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Las desigualdades que esconde el informe PISA

Àngela Ballester

Dudo si el ministro de Educación y los grandes medios han leído el mismo Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, más conocido como informe PISA, que he leído yo. En el mío,  los resultados educativos de España están estancados desde hace 10 años. Es evidente que el bipartidismo no ha dado ni ha querido dar solución a los graves problemas que hay detrás de unos resultados insuficientes para un país que necesita poner todo su talento en salir de la crisis.

Duele oír a quienes deberían ser los responsables de cambiar esta situación echar balones fuera al afirmar que no es un problema de inversión pública. Y lo dicen dirigentes del Partido Popular porque en los países con mejores resultados además de ser la educación una inversión fuerte hay otros muchos factores que influyen. Pero es que nosotros no estamos lamentablemente ni siquiera ahí. Por ello, hay que aumentar el presupuesto educativo y, por supuesto, será imprescindible invertirlo escuchando a la comunidad educativa.

Al mismo tiempo, urge mejorar las condiciones laborales y los salarios de los trabajadores y trabajadoras del país, pues esta es condición fundamental para romper el círculo de pobreza y desigualdad educativa. Para empezar, los datos de PISA demuestran que una gran parte de las desigualdades entre comunidades autónomas se deben a las diferencias en el producto interior bruto, el PIB per cápita de los territorios. También demuestra que los alumnos de las familias más desfavorecidas tienen cinco veces más posibilidades de repetir un curso,  siendo la de España la tasa más alta de todo el informe. Y cabe recordar que el último estudio sobre pobreza y equidad educativa de Save the Children incluye un apartado titulado “Si la pobreza no es una enfermedad , ¿por qué se transmite?”.

De igual modo,  la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE afirma que “el nivel de estudios de los padres es el factor asociado que más correlación tiene con los resultados de los alumnos en PISA”. De hecho, más de la mitad de los niños cuyos padres y madres no acabaron la secundaria se encuentran en riesgo de pobreza o exclusión social (56,7 %). No es que los padres y madres menos formados cuiden menos de sus hijos, si no es que la mayoría están en paro, en unas condiciones muy exigentes y precarias que en muchos casos les roban además el tiempo de poder leer, repasar o incluso jugar con sus hijos e hijas o disfrutar de actividades lúdicas o formativas que les estimulen y amplíen sus conocimientos. Asimismo, los sueldos bajos les dificultan poder asumir el coste de los libros de texto, material escolar, transporte, comedor, excursiones, idiomas, etc. Es fundamental que las políticas públicas tengan en cuenta esta base de inequidad económica y social que muestra el Informe PISA en su foco, porque si no estaremos perpetuando la pobreza, al no darles a estos niños y niñas todas las herramientas educativas y ayudas posibles para formarse en niveles superiores, tener trabajos decentes y educar a sus hijos e hijas. Rota la cadena de pobreza lograremos una sociedad más justa y más igualitaria.

Àngela Ballester es diputada de Podemos en el Congreso.Àngela Ballester

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