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Ruido de sables en las cámaras

Xavier Ribera Peris

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“Ningú no sabrà si ara sou l’imatge, l’ombra,/

o la llum que fereix, des del somni perdut,/

o el gran defalliment d’aquest vent blau sense ones.“

Maria Beneyto. Altra veu. 1952

 Emperrarse en que una entidad sin ánimo de lucro, cómo las Cámaras de Comercio, corporaciones de derecho público-- de gestión empresarial-- tienen beneficio, es falso e induce a error. Lo único que podrían lograr es superávit.  Existen por Ley, con competencias de tutela y supervisión de la Generalitat Valenciana, cuya responsabilidad es ineludible. ¿Qué sería de ellas sin su patrimonio y sin las aportaciones de las administraciones de la Unión Europea, Madrid o Generalitat? Cada árbol ha de dar el fruto que le corresponde y si no es borde. Las Cámaras tienen una misión que cumplir, clara y digna, que es  la defensa de los intereses generales de la economía, de los ciudadanos y del territorio.

Cámaras de competitividad

Las Cámaras de Comercio, en sintonía con su ente tutelante, la Generalitat Valenciana, deberían denominarse Cámaras Generales de Competitividad. Por distintas razones, que vienen a converger en un concepto que respira historia.  Nunca deberían perseguir los intereses particulares de nadie ni de sus gestores—sueldos, prebendas, influencias, favores compensados, colocación de enchufados--. Ni deberían atesorar dinero que, al permanecer ocioso, no cumple con el fin primordial de una Cámara y su razón de ser: prestar servicios eficaces y productivos a las empresas. Cerca de 200.000 en la provincia de Valencia y 360.000 en la Comunitat Valenciana. Ninguna broma. Son las unidades productivas que están integradas a las entidades camerales por precepto legal. Las únicas corporaciones que representan al tejido empresarial valenciano en su totalidad. Ni la CEV, ni AVE –por supuesto-- ni otras organizaciones empresariales, ni los clubes de empresarios ni otras asociaciones, tienen mayor representación que sus afiliados o sus miembros. Es la que pueden esgrimir a lo hora de codearse con los políticos, a los que les hacen la ola.  Poco, frente a la totalidad que les corresponde a las Cámaras Oficiales de Comercio, Industria, Servicios y Navegación, tal como reza su denominación.

Misión

Ahora la pregunta clave: ¿Cumplen las Cámaras de Comercio con su cometido, de acuerdo con su naturaleza y su trayectoria, que cuentan con más de cien años de historia? ¿Se crearon y existen para hacer lo que hacen u obedecen al “tente mientras cobro”?  Las Cámaras de Comercio del Estado español –ochenta y cinco-- son heterogéneas, aunque el legislador quiso en su día homologarlas en la Ley  estatal de 2014.A ellas se une una red de unas 30 en el exterior de apoyo diplomático con representación internacional. Las Cámaras de Comercio, guste o no, dependen en su mayoría de las administraciones autonómicas.  Más que un conjunto homogéneo, es un mosaico variopinto, con niveles en su clasificación, pero nunca una identificación plena en su dimensión, cometidos, organización y perspectiva. Nacieron como entes consultivos y colaboradores con las administraciones e incentivadores de la actividad empresarial y productiva. ¿Qué son ahora?

Desvíos

En la última reconfiguración legal de 2014, se intentó que formaran todas las Cámaras de Comercio bajo la cúpula del Consejo de Cámaras de España, con sede en Madrid. La Cámara de España se ha  sido convertida en el ente que aglutina los intereses particulares de las empresas que configuran el IBEX- 35,  más El Corte Inglés y Mercadona. Cuesta poco imaginar que las Cámaras de Valencia  y la de Orihuela son muy diferentes. Del mismo modo que lo son  éstas comparadas con los dos monstruos camerales en España: Madrid y Barcelona. Esta última tomada recientemente por las fuerzas secesionistas de la Asamblea Nacional de Cataluña. La Cámara de Barcelona está ahora presidida por Joan Canadell, en representación de la empresa Petrolis Independents, de su propiedad. Por torpeza del legislador y dejadez de los grupos de influencia en el colectivo empresarial, se ha roto la homogeneización de las Cámaras de Comercio que operan en territorio español y le han dado a ANC, la facción soberanista catalana, la oportunidad de conseguir cargos de primer rango económico que ostenta la Cámara de Comercio de Barcelona en instituciones y entidades: vicepresidencia de la Cámara de España, la presidencia del Consejo Catalán de Cámaras, Institut de Turisme, Fira , Port de Barcelona y muchas más. Este es el inconveniente derivado de no tomarse en serio la importancia de las Cámaras de Comercio. Y de intentar dominarlas.

Errores

Corporaciones que sí gozan de prestigio y homologación internacional. Foros en los que, con seguridad, aprovechará el grupo independista del pleno de la Cámara de Barcelona para  hacer visible el conflicto soberanista catalán y exportarlo más allá de las fronteras españolas. No es cierto que éste sea el único problema de diversidad que tiene el conjunto de Cámara de Comercio españolas. Desde hace mucho tiempo la Cámara de Bilbao y el resto de las corporaciones vascas, han desarrollado una proyección e impulsado campos de atención y servicio al empresariado que no se parecen en nada a la mayoría de Cámaras.

Navegar

En esta línea se movió la Cámara de Comercio de València en los años ochenta y noventa del siglo XX, cuando estaba  homologada y era respetada hasta que entre 1995 y 1996, con la dimisión forzada del presidente José Enrique Silla y del secretario general, José María Gil Suay, la Cámara de Comercio entró en la órbita de mediatización de la Confederación Empresarial  Valenciana de José María Jimenez de la Iglesia , de Luís Espinosa y del Partido Popular cuando ocupó la presidencia de la Generalitat, Eduardo Zaplana. Influencia que todavía hoy se sigue ejerciendo con el progresista Consell del Botànic I, iniciada la segunda edición que acaba de empezar. Con ruido de sables en la Plana Mayor de las Cámaras de Comercio.

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