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“Es preciso meter cámaras en las comisarías españolas”

Captura del documental "La cifra negra".

Sergi Pitarch

Basada en sentencias firmes de los tribunales españoles e internacionales y con la participación de víctimas de torturas y abusos policiales, la película documental “La cifra negra” (Empatik Films, 2018) es un retrato durísimo y sobrecogedor que evidencia que en la España democrática las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado continúan realizando prácticas más propias de regímenes totalitarios. Una prueba de que el Estado sin control acaba cayendo en arbitrariedades contra sus propios ciudadanos.

La obra del director Ales Payá se presentó en los cines Albatexas de Valencia este jueves y se vuelve a proyectar este sábado 24 a partir de las 20 horas con un posterior coloquio con Cristina Garés, co-guionista del film i miembro del Sistema

de Registre i Comunicació de la Violència Institucional (Sirecovi). El primer visionado ha sido un éxito con una sala abarrotada y ya se prepara para girar por una veintena de ciudades españolas.

En su puesta de largo ha participado el magistrado valenciano Joaquim Bosch, también portavoz territorial de Jueces para la democracia y uno de los expertos consultados para el documental. Bosch ha reclamado a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado más transparencia y control. “Es preciso meter cámaras en las comisarías españolas”, ha propuesto el juez instructor, recordando siempre que los casos de torturas y abusos son siempre de una minoría, pero por la que no se puede mirar para otro lado.

Estas medidas, ha añadido, no se deben tomar sólo para evitar actos violentos y arbitrarios, sino por el propio prestigios de los agentes. “En una democracia no deben haber secretos, todo se debe hacer con luz y taquígrafos”, ha sentenciado.

La película documental arranca con una ficción de la tortura a la que dos guardias civiles de Alboraia sometieron a un ciudadano cubano. El caso pudo salir a la luz por una casualidad, y es que uno de los agentes estaba siendo investigado por tráfico de drogas y toda la agresión quedó registrada por un micrófono oculto. Con la demoledora sentencia, la obra de Payá apuesta por el rigor periodístico para abordar un tema que puede ser muy dado a la exageración y populismo.

Y es ese rigor, esa documentación judicial y los testimonios de afectados los que dejan al espectador dolido y afectado. Sí, eso pasa en España, son hechos probados judicialmente. La película documental provoca indignación, pero también miedo por ver como en la democracia española se siguen produciendo casos de tortura y violencia extrema que el propio Estado intenta ocultar.

Y tras las condenas de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo enmendadas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos -llevamos ocho de torturas- uno se pregunta, ¿sólo nos puede salvar Europa?

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