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El 8-M en un pueblo histórico del PP con destellos de feminismo

Entrada de Layos (Toledo)

Fidel Manjavacas

Layos (Toledo) —

A Layos, un pequeño municipio situado a menos de 15 kilómetros de Toledo, no llegó ayer la riada morada, ni los gritos y cánticos que retumbaron en tantas partes del mundo a favor de la huelga feminista. No había delantales colgados en los balcones y la música en forma de batucada que se colaba en los oídos del patriarcado de muchas ciudades era sustituida por la voz del tapicero.

Su megáfono fue uno de los pocos por los que este ya histórico 8 de marzo no se oyó reivindicarse a una mujer. Era el sonido de “un día más” en este municipio para algunos vecinos que, aunque compartían la reclamación de los derechos de las mujeres, no secundaron la huelga ni apoyaron alguna de las acciones planteadas para ampararla. Ningún trabajador del Ayuntamiento, de la residencia de mayores o del colegio público al que asisten poco más de 40 niños salieron a las calles de Layos con ánimo de unirse a una manifestación que ni había sido convocada en el pueblo.

Sí paró, durante dos horas, Ana, una trabajadora de la empresa que gestiona el Palacio de los Condes de Orgaz, un castillo construido a finales del siglo XIV en este municipio que no alcanza actualmente los 700 habitantes. También lo hicieron otras dos compañeras suyas de entre los diez empleados que forman parte de una empresa que no les va a descontar en su nómina este gesto feminista, gracias quizás a que una mujer está al frente de la misma.

“Era totalmente necesario, aunque no sabemos lo que va a pasar después de esto”, dice sobre la huelga Ana, que pasea con su amiga Tere y los perros de ambas por el pueblo después de la hora de comer, mientras su marido está en casa, recogiendo la mesa y poniendo el lavavajillas. “Tiene 59 años, se quedó en paro hace cuatro años y ahora él dice que es amo de casa. Lo hace todo bien, menos planchar”, explica sonriente Ana.

En Layos, a excepción de las primeras elecciones después de la Transición, cuando ganó UCD, siempre ha sido el PP el vencedor de los comicios locales. El Gobierno de Mariano Rajoy no ha apoyado este huelga e incluso algunas de sus dirigentes han lanzado propuestas que ni el propio presidente ha aprobado. Tampoco las aprueba Enrique, el marido de la única concejala 'popular' del municipio, Isabel López, quien también sería partidaria de las manifestaciones del 8-M según su cónyuge.

“¿Si no lo hacen ahora, cuándo lo van a hacer?”, decía Enrique en la puerta de su casa, a la hora de la siesta, un rato antes de que se celebre en Casa Benito una charla-café de la Asociación de Mujeres 'La Solana' -de la que Isabel también forma parte-, la única actividad oficial que se hizo en Layos en el Día Internacional de la Mujer. Hortensia, la presidenta de la asociación, se postulaba en contra de la huelga porque considera que “nadie tiene que pagar por reivindicar estos derechos”.

Un pensamiento que posiblemente no comparte la mujer de Óscar, dueño del establecimiento en el que se celebró la charla y al que su esposa no fue a trabajar porque se pidió el día libre. “Está en Madrid, no sé si de ocio o quizás en las manifestaciones”, subraya Óscar, que también considera que la sociedad tiene “que avanzar” porque “todavía hay bastante machismo; es una pena pero sigue existiendo”.

Ni en el colegio público ni en la residencia de mayores, ambos bajo el nombre de 'María Magdalena', hubo solicitud de huelga ni de paro por parte de sus trabajadores. Sin embargo, varias de las profesoras y también Sagrario, la directora del colegio, armonizaban con el ideario feminista que rechaza la brecha salarial, el 'techo de cristal' o, por supuesto, la violencia machista.

Su argumento para no secundar las movilizaciones fue “la repercusión” que podría tener su ausencia en dificultar la labor de sus propios compañeros con los poco más de 40 alumnos que asisten a este centro educativo. “Estamos en mínimos”, explican Virginia o Bea, que alertaban de las situaciones de machismo que habían encontrado estos días con sus alumnos al trabajar, por ejemplo, las profesiones. “Yo quiero ser jefe, como mi padre”, exclamaba uno de los niños que veían en su futura mujer a su cocinera y limpiadora. Una opinión que no todos sus compañeros comparten pero que sigue dando muestras de la sociedad patriarcal en la que vivimos.

Para no entorpecer el trabajo con los mayores, ninguno de la casi treintena de empleados de la residencia de mayores ha ejercido su derecho a huelga. O al menos así lo explica Víctor, el director del centro, que no considera oportuna la celebración de la huelga feminista aunque hubiera respetado que cualquiera de sus trabajadores la hubiese secundado. “Nuestros servicios mínimos son todos los servicios”.

“Aquí un hombre y una mujer ganan lo mismo”, destaca Víctor, que opina que las mujeres tienen “una sensibilidad especial para el cuidado de los mayores que, generalmente, no tienen los hombres”. Una de ellas, Mamen, confirma delante de él el cumplimiento del jefe con sus derechos laborales y su afán de favorecer la conciliación de su vida familiar. “En una oficina puedes echar la llave e irte, pero aquí hay personas que cuidar”, justifica Mamen, que, no obstante, reconoce ser consciente de la desigualdad, de las diferencias salariales entre hombres y mujeres, de una lucha que se reflejó en la presencia de millones de personas en las plazas y, también, de destellos de feminismo en municipios como el de Layos.

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