Un giro de gobierno absolutamente imprescindible
Han bastado escasamente 15 días para que, evaporada la espuma de la fallida moción de censura precipitadamente activada por el PSOE, haya quedado al descubierto la precaria situación del gobierno que preside Alfonso Fernández Mañueco. El PP celebró como un gran éxito el fracaso de esa moción, y ello se comprende si se tiene en cuenta que hasta el momento de su votación no las tuvieron todas consigo (existen sólidos indicios para pensar que la fuga de la procuradora de Ciudadanos María Montero formaba parte de un plan frustrado por la posterior marcha atrás de otras dos procuradoras implicadas en la evasión).
Se entiende que el PP echara las campanas al vuelo para celebrar su permanencia en la Junta, pero de ahí a proclamar que había salido reforzado del trance -mercancía que le compraron los medios adictos y/o habituados a salir en socorro del vencedor-media un abismo. Porque lo único cierto es que, lejos de salir reforzado, el gobierno bipartito PP-C´s que preside Mañueco se ha dejado en la gatera nada menos que la mayoría absoluta que le ha estado permitiendo actuar imponiendo su voluntad sin encomendarse a nadie.
Y el asunto no es baladí, como se ha podido comprobar esta pasada semana cuando inopinadamente el presidente decidía derogar el polémico “decretazo” con el que “obsequió” al abnegado personal sanitario el pasado 12 de noviembre. Como gesto de reconciliación con los sindicatos sanitarios, todos los cuales reaccionaron pidiendo en su momento a dimisión de Mañueco, podía haberlo derogado una vez superada la fatídica tercera ola, esa a la que tanto contribuyó el propio presidente con su temeraria estrategia de “salvar las Navidades”. Pero no.
Tras haberse disparado a finales de enero la tasa de Incidencia Acumulada por encima de los 1.400 casos a 14 días por cada 100.000 habitantes, lo que elevó el número de hospitalizados por Covid hasta los 2.420 registrados el 1 de febrero, la tercera ola fue remitiendo hasta descender a mediados de marzo a 105 casos y alrededor de 400 ingresos hospitalarios. Y sin embargo, ha sido en pleno ascenso de la cuarta ola, el pasado día 8, cuando el presidente decidía derogar ese decreto, en un momento en el que la tasa de IA llevaba tres semanas creciendo (este domingo estaba en 192 casos).
Imposible por ello desvincular dicha derogación de la Proposición No de Ley del grupo socialista que se votará este miércoles en el pleno de las Cortes, Iniciativa que, entre otras cosas, instaba a la Junta de abolir el “decretazo”. El temor a que dicha PNL fuera aprobada, es decir, a una derrota parlamentaria con la que se visibilizara la pérdida de su mayoría absoluta, ha obligado a Mañueco a comerse, cual sapo sin aderezar, un decreto que le ha supuesto un alto coste entre el personal sanitario.
Al margen de este episodio, el hándicap de haber perdido la mayoría absoluta prácticamente lo tiene resuelto el gobierno PP-C´s, que tiene a punto de caramelo un acuerdo con el Partido por Ávila para que su procurador, Pedro Pascual, se convierta en “el procurador número 41” que restablezca la mayoría parlamentaria pérdida por el Ejecutivo autonómico. Un acuerdo que para el PP tiene un doble coste, interno y externo, que da por bien empleado con tal de evitarse sobresaltos parlamentarios como el de la comentada PNL socialista.
Pero el problema del gobierno Mañueco no se limita a esa precariedad parlamentaria, sino que radica en su propia y constatada incapacidad para regir los destinos de esta maltrecha comunidad autónoma. Si antes de que irrumpiera el Covid ya fue incapaz de romper con la viciada trayectoria de los anteriores 28 años de gobiernos monocolores del PP -todo lo contrario, incidió sin ningún pudor en los mismos vicios-, la pandemia ha puesto de relieve su manifiesta incompetencia y mediocridad, combinadas, a mayor abundamiento, con un estilo de gobernar caracterizado por la prepotencia y el desprecio a los interlocutores sociales y a los ciudadanos en general.
Su gestión ante la pandemia ha hecho aguas –y no menores- por los cuatro costados desde el primer instante, tanto en el aspecto estrictamente sanitario, como en lo referente a las restricciones y al trato dispensado a los sectores más damnificados social y económicamente. Tocó fondo tras el contundente revés propinado por la sentencia del Tribunal Supremo al disparatado adelanto del toque de queda, momento que marcó el punto de inflexión aprovechado por la oposición socialista para lanzar su moción de censura.
Fracasada dicha moción, el gobierno Mañueco podía haber aprovechado para imprimir un nuevo giro a su gestión y adoptar un estilo más cercano y dialogante, pero a las primeras de cambio ha arruinado cualquier expectativa al respecto. El episodio del pasado miércoles suspendiendo unilateralmente la vacunación con AstroZeneca ha puesto de relieve hasta qué extremo sigue reinando el caos en la Junta, donde cada vez es más dudoso que haya alguien al volante (y si lo hay, si tiene permiso de conducir, o superaría un control de alcoholemia).
Más allá de sus intercambios florales sobre la fortaleza y lealtad del pacto de gobierno en Castilla y León, nada ha trascendido acerca del encuentro mantenido en el Colegio de la Asunción entre el presidente Mañueco y la lideresa de lo que queda de Ciudadanos, Inés Arrimadas. Dsconozco en qué punto se encuentra el propósito de Arrimadas de forzar una remodelación que suponga el relevo de Francisco Igea en la vicepresidencia de la Junta y el cambio asimismo en las consejerías de Sanidad y Empleo, cuyas titulares, Verónica Casado, y Ana Carlota Amigo, están tan quemadas o más que el vicepresidente. Ignoro si la crisis puede producirse en cualquier momento o ha quedado aparcada a la espera de que pasen las elecciones madrileñas, tras las cuales, de sufrir un nuevo descalabro Ciudadanos, la primera que puede saltar por los aires es la propia Arrimadas.
Pero cuando ni siquiera hemos llegado al acuerdo de la Legislatura, salta a la vista es que el actual gobierno de la comunidad sigue superado por los acontecimientos y no está en condiciones de afrontar los retos que tiene delante Castilla y León. Si no es a la rastra de Arrimadas, debería ser el propio Mañueco quien, aunque solo sea pensando en su propia supervivencia, abordara una crisis de gobierno absolutamente imprescindible. Aunque quizá ello sea pedir peras al olmo.
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