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La mutación del artista en influencer: las claves para entender una industria musical que demanda atención constante

Enrique Zamorano, Víctor Terrazas y Dani Vega, autores de 'No Sonamos Mal'

Francisco Gámiz

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La industria musical es un reflejo de lo que está aconteciendo en la sociedad en un determinado momento. Aunque alguien solo sea fan de ciertos grupos o incluso no frecuente las salas de conciertos, asomarse a la realidad de los artistas es una forma de vislumbrar también nuestras propias realidades. No hace falta subirse encima de un escenario para comprender la relevancia de la brecha de género, la precariedad laboral o la digitalización, pero observarlo desde fuera ayuda a acercarse a estos temas con otras perspectivas. Es lo que hace la obra No Sonamos Mal (Muzikalia) al viajar por la escena musical española.

Los periodistas Dani Vega, Enrique Zamorano y Víctor Terrazas publican un libro que funciona como radiografía de la juventud del país, ahondando en los nuevos artistas que han surgido en el sector estos últimos años y que tienen que enfrentarse a la era de internet y las redes sociales. Ellos, además, aparecen en el ensayo, con nombres que van desde Alcalá Norte o Yawners hasta Cariño, Depresión Sonora o Biznaga. Se trata de una crónica oral del panorama indie nacional en un momento en el que el indie está empezando a convertirse en algo mainstream. Enrique Zamorano apunta que “el indie, aunque es pop o rock alternativo en el estilo, es más una cierta actitud con el público y con la industria”.

Víctor Terrazas, por su parte, explica que una de las finalidades era ver qué actitud tomaban los artistas ante dicha etiqueta cuando ya todo está más conectado. “Que un grupo forme parte de Sony, tenga una millonada y aun así se autodenomine indie es lo más raro que puede ocurrir”, sostiene el periodista, que incide en que es “una actitud ante la vida”. El significado del término ha cambiado con el tiempo, pero, precisamente por ello, la obra se centra en el presente. Dani Vega indica que buscaban “huir de la nostalgia de las escenas del pasado”: “Queríamos hablar de los problemas de la juventud que hace música desde un prisma sociológico”.

Y, entre esos problemas, uno de los que abunda es la precariedad. Pese a que sea complicado que una banda pueda seguir adelante con la incertidumbre de que quizá no puede mantenerse en activo mucho tiempo, Víctor Terrazas afirma que lo consigue porque “el factor vehicular que une a estos grupos sobre todo es la amistad”. “La idea es coger una guitarra, un bajo o un amplificador, irte con tu colega y crear música más allá de que luego triunfe o no triunfe, aunque también tendríamos que debatir sobre qué es triunfar”, declara el periodista.

Aparte del vínculo que lleva a varias personas a juntarse y tocar canciones, Dani Vega apunta que es muy importante el “rechazo del virtuosismo”: “Con cuatro cosas puedes montar una banda, no hace falta saber tocar muy bien. Lo que importa es la actitud, hacer música en tu habitación con cuatro cacharros”. Sin embargo, a pesar del esfuerzo y la ilusión de formar un grupo, a partir de la pandemia ha habido un retroceso en cuanto a condiciones económicas. Enrique Zamorano dice que “antes, al menos, contabas con un ingreso económico que podía ser el de vender discos; ahora, en cambio, las plataformas de streaming han acabado con todo eso”.

“El músico ha mutado en una especie de influencer”, explica el periodista, pues tiene que estar demandando atención constantemente, publicando singles y nuevo contenido todo el tiempo para que no se agote esa atención y para que no se olviden de él. “Esto acaba generando mucho estrés, porque es un trabajo de 24 horas. Tienes que actualizar Instagram todo el tiempo y eso es algo que a las generaciones pasadas no les sucedía. Antes se centraban en ir al ensayo a tocar, ir a presentar el disco y punto. Ahora se difumina la línea entre la profesión y la vida privada”, señala Zamorano.

Enrique Zamorano, Víctor Terrazas y Dani Vega, en la redacción de elDiario.es

Asimismo, Víctor Terrazas insiste en que “en España en general hay una creencia generalizada de que la gente que hace arte, ya sea de cualquier tipo, vive muy bien y gana mucho dinero, y la realidad es que es un trabajo de los más precarios”: “Si te quieres dedicar a esto, realmente tienes que entender que va a haber un proceso de precarización que va a atravesar toda tu vida, que si quieres, por ejemplo, escribir artículos sobre música o dedicarte al periodista musical, vas a tener que hacer mil cábalas. Lo mismo ocurre con los grupos”.

La obra hace hincapié en la “obsesión por lo cuantitativo” que rodea toda la industria musical, pues, como cuenta Dani Vega, “los que sostienen esto, las discográficas, están obsesionados por el número de reproducciones y la viralidad”. Las apariencias también importan, como se comprobó este verano con los conciertos de Aitana y Lola Índigo en estadios. Ellos, en cambio, lo ejemplifican con los macrofestivales, a los que asisten grupos a tocar a las cuatro o las cinco de la tarde, aunque haya pocos asistentes, solo por el objetivo de poder decir que han tocado en un macrofestival. “Es una visibilidad que solo es de cara a las redes sociales, como un porfolio. Es un poco extraño”, reflexiona Víctor Terrazas.

El despoblamiento de las provincias es otra de las claves que se abordan en No Sonamos Mal, sobre todo en un momento de gentrificación en el que las ciudades se están comiendo los pequeños pueblos. Terrazas matiza que “Madrid es un agujero negro para prácticamente todos los trabajos, y para el de la música igual”: “Los principales elementos de promoción de discográficas o de grandes conciertos están en Madrid. Muchos grupos que pueden vivir en otras provincias, en otras zonas, tienen que venir a Madrid con la idea de ganarse la vida”. El autor detalla que, mientras que en los 90 grupos como Los Planetas podían hacer arte desde las provincias, ahora la mayoría residen en Madrid, Barcelona o Valencia.

El machismo en la industria

No obstante, el arte es política, y tener que abandonar el lugar en el que vives para poder dedicarte a la música también tiene un componente social que no se ignora en la obra. Esto, además, está pasando en una época en la que se dice que en la industria musical está más despolitizada que antaño. Enrique Zamorano indica que “ahora son los políticos los que van a los artistas”, intentando apropiarse de la escena indie. “Lo personal es político, y se busca ir al artista para meterle ideas dentro en vez de lo contrario”, apunta el periodista, quien también lamenta “una caída de los referentes políticos”. Pese a ello, afirma que los asuntos sociales no son ajenos a los artistas y que “una persona de derechas se sentiría incómoda en un concierto de Biznaga o Carolina Durante”.

Por otro lado, el machismo continúa siendo una lacra presente en la escena musical. Cuando hace unas semanas Natalia Lacunza visitó la redacción de elDiario.es, la artista manifestó que le gustaría que, en lugar de ser las mujeres quienes reciban siempre la pregunta sobre la situación de la mujer en la industria, fueran ellos quienes se plantearan esto. Víctor Terrazas confiesa que esta reflexión no se está haciendo lo suficiente. “La situación está bastante jodida”, indica, agregando que, aunque ha habido ligeros avances, “son minúsculos en comparación con lo que debería ser”. El periodista alude al paternalismo con el que se las sigue tratando a ellas encima del escenario y reconoce que “queda mucho camino por recorrer”.

El libro, que en todo momento evita luchar contra la nostalgia, aborda el presente para tratar de vislumbrar lo que está por venir. Ninguno de los tres escritores sabe cómo evolucionarán o acabarán los grupos y artistas que son entrevistados en la obra, ni cómo las herramientas que aparecerán modificarán sus carreras, pero celebran que se están viendo muchas nuevas formaciones en los últimos tiempos y que continuarán creándose. “Es una escena que está en continua mutación”, concluye Víctor Terrazas, agregando que “está muy viva” y que “es interesante acercarse a algo así porque no sabes muy bien nunca por dónde va a ir”.

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