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De la moción de censura a la loción de ternura

José Manuel Rambla

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Es bien conocida la afición que Zeus tenía por el transformismo a la hora de dar rienda suelta a sus inclinaciones calenturientas. Ignoramos si Ángela Merkel fue la última encarnación de la máxima autoridad del Olimpo, pero es sabido que la divinidad griega ya logró en una ocasión secuestrar a Europa convertido en un toro. Del mismo modo, la hermosa Leda fue sorprendida por el sicalíptico dios transformado en cisne y aunque no sabemos muchos detalles de aquel inesperado encuentro a orillas del río Eurotas, la buena muchacha salió de aquel incidente poniendo algún que otro huevo.

Pero las artes de la transmutación no son monopolio de Zeus. La derecha española demostró sus habilidades en este campo al pasar sin despeinarse del nacionalcatolicisimo a la democracia. Y en ese travestismo sigue empeñado el PP, ahora a cuentas de la corrupción, como hemos podido comprobar estos días con la milagrosa transformación de Carlos Fabra que, gracias a la pérdida de algunos quilos, un mínimo cambio en el peinado y la sustitución de las gafas oscuras por un ojo de cristal, ha logrado ocultar su imagen de discípulo aventajado de Corleone tras un apacible look de viajante de comercio.

Pero por desgracia para Mariano Rajoy los populares no son inmortales ni alcanzan el poder de los dioses. Así que a veces –demasiadas veces– se les corre el maquillaje dejando entrever el tufillo de cuartel y sacristía, a Gallardón se le cuelen estrofas del Cara al sol mientras carga el féretro de algún falangista valeroso de la familia, o les estalla un nuevo escándalo por mucho empeño que Manuel Moix ponga en disimular su condición de Fiscal General Anticorrupción. El problema para ellos es que si el personal aceptó su disimulo democrático a cambio de un sueño de prosperidad inmobiliaria, ahora el disfraz de honestidad resulta más difícil de asimilar con esta salida de la crisis que nos deja más exitosamente pobres.

La consecuencia es que, indignada por tener tantas razones para indignarse, la gente anda ya cansada de tanta mascarada. Y si a ello le sumamos la debilidad parlamentaria del PP, a nadie debería asombrar la moción de censura propuesta por Podemos. A nadie, claro, que no sean el PSOE, Ciudadanos o el PNV. Porque estos grupos, seducidos por los logros obtenidos por la derecha con sus dotes para el travestismo, se afanan estos días en dejar constancia de sus maneras en el difícil arte de dar gato por liebre. Descubrimos así cómo la iniciativa lanzada por Pablo Iglesias no hace más que reforzar a un PP que ya estaba acorralado por la firme oposición que ellos realizaban cuando propiciaban la investidura de Rajoy, impedían la comparecencia del amigo de Bárcenas en el Congreso, favorecían la continuidad de los populares en Murcia o negociaban con Montoro los presupuestos.

Una delirante argumentación que en el caso de los socialistas roza el paroxismo al reprochar a Podemos su “mala fe” al presentar una moción sin los apoyos necesarios y con el afán de afianzarse electoralmente como alternativa, pecados que solo podían ser virtud cuando los cometía Felipe González en 1980 a costa de UCD y del PCE. O cuando los mismos que decapitaron a Pedro Sánchez por tener el supuesto apoyo de Podemos, le recriminan al partido de Iglesias que no apoyara en su día a un Sánchez que, como honesta y autocríticamente reconocía hace poco José Antonio Pérez Tapias, estaba ideológicamente blindado por Albert Rivera para impedir un pacto por la izquierda.

Es lo que tiene vivir en los tiempos de la posverdad. Aunque todavía haya quienes piensen que ante del deterioro democrático de ministros y fiscales en fluida comunicación con los corruptos, frente a la proliferación de cajas B, financiaciones ilegales y cuentas suizas, o contra el constante saqueo de nuestro bienestar y nuestras libertades, es necesario un contundente posicionamiento ético. Para todos esos ingenuos melancólicos Susana Díaz ya tiene lista una respuesta inapelable, fácil de entender en cualquiera de los “acentos” de España. Solo necesitará unos mínimos cambios, nimiedades comparadas con los que tuvo que acometer Zeus para ser un cisne o Fraga para parecer demócrata. Frente a la meliflua moción de censura de esa “izquierda inútil”, la presidenta andaluza contraatacará con una rotunda loción de ternura. Rajoy ya se sabe contra las cuerdas.

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