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La expansión de la avispa asiática pone en jaque al sector apícola catalán: “Combatirlas no nos corresponde”

Josep Maria Clària extrae un marco de uno de los enjambres de abejas de su colmena en la explotación apícola de La Nostra Mel en Talavera, Lleida.

Helena Sala Gallardo

Talavera (Lleida) —

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Josep Maria Clària es apicultor y propietario de La Nostra Mel, explotación apícola en Talavera (Lleida). Hace cuatro años que las primeras avispas asiáticas (o vespa velutina) empezaron a convertirse en un serio problema para él y otros apicultores de Lleida y Tarragona (aunque en las provincias de Girona y Barcelona el calvario empezó aún antes). Y el fenómeno no ha dejado de agravarse, hasta provocar pérdidas cada vez mayores en la producción de miel. 

Esta especie invasora se alimenta principalmente de abejas, aunque también depreda otros polinizadores. Pero Clària señala que el problema no es tanto la cantidad de abejas que se come la velutina, “sino el miedo y el estrés que les genera, que le impide salir de la caja a buscar polen, néctar o agua”. 

En los meses de octubre, noviembre y diciembre, las abejas deben acumular reservas para sobrevivir al invierno. Y si no pueden coger reservas, no tienen comida y acaban muriéndose. Además, si la reina ve que no entra comida, deja de poner huevos. Esta situación ha derivado en una menor producción de miel. Además, ha obligado a los apicultores a sobrealimentar a los enjambres para mantener vivas a sus abejas, lo que supone un mayor coste económico.

Cajas con enjambres de la explotación apícola La Nostra Mel, en Talavera

Los apicultores reclaman más apoyo

Los expertos aseguran que no es posible frenar completamente la expansión de esta especie invasora. Pero Clària, que también coordina el ámbito de apicultura en Unió de Pagesos –principal sindicato agrario en Catalunya–, recalca que es posible “minimizar los daños” y “reducir el estrés que las avispas generan a las abejas” mediante el uso de trampas. “Se trata de reducir el número de velutinas para que las abejas puedan salir. Si hay diez, no tienen miedo; si hay cien, sí”, señala.

La instalación de trampas, sin embargo, implica un alto coste económico y una importante inversión de tiempo. Aunque el Departament de Territori suministra el líquido atrayente, apicultores como Clària —con varios colmenares repartidos por toda Catalunya— deben asumir gastos extra de gasolina para desplazarse y renovar cada quince días las trampas en todas sus explotaciones, algunas de ellas a más de 100km de distancia. 

Por otro lado, los sectores ecologistas advierten que este método también afecta a otros insectos. Joan Pino, catedrático de ecología en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y director del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), considera que es preferible apostar por sistemas de protección de las colmenas en lugar de recurrir a capturas indiscriminadas, como el uso de arpas eléctricas.

El catedrático defiende la implementación de trampas “más selectivas” y la destrucción de nidos de velutinas cuando es posible. No obstante, señala que, en la actualidad, no existen herramientas “realmente eficaces” para combatir a esta especie invasora.

El sector apícola catalán se reunió el pasado 24 de noviembre con los departamentos de Territorio y de Agricultura para pedir más medidas. Reclamaron la instalación de más trampas y que sean los Agentes Rurales quienes las instalen y supervisen cada quince días, para evitar los elevados costes en desplazamientos y la inversión de tiempo que asumen los apicultores. Fuentes de la Generalitat explicaron a elDiario.es que en enero se celebrará un nuevo encuentro para acabar de valorar las propuestas y decidir si finalmente se implementan nuevas actuaciones. 

Aumentan las colmenas afectadas

La vespa velutina está cada vez más extendida en Catalunya y otras zonas del norte peninsular, como Galicia, País Vasco o Navarra. Según Pino, la humedad de las zonas atlánticas favorece su proliferación. Aunque el clima mediterráneo es más seco, en Barcelona y Girona ya se encuentra igualmente establecida y más del 90% de las explotaciones apícolas de estas provincias se han visto afectadas en mayor o menor medida, según los datos que proporcionó Unió de Pagesos a la Generalitat en la última reunión, a los cuales ha tenido acceso elDiario.es.

En Tarragona y Lleida la especie se encuentra en fase de expansión. En los últimos dos años, el número de colmenas afectadas se ha duplicado en Tarragona —del 30% al 60%— y ha aumentado en más de la mitad en Lleida —del 20% en 2023 al 50% en 2025. 

Desde 2022, el sindicato calcula que se han dejado de producir, aproximadamente, unos 311.000 kg de miel en toda Catalunya, lo que, sumando el gasto en alimentación adicional para las abejas, representa pérdidas de más de 2,5 millones de euros para el sector en 2025, sin contabilizar otros gastos derivados del mantenimiento de trampas (como el combustible de los desplazamientos o las arpas eléctricas).

¿Cómo llegó la velutina a Europa?

La vespa velutina es originaria del sureste asiático. A diferencia de las avispas autóctonas europeas, las asiáticas son más grandes y tienen mayor capacidad para capturar abejas, además de construir nidos más grandes y numerosos, explica Pino. La especie llegó a Europa en 2004 en un contenedor que desembarcó en Marsella y, seis años después, alcanzó España, donde en 2010 se registró el primer ejemplar en Navarra. Desde entonces, se ha propagado por todo el norte peninsular.

El área de distribución de la especie se ha duplicado desde 2018 hasta finales de 2024, pasando de 41.700 kilómetros cuadrados a 88.900, según indicó El País a partir de los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica. En concreto, Barcelona es la provincia donde más se ha expandido –de 266 kilómetros cuadrados en 2012 a 7.333 en 2024–. En Catalunya, el insecto ya se encuentra establecido en las provincias de Girona y Barcelona. En Lleida y Tarragona, se encuentra en fase de expansión.

La velutina llegó a 13 nuevos municipios catalanes en 2024, según las últimas cifras de EXOCAT, base de datos coordinada por el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y por la Generalitat. Josep Maria Clària encontró los primeros nidos hace cuatro años en Argençola, cerca de la frontera entre Barcelona, Lleida y Tarragona. 

Para Ramón Bonet, apicultor de Mel Bonet, las primeras velutinas aparecieron en 2020 en sus colmenares del Priorat y el Pallars Sobirà. La situación ha provocado que el hombre haya tenido que trasladar todos los enjambres hacia el norte de la Ribera d’Ebre, donde la presencia de velutinas es menor.

Más allá del impacto en la apicultura y la biodiversidad, la velutina también representa un riesgo para la salud humana. Tres personas murieron en Galicia en octubre a causa de picaduras, y Clària señala que su aguijón puede atravesar los trajes de los apicultores, poniendo en riesgo a quienes manipulan colmenas. Por ello, insiste en que no les “corresponde” combatirla a ellos.

El abejaruco, depredador natural

Además de las trampas, existen depredadores naturales, como el abejaruco y el halcón abejero. En Doñana se ha lanzado un proyecto para aumentar la población de abejarucos y frenar la expansión de la velutina. Luis Manuel Bejarano, presidente de la Asociación Burrito Feliz, que ha articulado la iniciativa, explica que una pareja de abejarucos puede consumir entre 50 y 100 velutinas al día y que ya se han adaptado a incluirlas en su dieta.

Estos pájaros llegan a finales de primavera y migran a finales de verano, coincidiendo con la época de mayor actividad de la velutina. Además de controlar la especie, el aumento pretende contribuir a “reequilibrar la pirámide trófica alterada por la actividad humana”, señala. 

En Andalucía, la velutina aún no está tan asentada como en el norte peninsular, aunque ya se han detectado ejemplares en Málaga. Esto ha generado preocupación entre los apicultores y las autoridades ambientales, que buscan implementar medidas preventivas antes de que la especie se establezca de manera definitiva. Por ello, la iniciativa busca reducir su expansión antes de que se asiente del todo. 

Según Pino, con el tiempo, la velutina podría integrarse en el ecosistema si los depredadores naturales la incorporan a su dieta. Además, el clima mediterráneo limita su proliferación hacia el sur debido a temperaturas más altas y menor humedad que el clima atlántico. Sin embargo, insiste en que el insecto no desaparecerá de las zonas donde ya está asentado.

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