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El asesinato de Andreu Nin permanece bajo llave con los archivos de la URSS

Andreu Nin (en el centro) durante una conferencia en el Ateneo de Madrid, alrededor de 1932

Miguel Ángel Villena

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La figura de Andreu Nin (El Vendrell, 1892 - Alcalá de Henares, 1937) sigue envuelta todavía en innumerables misterios, algunos de los cuales ha investigado el profesor e historiador Andreu Navarra en su biografía La revolución imposible. Vida y muerte de Andreu Nin (Tusquets).

A juicio de Navarra, “el personaje de Nin estaba de algún modo secuestrado por el misterio de su muerte” y por ello ha pretendido “descubrir todas sus facetas, desde su juventud de republicanismo catalán y sus 10 años en la URSS a la fundación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en 1935, pasando por su trayectoria como traductor, periodista y editor”.

Andreu Navarra (Barcelona, 1981), que cuenta con una biografía de Eugenio d'Ors (La escritura y el poder) y con un libro sobre educación (Devaluación continua) en su currículo, lamenta que se haya ignorado la inmensa tarea de Nin para dar a conocer en catalán a los grandes autores rusos como Tolstoi, Dostoievski o Chéjov.

La biografía que acaba de publicarse destaca el carácter contradictorio de este maestro, que fue en buena medida autodidacta, y engrosó junto a Joaquín Maurín la escasa nómina de teóricos del comunismo español del primer tercio del siglo XX. “Mientras el campo del socialismo”, señala Navarra, “contó con intelectuales brillantes en el PSOE como Julián Besteiro, Luis Araquistain o Fernando de los Ríos, el PCE fue un partido débil y pobre en su elaboración teórica. Por ello, los intelectuales del comunismo español procedieron del POUM como Nin o Maurín”.

En los aspectos privados, poco divulgados hasta ahora, el libro muestra un Andreu Nin simpático y pacifista, viajero y curioso, obsesionado con impulsar la lucha obrera y enemigo declarado de Iosif Stalin. Si bien militó en las filas del trotskismo, Nin también se alejó de esta corriente y se convirtió en un disidente incómodo para la izquierda en general. “Militar en un purismo leninista”, declara Navarra, “le llevó a Nin a desacreditar al Frente Popular y tachar a la República de engaño a la clase obrera. El líder del POUM se enrocó en que había que regresar al espíritu de la resistencia popular que frenó el golpe militar del 18 de julio.

Así las cosas, su eliminación tras sus críticas al estalinismo y al papel de la URSS en la Guerra Civil lo convirtieron en un símbolo de la represión de Stalin en la España republicana. No fue el único porque ahí están los casos de José Robles o de Kurt Landau, pero fue la víctima más importante“.

El libro La revolución imposible va desvelando los conflictos en la España republicana entre los partidarios de levantar un Ejército regular y popular, con un sector del PSOE y el PCE a la cabeza, frente a los defensores de la primacía de las milicias y de la organización obrera, como la CNT y el POUM, entre otros. Este litigio se desarrolló en medio de la atomización del poder, del choque entre las instituciones republicanas y el poder de las milicias, y de la creciente influencia de los agentes soviéticos a partir de convertirse la URSS en la principal suministradora de armas de la República.

“Este panorama de fondo”, comenta el autor en una entrevista con elDiario.es, “explicaría que Julián Zugazagoitia, socialista y ministro de la Gobernación cuando la policía arresta a Andreu Nin en junio de 1937, ignorara los detalles de la detención o el paradero del dirigente del POUM. En cualquier caso, estaba claro que el Gobierno de Juan Negrín no iba a enfrentarse con la URSS. ¿No se comprende mejor la postura de Negrín, dependiente de los envíos de Stalin, sin los cuales la República habría tenido que rendirse inmediatamente? Es así de simple, así de brutal. Entre Negrín y su programa de Gobierno, de mera resistencia, se cruzaban Andreu Nin y el POUM, porque irritaban al único proveedor de la República”.

Por todo ello el pequeño partido leninista que significaba el POUM se había convertido “en el elemento más peligroso para la influencia de Stalin en España”, en palabras de Navarra. Tras décadas de publicaciones de libros sobre Andreu Nin, muchos de ellos más de sesgo ideológico en todas sus variantes que de rigor histórico, el líder del POUM permanece en una categoría de personaje inclasificable ante el que resulta difícil situarse con objetividad y sin sectarismos.

“A veces da la impresión”, afirma Navarra, “que criticar a Nin supone hacerle el juego a la derecha. Nada más lejos, las cosas no son así y mi biografía no defiende ninguna política concreta, sino que aspira a retratar con fidelidad a un líder difícil de encasillar, un tipo contradictorio donde los hubiera en aquellos tiempos tan convulsos. Porque Andreu Nin no fue estalinista ni tampoco trotskista, se declaró leninista y era un hombre pacífico incapaz de lucha armada. Fue idealista y utópico, dogmático contra el Frente Popular. En resumen, combatía por una revolución imposible”.

Aunque ya parece evidente, a la luz de las investigaciones históricas, que Nin fue asesinado en una checa de Alcalá de Henares por agentes soviéticos, con un tal Alexander Orlov a la cabeza, y que no delató a sus compañeros pese a las torturas, hasta que no se abran muchos archivos de la antigua URSS no habrá forma de comprobar todos los detalles de aquel crimen de Estado.

Andreu Navarra concluye que la disidencia resultó imposible en el bando republicano durante la guerra y Nin aparece como una prueba incontestable de ese argumento. El autor de esta biografía evoca una sentencia de George Orwell, simpatizante del POUM y autor del memorable Homenaje a Cataluña, cuando el escritor británico afirmó que de un bando o de otro España acabaría convertida en una dictadura tras el final de la Guerra Civil.

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