La problemática de los temporeros: “Prefieren callarse y no denunciar, aunque lleguen a trabajar 70 horas”
“La tarea es muy complicada, porque han proliferado los intermediarios del campo, y la contratación de los temporeros ya se hace en muchos casos así, por empresas temporales y esto dificulta mucho el control”, explica Cheikhou Cisse, intermediador cultural de Medicus del Mundi Sur. Cisse participó en la jornada ‘Retos sociales y laborales de la inmigración’, organizada por Comisiones Obreras, y está especializado en la mediación con las personas que trabajan como personal temporal en las distintas campañas agrícolas que se viven en la región.
Cisse estuvo presente, por ejemplo, en los difíciles momentos del brote de COVID-19 vivido entre los temporeros en Albacete el verano pasado. Buscar una solución para ese problema fue un trabajo conjunto inmenso y estratégico, entre ONG y las distintas administraciones relacionadas. Pero también valora pasos como la aprobación de la “ordenanza de la dignidad” que se votó favorablemente en el último pleno municipal de Albacete.
“Es muy difícil para los temporeros trabajar y cobrar lo que les corresponde. Pero estas dificultades no son de Castilla-La Mancha. Son de aquí, de Murcia, de Andalucía, de todos lados. El papel del intermediario aquí es importante, porque no denuncian por miedo a que no vuelvan a contar con ellos. Así de simple. Muchos prefieren callarse, no denunciar, incluso cuando las jornadas son de hasta 70 horas y cuando tienen que incluso pagar los viajes para llegar al campo”, explica el mediador. Tampoco cobran siempre lo que les corresponde recalca. “Es muy triste, pero la problemática de los temporeros necesita repercusión nacional para solucionarse”, lamenta.
Condiciones “infrahumanas”
Medicus Mundi Sur lleva más de 15 años especializados en el trabajo de la migración en Albacete, con un centro para personas sin hogar. “Hemos conocido muchísimos casos y hemos trabajado con CCOO para denunciarlo, como el caso de explotación laboral de Fuentealvilla, donde una señora contrató a 600 temporeros en condiciones indignas, infrahumanas. Nuestro trabajo es ayudar a denunciar”, recalca Cisse. Pero insiste en que la gran diferencia está entre quienes tienen documentos y quienes no. “Los indocumentados son los más débiles. Para los que tienen documentación es mucho más sencillo, pero los intermediarios saben lo que ocurre con quienes no tienen documentos y así cometen fraude y les pagan lo que les da la gana”, asegura.
Cisse recuerda el caso de una explotación en la que las cuentas las llevaba un hijo de 14 años del dueño el campo. “Tuvimos casos de personas que trabajaron dos meses casi sin pagarles. Fuimos a mediar con el empresario y él se negó a pagar, nos enseñó nóminas pero no sabía casi ni leer ni escribir. Al final vimos que quien llevaba las cuentas era un niño, un hijo suyo. Es que nos planteamos incluso llamar a servicios sociales. Porque no puede ser que se incite a los hijos a ser delincuentes, a tratar así a otras personas”, reflexiona.
“En muchos casos hay que pagar por que se realice la contratación, o deciden que se paga por caja y no por jornada. O cobran el viaje de todos los días, cinco o diez euros, y al final les pagan sólo una parte de lo comprometido. Muchos prefieren irse, porque no tienen documentación y no se atreven a denunciar. Por eso a los intermediarios les da igual, porque saben que no va a ir lejos. Y es que las denuncias cuando existen son muy lentas hasta que te convocan y no les merece la pena.
Como solución, explica, estaría la posibilidad de que administraciones como los ayuntamientos o el SEPE, el Servicio Estatal de Empleo, realizasen las contrataciones. “Así podría manejarse mucho mejor, para evitar a los capataces, con quienes es muy difícil controlarlo”, recalca. Y es que, asegura, las administraciones son conscientes de las dificultades que acarrea la situación con los temporeros. “Incluso la Guardia Civil, ¿cómo controla si te pagan o no? No pueden. Como mucho revisar que las camionetas en las que los transportan están al día”, afirma. Por eso aboga por más inspecciones de trabajo y controles, aunque sabe que los inspectores no son suficientes por la gran cantidad de explotaciones. “Mucha gente vive en Albacete, se va por la mañana a Murcia y vuelve por la tarde. ¿Cómo lo controlas?”, insiste.
La solución la tiene clara. “Trabajar todos juntos. Separados no vamos a ningún sitio”. Recalca que las administraciones hablan mucho de sus limitaciones. “Pero entre todos podemos trabajar para facilitar el trabajo. Por lo menos este año hay una mesa, para poder empezar a hablar de la problemática. Llevábamos años pidiéndola”, concluye.
0