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El espejismo Núñez Feijóo

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, tras visitar la Fundación NIPACE en Guadalajara.

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El espejismo es una ilusión óptica que resulta verosímil en la distancia, pero que se desvanece con la proximidad. Esto es justamente lo que le ha ocurrido a Núñez Feijóo en su tránsito de Galicia a Madrid. Mientras se le contemplaba a distancia, el entonces presidente de la Xunta de Galicia parecía ser un “hombre de Estado” con estatura suficiente para poder llegar a convertirse no solamente en el líder del PP, sino también en presidente del Gobierno de la Nación. 

Esta es, sin duda, la razón por la que nadie en el PP discutió su elevación a la presidencia del partido. El candidato que parecía destinado en 2018 a suceder a Mariano Rajoy en la presidencia del PP y que renunció a la sucesión sin dar una explicación que resultara convincente, abriendo con ello paso a lo que se podría calificar del interregno de Pablo Casado, sí ha decidido aceptar la presidencia por aclamación por parte de aquellos que decapitaron al anterior presidente.

En estos meses se ha orquestado una campaña de notable intensidad, con la finalidad de afianzar el incipiente liderazgo nacional de Núñez Feijóo tanto en el partido como fuera del mismo. La dirección del PP y sus terminales mediáticas han intentado convencer a los militantes en primer lugar y a los ciudadanos españoles en general, que por fin se disponía de un candidato a presidente con credenciales suficientes para dirigir el partido y el Estado. El “efecto Feijóo”, que es la expresión con la que se ha bautizado la campaña, no ha dejado de estar presente ni un solo minuto desde que fue proclamado presidente del partido.

Pero, como se les enseña a los alumnos en las Facultades de Derecho desde los primeros años de la licenciatura, las cosas son lo que son y no lo que las partes dicen que son. No hay campaña que resista, por muy bien que esté orquestada, si lo que se dice entra en contradicción con lo que ven los destinatarios de dicha campaña. 

Más bien se produce el efecto contrario. Cuando los ciudadanos e incluso los propios militantes del partido empiezan a ver que el presunto “hombre de Estado” tropieza políticamente en asuntos diversos con más frecuencia de la que suele ser normal; cuando exhibe una falta de cultura política inadmisible, como ha ocurrido con su referencia al '1984' de George Orwell (no se pierdan el artículo de Neus Tomás, “Libros para Feijóo”); cuando las piernas le tiemblan en el momento en que tiene que sostener en el interior de su partido el pacto que ha alcanzado con el presidente del Gobierno en un tema tan central como es la renovación del Consejo General del Poder Judicial; cuando, como consecuencia de ello, tiene que empezar a mentir y dar explicaciones diversas cuando no contradictorias… es inevitable que la figura empiece a desmoronarse. 

En los pocos meses que Núñez Feijóo, tras abandonar la zona de confort de la política regional gallega, ha tenido que enfrentarse a la dureza que impera en la política estatal, el gigante gallego se ha ido convirtiendo en un hombre más bien bajito, que titubea o se pronuncia en términos literalmente incomprensibles sobre los más diversos asuntos.

Alberto Núñez Feijóo se está desmoronando como líder político estatal a una velocidad más que notable. Está llegando incluso a comportarse de manera miserable en un tema como el de la exhumación de Queipo de Llano de la Basílica de la Macarena. Que respecto de un acontecimiento de dicha naturaleza solo se le ocurra decir que él se preocupa de los vivos y no de los muertos, es de una indecencia política insuperable, además de ser una mentira, ya que Núñez Feijóo y los demás dirigentes del PP no dejan de agitar los muertos de ETA de una manera que ha llegado a ser descalificada por indecente por persona tan por encima de toda sospecha en este terreno como la hermana de Gregorio Ordóñez.

Tras seguirlo con asiduidad estos últimos meses, tengo dudas de que acabe siendo el candidato del PP en las próximas elecciones generales. 

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