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Los Bravos, la osadía de cantar en inglés en una España que estrenaba casetes y turismo

Los Bravos durante una de sus actuaciones musicales

Miguel Ángel Villena

“¿Pero por qué han de cantar en inglés y no en cristiano?”. Esta solía ser una de las preguntas favoritas de los padres y las madres de nuestro país en aquellos años sesenta frente a grupos musicales que apostaban por entrar en los mercados internacionales. A mediados de aquella década los jóvenes españoles se dividían entre partidarios de los Beatles o de los Rolling, en una rivalidad que se prolonga hasta hoy mismo, mientras en los guateques de la época sonaban una y otra vez en los tocadiscos (tocatas) canciones de uno u otro grupo.

Aquella competencia entre músicos británicos tenía una versión patria en la disputa entre Los Brincos y Los Bravos por la primacía en España en un tiempo en el que proliferaron los conjuntos del primer pop español como Los Pekenikes, Los Mustang, Los Relámpagos, Los Sírex y una larguísima lista. Fueron, pues, los sesenta la década de los grupos que abrieron paso a unos setenta donde comenzaron a triunfar los solistas.

Era una España en blanco y negro, como suele decirse, en tonos muy grises en definitiva. Un país sometido a una dictadura que celebraba con grandes fastos los 25 años de paz (de los cementerios, dirían algunos chistes susurrados en voz baja) y donde una maltrecha economía sobrevivía gracias a las remesas de los cientos de miles de emigrantes que marchaban a trabajar a Europa y de las divisas que empezaban a ingresar los turistas que ya invadían nuestras costas en busca de sol, flamenco, sangría y un exotismo de charanga y pandereta.

Precisamente los Beatles habían desfilado en 1965 por la madrileña plaza de toros de las Ventas tocados con monteras ante un entusiasmado público que ansiaba corear sus ya míticas canciones y en medio del despliegue de la policía del régimen, más conocida como los grises. Entretanto, el ministro de Información y Turismo del franquismo, Manuel Fraga Iribarne, inauguraba el UHF, el segundo canal de TVE, y los melómanos más innovadores ya podían comprar un soporte llamado casete que estaba destinado a revolucionar la forma de escuchar música.

Era, en suma, un país todavía más rural que urbano, teñido de humor negro como catarsis, que retrataron con maestría cineastas como Luis García Berlanga y que servía de escenario ideal para grandes superproducciones de Hollywood como la inolvidable Doctor Zhivago.

En ese ambiente de una sociedad que estrenaba casetes y se ofrecía con guías y camareros a los turistas no resultó extraño que un grupo como Los Bravos naciese en una discoteca de Mallorca ni que su voz solista, un alemán llamado Michael Kogel (más tarde rebautizado artísticamente como Mike Kennedy), cantase en un inglés más que aceptable para la exportación musical.

Éxitos en el Reino Unido y EEUU

La trayectoria de aquel conjunto, que completaban el guitarra eléctrica Toni Martínez, el teclista Manolo Fernández, el bajo Miguel Vicens y el batería Pablo Sanllehí, fue breve pero muy intensa y plagada de triunfos. En apenas un lustro, la segunda mitad de los sesenta, Los Bravos colocaron en 1966 su tema Black is black en el número dos de las listas de ventas en el Reino Unido y en el número cuatro en Estados Unidos en un éxito inaudito para un grupo español. Entonces y ahora.

Otra de sus canciones, Bring a little lovin, con un ritmo pegadizo y trepidante, también logró colocarse en el número 51 de las listas de EE UU y ha sido rescatada ahora nada menos que por Quentin Tarantino para el tráiler de su próxima película (Once upon a time in Hollywood). No es la primera vez que este rompedor y polémico director de cine utiliza música española ya que en Kill Bill (vol II) se sirvió de un tema del dúo Lole y Manuel.

Las canciones de Los Bravos, unos músicos veinteañeros con pinta de buenos chicos, con sus chaquetas ajustadas y sus corbatas finitas, llenaron teatros, discotecas y plazas en medio del delirio de adolescentes y jóvenes que, en muchos casos, aprendieron algo de inglés al tararear sus temas.

Su popularidad los llevó incluso hasta el cine donde rodaron dos largometrajes (Los chicos con las chicas, de Javier Aguirre, en 1967; y Dame un poco de amooor, de José María Forqué, en 1968). Pero en plena cresta de la ola, su arrolladora carrera se detuvo con la muerte de su teclista Manolo Fernández y con la marcha del líder y cantante, convertido ya en Mike Kennedy en solitario.

El grupo siguió unos años más y en tiempos recientes se han reunido en algunas actuaciones de revival, pero Los Bravos originales bajaron el telón en 1969, tras cuatro discos de estudio. Hasta justo medio siglo después cuando un realizador norteamericano ha recordado a una mayoría de jóvenes españoles, que ni siquiera sabían quiénes eran Los Bravos, que un grupo español triunfó en las listas de medio mundo y cantando en inglés. Una auténtica osadía en un país gris y reprimido.

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