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Sexualidad tóxica o cómo el porno instaura un modelo de “imaginarios violentos” contra la mujer

La depresión.

Alicia Avilés Pozo

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“Como no hay educación sexual, lo aprendemos del porno”. Esta es una de las frases que mejor resume una de las conclusiones que pueden extraerse del estudio ‘La presencia de modelos tóxicos de sexualidad en la adolescencia’, investigación financiada por el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha y presentada recientemente, junto a otros estudios, en unas jornadas organizadas por la Consejería de Igualdad. El informe recoge una serie de impresiones, conclusiones y recomendaciones en base a las reflexiones realizadas por hombres jóvenes agrupados por diferentes temáticas.

La cosificación, el sexismo, la ostentación, el sometimiento de la mujer, la hipersaturación de la imagen, la oferta infinita de contenidos y la normatividad en torno al cuerpo perfecto son solo algunos de los puntos en común que los autores han encontrado en su rastreo por las páginas de pornografía más populares en Internet. Todo unido a un conjunto de estereotipos con las redes sociales como efecto multiplicador, ofreciendo a los más jóvenes un lugar donde bucear en busca de experiencias que sustituyen a una educación sexual inexistente.

David Kaplún Medina, antropólogo, formador e investigador en Género, Violencia y Diversidad, además de miembro de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE); y Paula Roldán Gutiérrez, psicóloga experta en Violencia de Género, son los autores de este informe. Es el producto de una investigación cualitativa realizada con hombres jóvenes que cursan estudios de educación superior: hablan de cómo viven su sexualidad, para comprender cómo la juventud masculina experimenta ese momento en el que se empieza a visibilizar una gran cantidad de violencia sexual.

Los autores parten del hecho de que el sexo se aprende pero no se enseña en ningún sitio, algo con consecuencias negativas puesto que nos acompaña durante toda la vida. Así lo han podido constatar en cinco grupos focales conversando sobre sexualidad y pornografía.

Una ilusión de “todo vale” 

Uno de los aspectos más relevantes del estudio es el que manifiesta que el “fácil y casi universal” acceso a internet, junto al porno gratuito en red “potencian la ilusión convertida en tendencia actual del todo vale, todo es posible”. “Acceso ilimitado, prácticas inusitadas, respuestas claras, directas, reproducidas hasta el infinito (…) El denominador común de las categorías y vídeos más visitados en las plataformas populares de porno reproducen escenas donde la saciedad caracteriza las prácticas de estragar a la mujer: introducir diversidad de miembros, juguetes y objetos por cualquier orificio posible, de forma simultánea, excesiva, extralimitando al máximo, mientras se ponen al límite sus necesidades básicas como respirar o descansar y, para evidenciar el orgasmo se recurre eyacular visiblemente sobre la mujer, preferiblemente en la cara, y frecuentemente en grupo”.

Lo peor es que en este universo “todo se envuelve bajo la misma premisa: están fingiendo, no es real”. Los jóvenes participantes en el estudio así lo confirman: “Cuando vas al porno buscas algo idealizado. Excita lo que resulta más inaccesible en la realidad”, afirma uno de ellos en los grupos focales. Con ello, se idealiza la excitación de lo prohibido, “desdibujando la violencia que envuelve reproducir escenas de dominación y poder de lo masculino sobre lo femenino”.

En este punto, los investigadores se preguntan que si el porno prepara más para la violencia que para la sexualidad, “¿por qué sigue sorprendiendo que los vídeos más buscados en porno sean violaciones, a menudo en grupo, y dentro de la categoría real?”

Porque la historia se repite en las siguientes cuestiones planteadas en los grupos participantes. Los jóvenes hablan así de la pornografía como un modelo de sexualidad donde “siempre ha habido guarreo”, donde “el chico es el emisor y la chica es la receptora”, donde “el tío controla y maneja completamente a la tía” y donde el ‘fisting’ o el ‘bukkake’ buscan “humillar mucho a la chica”. En muchos de estos debates, los comentarios de los jóvenes van acompañados de risas y humor.

Es el motivo por el que las intervenciones en este bloque dejaban entrever, según subrayan los autores, cómo gran parte del contenido que ven habitualmente en el porno no sólo implica altas dosis de violencia sino que, además, ponen de forma recurrente a quienes se encuentran en posiciones pasivas (en su gran mayoría mujeres) en situación de riesgo. Esto se hace “en su expresión más literal” al erotizar escenas de maltrato físico, asfixia, o dolor “en las que se hace apología de la violación en grupo”.

¿Por qué pasa esto? ¿Por qué se habla de ello entre hombres, de forma jocosa, pero precisamente es el tabú en torno a la educación lo que lo ha generado? Lo comenta uno de los jóvenes participantes: “Mis padres, por ejemplo, nunca me habían hablado de sexualidad. En el instituto, por ejemplo, nos saltamos el tema de los genitales en Conocimiento del Medio. La falta de educación es lo que te hace perder el control de hasta qué punto eso es lo que debería ser”. Otro añade: “En ese sentido hemos recibido una mala educación.  Si no nos educan, qué es el sexo, cómo se hace, cómo hay que tratar a la otra persona… puedes irte por el mal camino. Si no tenemos una referencia fiable y no fuese un tema tabú, no tendríamos que recurrir los jóvenes al porno como herramienta de aprendizaje…”.

Es decir, en el informe se establece que resulta evidente que los jóvenes son conscientes no sólo del tabú que aún existe sobre la sexualidad, sino también de la falta de educación sexual en dos espacios fundamentales de socialización: en las instituciones educativas y la familia. Esta falta de formación consciente, responsable, empática y emocional de la sexualidad tiene “un alto coste social”. “El silencio que como sociedad estamos generando ante un tema tan importante está permitiendo que se mantenga el modelo del porno, que continuamente reproduce y genera imaginarios violentos aunque, eso sí, de manera diferenciada porque a la vez que erotiza el protagonismo y la proactividad en los hombres, erotiza la sumisión y la disposición en las mujeres”.

“La excitación es universal, objetivar el cuerpo de una persona deseada es inevitable, pero es necesario aprender cómo gestionar la excitación física y emocional”, añade el estudio. Y subraya que en este contexto a las mujeres se les ha enseñado a ocultarlo y a los hombres a exteriorizarlo. Es ahí donde el porno encuentra “un suelo fértil para hacer abismo de la fisura: lleva la dominación hasta el estrago, extenuándolas a ellas pasivamente y a ellos activamente”.

El desencanto cuando la realidad no es la ficción

Y el coste no es únicamente para las mujeres. Los chicos cuentan su desencanto al inicio de sus prácticas y encuentros sexuales: “Piensas que lo que vas a experimentar va a ser como en el porno y te das cuenta que no es como esperabas”, “Cuando lo hice por primera vez me di cuenta que no tenía ni puta idea. El porno a mí no me ha ayudado a saber por dónde ir” o “el porno te aparta de la conexión emocional”. De hecho, los investigadores apuntan que al finalizar, los grupos expresaron alivio y agradecimiento, demandando escuchar las voces de las chicas, pidiendo espacios donde poder hablar de sexualidad con otra mirada “más inclusiva, empática, cuidadosa y sensible”.

Como conclusión, el estudio considera que es necesario comenzar cuanto antes con una estrategia clara de formación tanto sobre las redes sociales como sobre los canales transmisión “de un modelo de relación que incorpora grandes dosis de toxicidad en los modelos de género y sobre sexualidad, para poder ofrecer una mirada crítica a lo que se encuentra en el porno”.

Esta educación, añaden, debe realizarse a todos los niveles del sistema educativo, desde colegios a universidades, con contenidos adaptados para cada edad. La formación debe dirigirse también a población adulta priorizando al profesorado por su capacidad de multiplicar el mensaje en sus centros de enseñanza, pero sin olvidar a las familias, aprovechando las asociaciones de madres y padres de los centros educativos.

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