Cuando el museo ni se ve ni se oye
Si una persona con discapacidad auditiva se queda encerrada en el baño del Planetario de Madrid, no hay manera de que sepa si le están socorriendo. O si el museo Conde Duque comienza a arder, aparte de la sirena, no tiene un sistema de evacuación adecuado para las personas que no oyen. Estas son algunas de las hipótesis que plantean desde CLAVE, la asociación benéfica del Reino Unido que, entre sus muchas tareas, asesora a los espacios públicos para mejorar sus condiciones acústicas.
Ellos asesoran, otra cosa muy distinta es que sus recomendaciones superen las mentes escépticas de los responsables y se materialicen en las necesarias mejoras. Por eso desde CLAVE mandaron un mensaje alto y claro el Día Internacional de los Museos: en estos espacios “la accesibilidad auditiva sigue siendo cenicienta”. “Deseamos que cualquier persona, con cualquier tipo de discapacidad pueda ir a un museo en todo momento y día”. A esa petición se suman otros colectivos que abogan por favorecer la autonomía en estos centros culturales.
Una de las quejas más importantes es que los museos se ciñen a los límites de una legalidad conformista y llena de grietas. La Ley General 1/2013 de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social tiene como objeto “garantizar la igualdad de oportunidades y de trato, así como el ejercicio real y efectivo de derechos por parte de las personas con discapacidad en igualdad de condiciones respecto del resto de ciudadanos y ciudadanas”. Pero dicho objetivo, repleto de palabras grandilocuentes, está muy lejos de satisfacer sus necesidades reales en los espacios públicos, incluidos especialmente los museos.
Nueva York y Londres, humanitarios
Resulta interesante que, cuanto más avanza la ciencia que favorece esta accesibilidad y autonomía para la discapacidad, menos se atiende a las tecnologías que nos rodean. El ejemplo inmediato es el de las páginas web de los museos. “Necesitamos más visibilidad en las web para que las personas con limitaciones auditivas encuentren fácilmente los horarios o las exposiciones especializadas”, dice Carmen Abascal, directora de CLAVE.
Ángel Luis Gómez Vázquez, director de Autonomía Personal, Ocio y Deporte de la ONCE, es aún más crítico al respecto. “Cualquier desarrollador informático sabe de base cómo hacer accesible una web más allá de su página de inicio”. A las personas con discapacidad visual se les suma la dificultad de que si no tienen integrado el sistema jaws (software lector de pantalla) o las fotos y comentarios etiquetados, les es casi imposible navegar por internet. Ambos portavoces coinciden también en que desde España se debería tomar como referencia las páginas del MoMA de Nueva York o la Tate Modern de Londres.
Lo primero que encuentras al navegar por sus web es una pestaña que desgrana un calendario útil para las personas con cualquier tipo de discapacidad. Así, en la pestaña visitors with disabilities del MoMA, se abre automáticamente el abanico de actividades para personas ciegas, sordas, con alzheimer y con dificultades en el desarrollo o aprendizaje. En seguida indican que todas las visitas guiadas en lenguaje de signos, los tours táctiles o las clases de arte especializadas son gratuitas. En la pestaña Join&Support at Tate también se ofrece la posibilidad de participar como voluntario, guiando a las personas con discapacidad visual o asistiendo a talleres de lengua de señas para ayudar a los discapacitados auditivos.
Vemos que estas galerías son todo un precedente, no sólo a nivel de programación web, sino a nivel humanitario. “No hay un movimiento generalizado en España para implantar todas las ayudas que están de nuestra mano, como en los países anglófonos o en ciertas ciudades europeas”, advierte Ángel Luis.
“Discapacidad invisible”
“La accesibilidad ha avanzado mucho más en los museos para las personas con movilidad reducida”, espeta Carmen Abascal desde CLAVE. Según la presidenta, la sordera es la “discapacidad invisible” de la sociedad y la que menos atención recibe en los espacios públicos. De hecho, el título de su comunicado no dejaba un resquicio de duda: “La mitad de los museos españoles no son accesibles”. Los datos extrapolados del estudio de 192 galerías son desalentadores, pero resultan la forma más efectiva de denuncia de una realidad invisible como la propia discapacidad.
“No es suficiente con los folletos, necesitamos guías con bucle magnético”, ya que de los 192 centros sólo 34 cuentan con este tipo de tecnología. Desde las asociaciones son conscientes de que se está haciendo un esfuerzo pero, ya sea por falta de asesoramiento o concienciación popular, hay medidas específicas que no alcanzan la meta.
En cambio, Ángel Luis Gómez reconoce que los discapacitados visuales tienen “problemas en general y más en las galerías”. Desde la ONCE colaboran con muchos centros para hacer de los museos un lugar más confortable, pero “algunos escuchan y otros muchos no”. Desde esta asociación solicitan un sistema de geolocalización, audioguías especializadas, carteles en braille, piezas 'tocables' o réplicas y encaminamientos. Estos últimos son para moverse con total libertad por los museos pues, a diferencia de CLAVE, no piden visitas guiadas. “Queremos ir a nuestro aire”.
Ángel Luis achaca esta lacra a la falta de sensibilidad por parte de los museólogos y conservadores. “Muchos son personas mayores que tienen interiorizado que lo que exponen no se puede tocar bajo ningún concepto”. Y esa prohibición limita con mucho la integración de las personas ciegas o con escasa visibilidad. “No comprenden que los discapacitados necesitan conocer, aprender y saber, y los métodos son distintos a los del resto de la población”.
Museos españoles con disposición
Sin embargo, tanto desde CLAVE como la ONCE han querido poner buena nota a algunos museos nacionales. Los afortunados son el Museo Reina Sofía, en cuanto a implicación con las deficiencias auditivas, y el Museo Arqueológico de Elche como adalid de la integración para personas con discapacidad visual -a través de proyectos como Las manos que ven-.
También admiten que en las reinauguraciones y aperturas, los museos españoles están aplicando importantes mejoras en su accesibilidad. Otro de los ejemplos es el Museo Arqueológico Nacional, que ha habilitado una rampa de acceso para las sillas de ruedas y una estación táctil con réplicas de algunas de sus obras más emblemáticas. Es una pequeña señal de lo que se espera que sea un cambio radical de perspectiva y que se fomenta desde jornadas como el II Congreso Internacional de Educación y Accesibilidad, celebrado a principios de mayo en Huesca.
“Somos conscientes de que la accesibilidad general es una utopía”, confiesa Ángel Luis Gómez, pero la rendición tampoco está en sus planes.