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Crónica inédita sobre la peste del siglo XVII en Valencia, “un descalabro económico, demográfico y psicológico”

'Embarco moriscos en el Grao de Valencia', por Pere Oromig (1616). Óleo sobre tela. 110 x 174 cm

Lucas Marco

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Vicent Josep Escartí, catedrático de Literatura Medieval y Moderna de la Universitat de València, ha logrado trazar una visión panorámica de la peste que azotó Valencia en el siglo XVII. Tras la traducción y edición de las vivencias del investigador médico, teólogo y dominico Francesc Gavaldà (València, 1618-1686) sobre la epidemia que asoló la capital, Escartí presenta el relato inédito del jesuita Vicent Arcaina (Alcoi, 1578 - València, 1660). “La peste fue un descalabro económico, demográfico y también psicológico”, declara a elDiario.es el investigador Vicent Josep Escartí.

El jesuita, a modo de cronista de la epidemia, sitúa el inicio de la epidemia en el barrio de Russafa, con origen en Argel, y relata la diversidad de opiniones entre las autoridades sanitarias de la época, con el trasfondo del cierre de la ciudad y, por tanto, de la actividad económica. “Cuando había una peste de estas características se cerraban las puertas de la ciudad para que nadie entrara o saliera”, explica Escartí, que destaca las “pérdidas económicas importantes” que suponía el confinamiento.

La ola de peste que afecta a València desde octubre de 1647 hasta la primavera de 1648 fue la mayor epidemia que había sufrido hasta entonces la ciudad (casi medio siglo antes la peste había arrasado Xàtiva). La ola se expandió después a Barcelona y a otros territorios de la Corona de Aragón. En València, la peste se introdujo proveniente del norte de África (Gavaldà apunta a un barco de Argel donde también había un brote de peste). En junio se observaron las primeras muertes de peste en Russafa y en agosto la enfermedad afectaba a toda la ciudad.

La crónica de Vicent Arcaina, editada por el Ayuntamiento de Valencia, se complementa con la del dominico Francesc Gavaldà “porque el relato del jesuita pretende ser más fidedigno a algunas realidades e incorpora noticias de otros lugares que no son la ciudad de Valencia, de las misiones de sus hermanos en pueblos de l’Horta, del Camp de Morvedre, en Castelló de la Plana”.

“Mientras que la crónica de Gavaldà se esfuerza en mostrar la gran actuación que tuvo la Corporación municipal, en el caso de Arcaina hay una voluntad de loar y enaltecer y poner de relevancia el servicio comunitario que hicieron los jesuitas”, indica Vicent Josep Escartí.

El investigador ha recuperado la biografía de Arcaina, docente de gramática, filosofía y teología, cuya crónica de la epidemia se estructura a modo de dietario. “El texto de Arcaina es singular porque en definitiva es una especie de 'carta anua' que enviaban los jesuitas a sus superiores”, en su caso “explicándoles lo que ha pasado en los primeros meses de la peste en Valencia”.

Así, el jesuita describe la organización de la respuesta sanitaria. “Se creó un cementerio nuevo para poder enterrar tal cantidad de muertos como se estaban produciendo en aquellos días”, explica Escartí. “Las escenas que se relatan en ambas crónicas son realmente duras, de gente muriendo por las calles, fallecidos que no quieren ser reconocidos por los familiares porque eso significaba cerrar las casas”, agrega.

Paralelismos entre epidemias

El especialista empezó a trabajar ambos relatos durante el periodo más duro del confinamiento por la crisis sanitaria de la COVID-19, observando así los paralelismos entre ambos epidemias.

Salvando las distancias, “mostraban cada día prácticamente las mismas cosas que estaban pasando en nuestra sociedad: el miedo a quedar desabastecidos sin comida o los problemas para enterrar a los muertos”. “Recuerdo”, apostilla Escartí, “las imágenes de Italia con los féretros o las de Madrid, que ponían los pelos de punta, eso mismo lo podías ver en las crónicas de Gavaldà y Arcaina”.  

Las crónicas sobre la peste en Valencia en 1647 también recogen la solidaridad de otras poblaciones que enviaban víveres a la ciudad confinada. “Otra cosa a tener en cuenta”, indica Escartí, “es cómo el jesuita Vicent Arcaina se preocupó de dejar una memoria para las pestes futuras”. “Por fortuna, las siguientes ya no fueron tan bárbaras”, concluye Vicent Josep Escartí.  

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