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Somos todos unos tramposos

Marcos García

De verdad que nunca dejará de sorprenderme el sentido del humor del gobierno. Para que luego digan que Rajoy es un hombre sin talento. Ahora va a resultar que lo suyo, y lo de su gabinete, es el talento para la comedia. Aunque sea una comedia de muy mal gusto.

Estoy seguro de que habrán visto la campaña. Nos bombardean con ella machaconamente en televisión. Todos los días en Prime Time. La de la renta. La del IVA y las trampillas. La de la desvergüenza. Porque me reconocerán que hay que tener poca vergüenza para echarle en cara al ciudadano que es un tramposo. Que se busca triquiñuelas para defraudar al fisco. Y que su egoísmo acaba perjudicando al resto de los ciudadanos.

Ahora va a resultar que si la gente se muere de vieja haciendo cola en una lista de espera de la sanidad pública, si los enfermos crónicos tienen que pagar todos los tratamientos de su bolsillo -por caros que sean-, si los colegios públicos no tienen ni para calefacción y los edificios públicos se caen a pedazos, es por nuestra culpa. Por nuestro egoísmo y nuestra mala cabeza.

¿No recuerdan aquello de que “habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades”? Pues ahora resulta que además somos malos y tramposos. Eso es lo que dice la campaña de publicidad antifraude de la Agencia Tributaria. Una campaña que pretende luchar contra el fraude fiscal pero que, para ser sinceros, lo único que mueve es a la insumisión tributaria. Porque es posible que el ciudadano medio, que tampoco es tonto del todo, se acuerde de los 47 millones de euros de Bárcenas mientras ve los spots y entonces se pregunte si su declaración y la de sus amigachos de Génova no tendría también algunas trampillas.

La campaña de la Agencia Tributaria ha costado, por cierto, casi un millón de euros. 800.000€ para ser exactos que hemos pagado nosotros. De nuestro bolsillo. Con nuestros impuestos. Esos que el gobierno nos acusa de no pagar debidamente. El mismo gobierno que ha incrementado el IVA en un 5% y que ha anunciado una reforma fiscal torticera que, en el fondo, solo va a beneficiar a las rentas más altas.

Y ante todas estas circunstancias uno no puede más que sorprenderse del fino talento que deben albergar las mentes que han urdido semejante vuelta de tuerca propagandística. Un giro cómico cargado de amarga ironía. Sería para partirse de risa, de verdad, si no fuese porque a los de a pie hace tiempo ya que se nos acabaron las ganas de correr con la cuenta de su fiesta.

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