: “Eso ha hecho cambiar el panorama”. De hecho, por aquí pasaron Ángel González, Antonio Colinas, Francisco Brines o Caballero Bonald.

Nombres que marcaron tendencia como ahora la marcan Iribarren o Lanseros. Sobre la mesa, el café humeante y muchas preguntas. “Siempre digo que la unidad de medida de la poesía, es el poema”, cuenta Arturo Tendero. El segundo motivo de actualidad poética es la aparición de su nuevo libro, 'El principio del vuelo'. Editado por Páramo, este el noveno poemario de un autor que ha publicado en las editoriales más punteras del género en España: Visor, Renacimiento o Hiperión.

Escuchamos a Arturo: “Todo era novedoso. Cada tarde, // a una hora prudencial, salías // a conocer a gente, a descubrir // otro garito nuevo // a estrenar cuanto el mundo // pusiera ante tus ojos. Duró poco”. Solo un instante de un libro cargado de momentos. Los momentos también hay que tallarlos. Afirma el poeta: “Está hecho con poemas que tienen tiempo, alguno de ellos me ha acompañado toda mi vida y nunca han salido en libro, me apetecía juntarlos y me hace mucha ilusión”. Son poemas con fecha de inspiración antigua que “han estado en el taller, todos estos años”.

La pasión poética se despertó para él durante los tiempos mozos. “Tuve una buena profesora de literatura, Encarnación García de León, en la Universidad Laboral, y tenía un entusiasmo desbordante, me acuerdo que nos leyó el 'Soliloquio del farero' de Cernuda y noté que algo se removía dentro de mí y empezaban las palabras a tener una energía que no había detectado hasta entonces”, rememora. Aunque entonces estaba confundido.

También se acuerda de otro profesor, Juan Bravo Castillo y de los ocho amigos con los que formó el grupo poético de La Confitería. Después vinieron varios premios, los primeros libros publicados y el oficio diario de vivir la poesía. A la parte creadora, Arturo añade la crítica literaria en varios medios de comunicación y la lectura de todo cuanto llega a su escritorio. A veces, los libros se le caen de las manos. Con otros textos no tiene más remedio que volver y volver. Ha compartido ratos y percepciones poéticas con Paco Brines, Joan Margarit o Antonio Cabrera. A este último aún le recuerda con tristeza tras su desafortunado final.

Maestros y amigos. Genios de la emoción que andan muy lejos de las modas que invaden las estanterías. La poesía auténtica, aquella que hunde sus raíces en la tradición; esta que aún busca en la palabra un campo para experimentar. Esa poesía por la que han crecido generaciones de soñadores está en peligro. Desde las redes sociales y con el apoyo de las grandes empresas editoras, se está imponiendo un criterio que premia los likes recibidos y no la capacidad de construir imágenes en un endecasílabo. Hoy importa más el número de seguidores que el ingenio para componer versos. Arturo Tendero lo tiene claro: “Creo que es algo diferente a la poesía, detrás hay mucha gente que los sigue, no porque son buenos poetas sino porque son sus símbolos”. Habla con conocimiento pues ha intentado leer sus libros, pero “a mí no me mueven”.

A Tendero tampoco le preocupa la nueva oleada. Ahora que se ha jubilado de profesor de Secundaria, este periodista de formación quiere seguir escribiendo. Aparte del verso, Arturo ha practicado el ensayo histórico y literario, ha estrenado teatro y tiene muchas ganas de contar historias. Lo suyo es “pastorear palabras” y usar la herramienta que más le gusta para la poesía, el olvido. La gran pregunta: ¿Cómo surge el poema? Contesta: “Lo trabajo, lo olvido, cuando me he olvidado de él lo saco otra vez del cajón y en los primeros minutos puedo corregirlo y leerlo sin recordar que era mío, con absoluta neutralidad, con absoluta objetividad y me doy cuenta si funciona o no”.

Para la poesía no se necesitan prisas. El poema fermenta como el buen vino o se agría como vinagre malo. Es cuestión de que el tiempo mantenga el fogonazo de la inspiración o lo entierre. En el casino chinchillano donde una vez estuvo Camilo José Cela, terminamos esta conversación sobre poesía, vida y política, aunque esto último no lo contamos. La poesía nunca ocupará la primera plana, pero tampoco importa. Lo que cuenta es que el poema esté al borde de ese precipicio llamado existencia. Un acantilado al que Arturo Tendero no tiene miedo a acercarse. 

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