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Buscando petróleo en el paraíso de las renovables

Marcos García

Esta semana el RainbowWarrior de Greenpeace navega por nuestras costas tratando de concienciarnos de que la explotación petrolífera del Mediterráneo no es una buena idea. En realidad, después de miles de años de utilización intensiva de sus aguas, tenemos al Mare Nostrum bastante ajado. El petróleo, con todo lo que comporta, no va a mejorar en absoluto esta situación.

Obviamente España necesita energía. Supongo que por eso se la tenemos que pagar a precio de oro al oligopolio que acaba dando empleo a tantos exministros. Toda Europa está sedienta de crudo desde hace décadas y mira con envidia la independencia energética que le proporcionó a Noruega el descubrimiento de las bolsas petrolíferas del Mar del Norte. Uno de los países más pobres de Europa a principios del siglo XX pasó, de la noche a la mañana, a convertirse en el paradigma del estado del bienestar gracias a la suficiencia que le proporciona la industria petrolera.

Los rumores, infundados o no, de que nuestras costas puedan albergar un maná similar hacen que las administraciones se froten las manos y empiecen a contar los billetes. En la actual coyuntura internacional, Europa occidental es terriblemente dependiente de las importaciones energéticas de Asia y, como el actual conflicto de Ucrania demuestra, esta dependencia le da a Rusia nada menos que el control de la llave de paso de nuestra economía.

Muchos gobiernos europeos son perfectamente conscientes de esto. En realidad casi todos. Y sorprende ver cuál es la actitud de algunos de ellos al respecto. La independencia energética parece ser una prioridad absoluta en países como Alemania o Gran Bretaña. De hecho el Reino Unido se ha marcado como objetivo que en los próximos años un tercio de la energía que allí se consume sea renovable. Curiosamente la mayoría de empresas que están haciendo posible este cambio de modelo energético son ingenierías españolas que buscan instalar en las Islas Británicas las plantas fotovoltaicas que aquí les impide construir la legislación. Y todavía hay países más avanzados. Más del 60% de la energía que consume Austria es de origen renovable.

Mientras esto sucede en Europa, aquí seguimos mirando al pasado y buscando fuentes de energía sucias, ineficientes y con un impacto ambiental tan elevado que puede lastrar el desarrollo de otros sectores clave de nuestra economía, como el turismo. Tal vez una bolsa de petróleo en el Mediterráneo suponga un alivio para el sector energético en general pero, desde luego, para nosotros los ciudadanos va a ser un problema a medio plazo que nos tirará todavía más atrás en la carrera por las renovables (en un país con casi tres mil horas de sol, que ya tiene delito) y que va a causarnos un auténtico dolor de cabeza ecológico. ¿O es que nadie se acuerda ya de Cástor?

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Esta semana el RainbowWarriorde Greenpeace navega por nuestras costas tratando de concienciarnos de que laexplotación petrolífera del Mediterráneo no es una buena idea. En realidad,después de miles de años de utilización intensiva de sus aguas, tenemos al Mare Nostrum bastante ajado. Elpetróleo, con todo lo que comporta, no va a mejorar en absoluto esta situación.

Obviamente España necesita energía. Supongo que por eso sela tenemos que pagar a precio de oro al oligopolio que acaba dando empleo atantos exministros. Toda Europa está sedienta de crudo desde hace décadas ymira con envidia la independencia energética que le proporcionó a Noruega eldescubrimiento de las bolsas petrolíferas del Mar del Norte. Uno de los paísesmás pobres de Europa a principios del siglo XX pasó, de la noche a la mañana, aconvertirse en el paradigmadel estado del bienestar gracias a la suficiencia que le proporciona laindustria petrolera.

Los rumores, infundados o no, de que nuestras costas puedanalbergar un maná similar hacen que las administraciones se froten las manos yempiecen a contar los billetes. En la actual coyuntura internacional, Europaoccidental es terriblemente dependiente de las importaciones energéticas deAsia y, como el actual conflicto de Ucrania demuestra, esta dependencia le da aRusia nada menos que el control de la llave de paso de nuestra economía.

Muchos gobiernos europeos son perfectamente conscientes deesto. En realidad casi todos. Y sorprende ver cuál es la actitud de algunos deellos al respecto. La independenciaenergética parece ser una prioridad absoluta en países como Alemania o GranBretaña. De hecho el Reino Unido se ha marcado como objetivo que en lospróximos años un tercio de la energía que allí se consume sea renovable.Curiosamente la mayoría de empresas que están haciendo posible este cambio demodelo energético son ingenieríasespañolas que buscan instalar en las Islas Británicas las plantas fotovoltaicasque aquí les impide construir la legislación. Y todavía hay países másavanzados. Más del 60% de la energía que consume Austria es de origenrenovable.

Mientras esto sucede en Europa, aquí seguimos mirando alpasado y buscando fuentes de energía sucias, ineficientes y con un impactoambiental tan elevado que puede lastrar el desarrollo de otros sectores clavede nuestra economía, como el turismo. Tal vez una bolsa de petróleo en elMediterráneo suponga un alivio para el sector energético en general pero, desdeluego, para nosotros los ciudadanos va a ser un problema a medio plazo que nostirará todavía más atrás en la carrera por las renovables (en un país con casitres mil horas de sol, que ya tiene delito) y que va a causarnos un auténticodolor de cabeza ecológico. ¿O es que nadie seacuerda ya de Cástor?

Aguas negras

Esta semana el RainbowWarrior de Greenpeace navega por nuestras costas tratando de concienciarnos de que la explotación petrolífera del Mediterráneo no es una buena idea. En realidad, después de miles de años de utilización intensiva de sus aguas, tenemos al Mare Nostrum bastante ajado. El petróleo, con todo lo que comporta, no va a mejorar en absoluto esta situación.

Obviamente España necesita energía. Supongo que por eso se la tenemos que pagar a precio de oro al oligopolio que acaba dando empleo a tantos exministros. Toda Europa está sedienta de crudo desde hace décadas y mira con envidia la independencia energética que le proporcionó a Noruega el descubrimiento de las bolsas petrolíferas del Mar del Norte. Uno de los países más pobres de Europa a principios del siglo XX pasó, de la noche a la mañana, a convertirse en el paradigma del estado del bienestar gracias a la suficiencia que le proporciona la industria petrolera.

Los rumores, infundados o no, de que nuestras costas puedan albergar un maná similar hacen que las administraciones se froten las manos y empiecen a contar los billetes. En la actual coyuntura internacional, Europa occidental es terriblemente dependiente de las importaciones energéticas de Asia y, como el actual conflicto de Ucrania demuestra, esta dependencia le da a Rusia nada menos que el control de la llave de paso de nuestra economía.

Muchos gobiernos europeos son perfectamente conscientes de esto. En realidad casi todos. Y sorprende ver cuál es la actitud de algunos de ellos al respecto. La independencia energética parece ser una prioridad absoluta en países como Alemania o Gran Bretaña. De hecho el Reino Unido se ha marcado como objetivo que en los próximos años un tercio de la energía que allí se consume sea renovable. Curiosamente la mayoría de empresas que están haciendo posible este cambio de modelo energético son ingenierías españolas que buscan instalar en las Islas Británicas las plantas fotovoltaicas que aquí les impide construir la legislación. Y todavía hay países más avanzados. Más del 60% de la energía que consume Austria es de origen renovable.

Mientras esto sucede en Europa, aquí seguimos mirando al pasado y buscando fuentes de energía sucias, ineficientes y con un impacto ambiental tan elevado que puede lastrar el desarrollo de otros sectores clave de nuestra economía, como el turismo. Tal vez una bolsa de petróleo en el Mediterráneo suponga un alivio para el sector energético en general pero, desde luego, para nosotros los ciudadanos va a ser un problema a medio plazo que nos tirará todavía más atrás en la carrera por las renovables (en un país con casi tres mil horas de sol, que ya tiene delito) y que va a causarnos un auténtico dolor de cabeza ecológico. ¿O es que nadie se acuerda ya de Cástor?

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