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En primera persona

El escritor está presente

El escritor Isaac Rosa firmando en la caseta de la libreria Miraguano en la Feria del Libro

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El escritor, la escritora, llega a su hora y se sienta en una caseta de la Feria del Libro. Así pasará varias horas seguidas durante unos cuantos días, en un sitio público y abierto, sin filtros ni barreras, al alcance de cualquiera que pase por allí y quiera acercarse y decirle algo, lo que le apetezca, saludarle, felicitarle, menospreciarlo, ignorarlo. ¿Os imagináis algo similar en otras actividades: un cineasta sentado a la puerta del cine durante horas para atender a los espectadores; un dirigente político en mitad de la calle a merced de cualquier votante; un deportista a la salida del estadio, una conocida periodista, un cantante de éxito?

No, en ninguna otra actividad pública existe un espacio comparable a la Feria del Libro, esa posibilidad de contacto libre e ilimitado, esa cercanía total y prolongada con el público. Bueno, sí: cuando esos mismos cineastas, dirigentes políticos, deportistas, periodistas o cantantes escriben un libro y acuden a la Feria del Libro. Miguel Ángel Revilla, Gervasio Deferr, Miguel Bosé o Pedro J. Ramírez andan también por el Retiro estos días. Y hasta un tal Mariano Rajoy, tan alérgico a las comparecencias públicas, se sienta en un taburete y acepta que te hagas un selfie con él.

Ocurre solo con quienes escribimos libros, varias veces al año en distintas ferias por todo el país, pero muy especialmente en las dos semanas y pico de la feria madrileña. En pocos días y en menos de un kilómetro nos concentramos novelistas, poetas, ensayistas, investigadores, dibujantes y también, sí, youtubers, famosos de toda condición, viejas glorias, personajes del momento, políticos en campaña y cualquiera que haya rellenado unas cuantas páginas encuadernadas. Lo mismo autores noveles que clásicos vivos, todas y todos sentados a la vista, anunciados por un cartel, en un paseo por donde circulan decenas de miles de personas. Sin filtro alguno, sin más impedimento para el lector que tener que esperar turno, a veces más de una hora de cola bajo el sol -no es mi caso-.

Insisto en mi asombro, intento contagiároslo: no hay nada comparable a la Feria del Libro, esta alegre promiscuidad no existe en ninguna otra actividad pública. Es la versión dominguera, festiva, de aquella célebre performance de Marina Abramovic en el MOMA, The Artist is Present, cuando la artista serbia se sentó durante meses en una sala del museo e invitó a los visitantes a que se sentasen frente a ella. En el Retiro el escritor está presente, pero sin gravedad ni excepcionalidad, sin ínfulas artísticas, en manga corta y simpático, aunque a veces sea una simpatía mercantil, de viajante de comercio -no es mi caso, creo-.

Nosotros estamos quietos y sois vosotros los que os movéis a lo largo de las casetas, aunque desde dentro la impresión es la contraria: uno se siente a bordo de un trenecito que le pasease a ojos de todos, o en una lenta cinta de aeropuerto, con esa cara de maleta abandonada que se nos pone cuando pasan varios minutos sin que os acerquéis -es mi caso, a veces-. Nos miráis y nos sentimos fotos de una app de citas que vais pasando con el dedo en la pantalla, hasta que os detenéis y nos elegís. Nos vemos reflejados en vuestros ojos, nos vemos mendicantes y vulnerables, con la vanidad a flor de piel y la autoestima en fase bipolar. Nos empequeñecemos tras el mostrador cuando nos ignoráis, crecemos monstruosamente y reventamos el espacio de la caseta como Alicias si formáis una pequeña pero halagadora cola -a veces es mi caso-.

La mayoría pasáis de largo, pero algunas os acercáis, algunos os detenéis, me reconocéis, tal vez incluso me buscábais. Cruzamos inicialmente fórmulas de cortesía, que esto no deja de ser una feria, un intercambio comercial, estamos aquí para que compréis libros, nuestros libros. A veces resolvemos con un par de frases, saludo, firma, agradecimiento, despedida, un trámite frío, casi un besamanos respetuoso, solemne. Pero la mayoría no venís a cumplir un trámite, tenéis ganas de algo más, y no sabéis cómo os agradezco ese algo más, esas pocas o muchas palabras que me dirigís. Y por eso estoy escribiendo esta pieza, para daros las gracias, pues un autor en la feria no puede dejar de agradecer, tanto si tiene colas kilométricas -no es mi caso- como si solo viene a verle su familia -tampoco es mi caso-.

Lectora, lector: no hay agradecimiento bastante para la enorme generosidad y cariño que me dedicas. Gracias por comprar mi último libro. Gracias por contarme que ya lo tienes y que quieres uno anterior. Gracias por no comprar ninguno pero venir de casa con varios ya leídos para que te los firme. Gracias por acercarte solo a decirme que te gusta lo que escribo, y otras palabras que no reproduzco para no pavonearme demasiado. Gracias por detenerte sin saber nada de mí, solo porque me has visto solo, sin firmar, y te has acercado a mostrar interés y hemos hablado un rato y lo has acabado comprando; si fue por pena la disimulaste bien. Gracias por compartirme que lloraste leyendo este libro, que lo pasaste en grande con aquel otro, que te sirvió en tu proyecto, que te hizo pensar. Gracias por confesarme que se lo regalaste a tu pareja cuando os separasteis, que lo has releído y subrayado, que te lo pusieron de lectura obligatoria en clase y ahora quieres más, que fue el primer regalo que te hizo tu hijo, que ya lo tienes pero se lo quieres regalar a tu amiga. Gracias por presentarme a tus niños. Gracias por venir desde Málaga, Fuerteventura o Cáceres, y gracias por decirme que has venido por mí, aunque los dos sepamos que no es verdad. Gracias por confundirme con el librero pero acabar llevándote mi libro. Gracias por ponerte nervioso al hablar conmigo como si fueses un fan; gracias por presentarte así: soy fan tuyo. Gracias por contarme que eres invidente pero has leído todos mis libros en la fabulosa biblioteca de la ONCE. Gracias por lo que escribiste en tu blog. Gracias por invitarme a tu club de lectura. Gracias por animarme a seguir escribiendo.

El escritor está presente en la feria, sí, pero sobre todo estás presente tú, lector, lectora. Fantasmal el resto del año, corporeizado brevemente en alguna presentación, te siento durante meses a lo lejos, oigo el runrún de tu lectura, leo tus comentarios en redes sociales, eres un número en la liquidación anual de libros vendidos. Hasta que empieza la feria y entonces sí, entonces llego a mi hora y me siento a esperar, a esperarte. En la mencionada performance de Abramovic había un momento en que aparecía de pronto su ex pareja de muchos años atrás, se sentaba frente a ella y la emocionaba hasta romper la máscara inmóvil que había aguantado tantas horas. Los dos se cogían las manos y el público aplaudía conmovido. No sé si en la Feria del Libro te puedes cruzar a tu ex, que esto es Madrid, pero te juro que he tenido encuentros igual de emocionantes. Gracias.

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