Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
El uso de la “paz” para cubrir crímenes de guerra
La paz es una construcción que parte por la justicia. Nadie puede pensar que una paz justa y duradera puede construirse en base a la impunidad y el silencio. Por ello, la campaña de comunicación israelí, seguida por sus agentes en varias partes del mundo, de llamar a la “paz” mientras se justifican los bombardeos en contra de 1,7 millones de palestinos en Gaza, es simplemente la nueva fórmula encontrada por Israel para justificar sus actos. El modelo opera de forma conocida: victimizarse y caricaturizar.
Todo lo que dice el primer ministro Netanyahu es inmediatamente repetido por el resto del grupo. Frases tales como “si los árabes dejan de pelear, habría paz, si Israel deja de pelear, desaparecería” no dan cuenta precisamente de una potencia ocupante que mantiene ocupados territorios de tres naciones distintas (Palestina, Siria y Líbano), que es uno de los ejércitos más potentes del mundo (y sin duda el más importante de la región), potencia nuclear y uno de los países con mayores récords de violaciones al derecho internacional y resoluciones de Naciones Unidas. La historia, para ellos, no comienza con el exilio palestino de 1948 o con la ocupación y colonización de 1967. Tampoco comienza con el bloqueo a Gaza que comienza a dibujarse ya en 1991. Esconder las causas de fondo es parte de la estrategia.
“Nuestra lucha es solo contra Hamas, no contra el pueblo palestino” dirían los defensores de esos crímenes. ¿Acaso Hamas fue la causa de la Nakba de 1948, la ocupación de 1967, el exilio y la colonización? No, de hecho Hamas no existía. La lucha de agresión israelí no tiene que ver con ningún movimiento palestino en particular, sino con inhabilitar el ejercicio de los derechos internacionalmente reconocidos a Palestina en su tierra, algo que en la retórica y en la práctica es llevado a cabo por el gobierno israelí.
Acto seguido, lo que Israel quiso poner sobre la mesa, seguido por ciertos medios de comunicación, es que todo comenzó el 13 de Junio, cuando tres jóvenes israelíes desaparecieron y luego aparecieron muertos. Israel acusó a Hamas y de inmediato las agresiones subieron, con 11 palestinos muertos y casi 1.000 detenidos en Cisjordania. Israel nunca pudo mostrar pruebas de que Hamas estuvo detrás de ello, menos ahora que el portavoz de la policía israelí Mickey Rosenfeld descartase que Hamas ordenase un secuestro. La fecha, entonces, se pone el 8 de Julio, cuando los bombardeos comenzaron en Gaza como un complemento a las acciones del ocupante en Cisjordania. Israel, la potencia ocupante que mantiene a un pueblo entero repartido entre el exilio y la ocupación por décadas, se convierte, así, en una “víctima” que simplemente se defiende.
Luego, la orden fue poder justificar las muertes: “Hamas utiliza a la población palestina como escudos humanos”.
Ese argumento, asumido inmediatamente como verdadero por un editorial del diario El País, no ha podido ser comprobado por nadie. Nadie ha forzado a nadie a quedarse en su casa, e incluso se ha podido constatar que las casi 30 familias completas asesinadas por los bombardeos israelíes lo hicieron mientras escapaban luego de haber sido advertidas. Incluso, cuando la Oficina de Prensa del gobierno israelí envió una nota a los corresponsales en Gaza instándoles a marcharse de allí, debido a que “como en ocasiones anteriores, Hamas utiliza periodistas como escudos humanos”, los mismos periodistas respondieron diciendo que eso nunca había pasado. De hecho, los únicos escudos humanos que han podido comprobarse son los civiles palestinos, incluyendo niños, utilizados por tropas israelíes para cubrirse. Ese argumento de los escudos humanos, simplemente, pretende limpiar de responsabilidad a la potencia ocupante que bombardea zonas densamente pobladas, trasladar la culpa a las víctimas y esconder la realidad de que nada ni nadie en la Franja de Gaza puede (ni debe) sentirse seguro.
Con bombardeos sobre hospitales y ambulancias, lugares religiosos musulmanes y cristianos, plantas de electricidad, tuberías de agua y oficinas de periodistas, lo cierto es que creyendo o no la teoría de los “escudos humanos”, Israel objetivamente ha bombardeado lugares protegidos bajo el derecho internacional. Como lo explicase Noura Erekat, “de acuerdo con la lógica israelí, si es que sospechasen que hay túneles bajo toda la Franja de Gaza, entonces bombardear los 360 kilómetros cuadrados de superficie sería legítimo.” Uno se pregunta cómo pudo cerrar Egipto cientos de túneles en la frontera con Gaza sin derramar una sola gota de sangre palestina.
Luego había que caricaturizar. Si bien debo dejar en claro que no soy para nada un admirador de Hamas, compararlos con Al Qaeda o ISIS es simplemente una bajeza que demuestra el bajo nivel de argumento de quienes defienden crímenes de guerra. Esa explicación, utilizada muy bien por gente como Jose María Aznar y Pilar Rahola, desconoce el hecho de que Hamas representa a la misma ideología que se encuentra hoy en el poder en Turquía, es decir, la hermandad musulmana y no el salafismo. Los defensores de los crímenes que hoy invocan que Hamas obliga a las mujeres a usar el Hijab parecen tener corta memoria. A muchos se les olvida que Hamas, en sus inicios, no fue mal mirado por Israel, que le permitió actuar para dividir a los palestinos entre seculares y religiosos. Uno de los principales argumentos utilizados es que Hamas persigue a los palestinos cristianos en Gaza y que “quema iglesias”, lo cual no deja de ser burdo. Sí, es cierto que Hamas es un movimiento islamista conservador, pero en Gaza las únicas iglesias dañadas lo han sido por los bombardeos israelíes. ¿Qué van a decir los propagandistas de Israel cuando se difunda la horrorosa muerte de Yalile Ayyad, una anciana palestina cristiana asesinada en su hogar, así como la mutilación de su hijo Antwan por un misil israelí? ¿Dirán que están investigando si quien la mató fue un cohete de Hamas así como dijeron en el caso de la escuela de la UNRWA, bombardeada con precisión milimétrica en Beit Hanoun?
Detrás de cada llamada a la paz por parte de quienes justifican los crímenes de guerra, se encuentra una llamada de rendición al pueblo palestino y un intento por mantener la cultura de impunidad Israelí. ¿Dónde estaban ellos mientras a los campesinos en Cisjordania se les quitaban las tierras? ¿Dónde estaban ellos mientras se ametrallaba a los pescadores en Gaza? ¿Dónde estaban ellos cuando se demolían los hogares en Jerusalén? Simplemente, callados frente a la injusticia, tratando de promover las bondades de la tecnología y la agricultura israelí, promoviendo grupos artísticos israelíes, abriendo mercados y llamando al mundo a que Israel no se le mire simplemente como lo que es: Un estado que practica el Apartheid.
Probablemente Israel estaba preparado para recibir luz verde por parte de ciertos gobiernos para llevar a cabo una agresión de gran escala. Pero, claramente, no estaba preparado para la reacción de la opinión pública mundial. Los maestros de la propaganda israelí han recurrido simplemente a la antigua fórmula de victimizarse y caricaturizar, junto con una serie de eslóganes repetidos por manual más el cliché de “queremos paz”. Aquello, que en el pasado les trajo muchos dividendos, hoy convence a pocos. La diferencia entre el que quiere la paz o no, radica simplemente en quien busca la justicia. Quienes realmente quieren paz para Palestina e Israel, en vez de repetir eslóganes haciéndose parte cómplice de un crimen de guerra, deben hacer todo lo posible por denunciar e impedir que esos crímenes continúen cometiéndose. Paz para Palestina o paz para Israel parten por el mismo camino: la justicia.
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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.