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Zapico retoma la Revolución del 34, el último intento de asaltar los cielos

Zapico retoma la Revolución del 34, el último intento de asaltar los cielos

EFE

Oviedo —

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Armado sólo con un rotulador el dibujante Alfonso Zapico, Premio Nacional del Cómic 2012, ha regresado a los escenarios de la Revolución de 1934 en Asturias para pasear por las calles y los lugares que sirven de escenario al recién editado segundo volumen de “La balada del norte” (Astiberri).

El minero Apolonio, líder revolucionario obligado por las circunstancias; su hija Isolina y su amante Tristán vuelven a cobrar vida de la mano de Zapico para pasear su historia por un conflicto en el que Oviedo, la ciudad burguesa que los mineros conquistaron en la última revolución obrera de Europa que buscaba “asaltar los cielos”, se convierte en la principal protagonista.

El autor de “Dublinés” ha regresado una vez más a su Asturias natal desde Angoulême (Francia), la capital europea del cómic, para revisitar una historia que quiso contar desde que abandonó España para recuperar la memoria de unos hechos que se pierden en el recuerdo al mismo ritmo que desaparece un sector como el minero, generador de una cultura propia “que merece la pena no perder”.

A lo largo de las 296 páginas de este segundo volumen, Zapico dibuja y narra la toma de una ciudad destruida por un conflicto que aún guarda en su memoria con una imagen “muy negativa” que se contrapone al recuerdo “épico y romántico” que se conserva en las cuentas mineras, según señala el autor en una entrevista con Efe.

En los tonos grises que considera imprescindibles para reflejar las comarcas donde se originó la revolución en las que “el cielo era gris, los ríos eran grises y la vida muy negra”, el dibujante aplica una mirada “que intenta abarcar todo con una perspectiva muy abierta” a la hora de retratar a los personajes de ambos bandos.

Alguien que se autodefine como “flaco, tímido, provinciano y socialdemócrata (todo en el buen sentido)” asegura que su postura no es equidistante y tiene “muy claro” de qué lado se posiciona en un conflicto “cuyas consecuencias fueron las que fueron”, pero para el que “había razones” entre una clase obrera con durísimas condiciones de vida.

Aunque inicialmente se planteó realizar la obra en dos volúmenes, apenas iniciado el segundo, Zapico se dio cuenta de la necesidad de convertir “La balada del norte” en una trilogía cuya última parte -ya escrita y que se publicará en un par de años- afronta con el temor que si cuenta mal el final “la historia entera estará mal”.

En ese futuro volumen se narrará la última parte del mes revolucionario de Asturias, la de la represión de las fuerzas gubernamentales al mando de un Francisco Franco -el militar llamado 'comandantín' cuando estuvo destinado en Oviedo, la ciudad donde se casó- y que ya aparece retratado en la segunda parte avisando ya de las duras consecuencias que tendría la intervención del Ejército.

Una ciudad que vio arder su Universidad, su Teatro Campoamor y dinamitada la Cámara Santa de su Catedral -hechos sobre cuyos responsables aún se discrepa- sirve de fondo a una narración que no obvia tampoco la violencia de los revolucionarios, escenificada en la ejecución a sangre fría de un sacerdote al que obligaron a cavar su propia tumba, inspirada en hechos reales.

En torno a minas que en su inmensa mayoría producen ya “más recuerdos” que carbón, Zapico alerta también de que los convulsos años treinta que refleja en “La balada del norte” parecen regresar en Europa de la mano de planteamientos políticos extremistas.

En ese contexto, el autor lamenta también que, como refleja en una escena de su obra a través de una conversación entre un revolucionario socialista y otro comunista, la izquierda española “aún estando en el mismo bando” siempre encuentre algún motivo de división, “algo que sigue pasando ahora”.

La presentación del segundo volumen ha permitido además a su autor donar al Museo del Real Oviedo el original del retrato del mítico delantero azul Isidro Lángara, que aparece en una obra de cuya primera parte se vendieron 10.000 ejemplares, una cifra elevada en el limitado mercado de la novela gráfica en España.

Para el prologuista del libro, Javier Pérez de Albéniz, se trata de una obra ambiciosa “que huye del panfleto y reivindica la memoria histórica” y en la que su protagonista, el líder revolucionario a su pesar Apolonio, ya advierte a quienes pretendían asaltar los cielos de que, al darles las llaves del polvorín de la mina para hacerse con la dinamita, les estaba dando también “las llaves del infierno”.

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